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La fidelidad, un lastre para la libertad de las mujeres

Quien no ha estado en una relación de pareja, en la cual no se siente plena y en la que poco a poco va perdiendo sentido de sí, su amor propio, sus desvelos no son la razón de sus aspiraciones y necesidades, sino más bien en función de satisfacer una demanda que está absorta en no hablar ni expresar, la única manifestación es el malestar, esa infinita insatisfacción de no poder ser lo que se piensa que una es y que nos han metido hasta la médula que nuestro amor lo puede todo, que incrédulas, aunque algunas feministas, reflexivas y combativas cuando se trata de amor, me parece que nadie se salva, pues casi todas resbalamos.

Cuando de amor se trata diversas mujeres nos han hecho reflexionar, por ejemplo Ángeles Mastreta en su libro “Mujeres de Ojos Grandes” en donde cita “La tía Daniela se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota”, Kate Millet: “el amor es el opio de las mujeres. Mientras nosotras amábamos, ellos gobernaban”, mientras que Marcela Lagarde nos dice que “las mujeres, además de todo lo que hacemos y como parte de todo lo que hacemos, amamos o tratamos de amar y, además, -con muchas ganas- tratamos de ser amadas y a veces no nos explicamos porqué esa diferencia entre la manera en que amamos y la manera en que somos amadas: no es idéntica ni es recíproca, es enormemente desigual y diferente”.

Coral Herrera señala que “lo romántico es político” haciendo referencia a que amamos patriarcalmente, amamos como capitalistas con las ansias de poseer, nos destruimos mutuamente, perpetuando el status quo, por otra parte Simone de Beauvoir: “El amor auténtico debería basarse en el reconocimiento recíproco de dos libertades”, y justamente eso es lo que no hemos aprendido, seguimos bajo el yugo del amor romántico, toda nuestra autonomía y fuerza sale por donde nos entra el amor.

Las relaciones humanas en las que se establece que debe haber fidelidad como abono y conservador para el amor, me parce que es una de las formas más crueles y tortuosas en este planeta, porque los desengaños pueden ser mortales, ya que manifiestan las desigualdades más profundas que enfrentamos las mujeres, la pertenencia y el adueñamiento no sólo de nuestro cuerpo sino de lo más propio como son las  emociones, sentimientos y deseos sexuales que muchas veces orillan a reprimirlas como respuesta casi autómata, sin pensar en nosotras sino en esa persona que duerme a lado.

En qué momento se nos coló eso de la fidelidad y la monogamia como mínimos para obtener amor, incluso es uno de los mandamientos de la iglesia católica y de muchas otras, por qué eso se estableció como parte de un contrato social que sólo ha servido para impedir que seamos libres, pero por qué sólo hacia nosotras, si bien hace algunos siglos atrás no había eso del matrimonio, el cual se inventó para garantizar la protección de los bienes, principalmente de las tierras, y con ello lo que había en ella. Es decir, esa supuesta riqueza acumulada debería quedar en manos de los hijos más no de las hijas y esto aseguraría la pertenencia y la propiedad de ese hombre sobre esa mujer, pero que en realidad se trataba de un control autoritario y de posesión hacia el cuerpo de las mujeres, pero también de su sexualidad y reproducción.

Establecer una relación sexual y posiblemente amorosa, para las mujeres resulta compleja pero también gozosa, y lo que la hace satisfactoria es el encuentro de la desnudes de los cuerpos y el ejercicio de la sexualidad, la experimentación del placer sin atavismos no es sencillo, mucho más si esta práctica sexual se hace con diversas parejas resulta una trasgresión social escandalosa, algo parecido a una revolución que pasa por el cuerpo para reapropiarse de una misma. Descubrirse en cada orgasmo para autoafirmarse como un ser libre y autónomo que tiene vida propia y que este conocimiento es de vital importancia para la toma de decisiones sobre lo que queremos en nuestras vidas pues resulta trascendental.

Pero es importe detenerse un momento y pensar en el cuerpo y la belleza, que para las mujeres es una exigencia permanente, el control sobre el cuerpo esta expresado en la reiterada exigencia de la delgadez como aquel accesorio indispensable para el placer, además de la particularidad de los gustos sobre los senos, las nalgas y el rostro, elementos que juntos conforman una subordinación patriarcal y que es ejercida por mujeres y por hombres, construyendo ideales físicos que no existen, y que posiblemente tampoco harán esas posiciones y prácticas sexuales “eróticas” que han aprendido a través de la pornografía y que en muchas ocasiones terminan siendo prácticas sexuales profundamente violentas, cosificantes e inhumanas.

Las consecuencias son evidentes, a mujeres que se sienten inseguras con su figura les es más complejo relacionarse sexualmente, teniendo que trabajar mucho sobre su aceptación y contra las manifestaciones de odio que hay sobre la gordura, hasta transformarla en gordofobia y su asociación enfermiza a la vida supuestamente saludable.

Pero también hay hombres que son inseguros por su falta de aceptación a lo que su cuerpo les espeta; para muestra un botón: ahí están las páginas para hacer match, tinder, buscar pareja, etc. donde hay hombres insatisfechos en muchos sentidos, reforzando estereotipos inalcanzables y muchas veces inexistentes sobre el ideal de la mujer que buscan, situaciones que terminan sacando lo peor de esas personas y llegando a ser un riesgo para las mujeres, aunque hay sus debidas excepciones, pero que también hay que tener presente una exposición al acoso y a la violencia.

En estos tiempos de pandemia, las mujeres siguen enfrentando el desafío de la fidelidad y de la monogamia que en silencio se asume como si fuera una decisión personal pero en muchos casos no lo es, porque para ejercer su sexualidad y con ello el placer no todas pueden hacerlo libremente con quien quieren y desean sino con quien se casan y que mucha veces estas relaciones no les satisfacen como tampoco sexualmente hablando, lo que marca profundas diferencias y conflictos, en la que muchas mujeres se ven ahogando sus deseos en la tristeza o depresión y en la imposibilidad de separase.

Aunque también hay mujeres que han logrado desafiar esos lastres conservadores de pertenencia hacia un sólo hombre, teniendo relaciones de pareja extramaritales, en ocasiones como una forma de venganza ante lo que les ha hecho el marido, más no como una forma de liberación y decisión sobre su cuerpo para encontrar el placer que resulte satisfactorio, algunas que ejercen libremente su sexualidad resultan ser muy cuidadosas y discretas, algunas permanecen al lado de un sólo hombre por largo tiempo hasta esperar que este les brinde un lugar “socialmente” aceptado y deje de ser la amante, el plato de segunda mesa, es decir que las sigan moralizando y juzgando.

Pero qué hay de aquellas que ejercen libremente su sexualidad, estableciendo que el único contrato sea el no ser utilizadas para dañar a otra mujer, el reconocimiento de la libertad sobre su cuerpo y sus deseos que le permiten reunirse para el placer y el goce, sin pertenencia sin posesión sólo más que el encuentro y descubrimiento de sus coincidencias y respeto a sus diferencias, logrando fortalecer su autonomía y autodeterminación.

Sin embargo, existen otros desafíos, uno de ellos es el planteamiento de una relación abierta en la que en su mayoría son propuesta de los hombres hacia las mujeres, pero qué significa esto de una relación abierta, me pregunto será verdad que las mujeres pueden relacionarse libre y sexualmente igual que los hombres, posiblemente sí, pero socialmente no lo creo, quien establece esta regla la impone de alguna manera y con ventaja a sabiendas que no se podrá exigir o establecer algún tipo de contrato que permita un trato justo y equitativo en la relación, habrá experiencias en las cuales estoy segura que se podrá pero desafortunadamente siempre sale alguien con alguna perdida o pena que casi siempre es de amor.

La fidelidad y la monogamia no se hicieron para que las mujeres seamos libres, se inventaron para subordinarnos con el cuento de protegernos, impedir adueñarnos de nuestros cuerpos y deseos.

Aunque cada vez que escucho en los discursos de que la familia es el pilar de la sociedad, en realidad nos están repitiendo un decreto que debe ser abolido, la idea de que la familia esta naturalmente compuesta por un hombre y una mujer, y que además su fin último es la reproducción, me parece una hipocresía no sólo ancestral sino de lo más cínica, cuántos hombres y mujeres no han tenido que esconderse atrás de un matrimonio y de la conformación de una familia para que nadie de cuenta de su homosexualidad o de la importancia del ejercicio de su sexualidad sin fines reproductivos, lo que conlleva a una doble vida en la que muchas veces sale caro por la clandestinidad.

Para amar hay que ser libres, no renunciar a lo que somos, ir con nuestros deseos y nuestros anhelos a todas partes, cultivarnos para que no dependamos y estemos en la miseria y en la desolación, únicamente amarnos y creernos de verdad que valemos mucho, así como somos tal cual, recordemos que “lo personal es político” y no hay revolución sin libertad y sexualidad.

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