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Nuestra patria, a través de Hipólito Mora

¿Qué diablos le está pasando a nuestra nación y a nuestra gente? ¿Cuándo perdimos nuestra verdadera identidad? ¿Cuándo olvidamos nuestras raíces, nuestra herencia y nuestros valores? ¿Cuándo nos volvimos cobardes, egoístas y corruptibles? Recuerdo lo que era sentir verdadero orgullo de pertenecer a esta gran república, cuando marchábamos como alumnos de la primaria para honrar a nuestra bandera, a nuestros héroes revolucionarios, y a nuestra patria.

Recuerdo haber escuchado con pasión las historias de héroes como Zapata, Madero, Villa e Hidalgo. Me encantaba conocer sobre su valentía al oponerse a la opresión, a la corrupción y a la desigualdad, y su valor de luchar por la defensa de la vida y los derechos de sus familias, de sus comunidades y de sus compatriotas.

Desafortunadamente, siento que la valentía y los valores de nuestros héroes ya no resuenan en la mayoría de los mexicanos de hoy. Tristemente descubro que mis valores personales ya no se ven reflejados en la mayoría de nuestros líderes, ni los académicos, ni las personas más influyentes de nuestra sociedad. Me encuentro sintiéndome confundido y decepcionado una y otra vez, al ver en lo que se ha convertido nuestro amado país y cultura. Me cuesta aceptar que la mayoría de mis conciudadanos están demasiado asustados de la realidad en que vivimos, o simplemente demasiado indiferentes para defender sus derechos y valores.

El abandono de dichos valores quedó en plena exhibición la semana pasada, luego del cobarde asesinato de un valiente defensor de la verdad, la justicia y la libertad, que la historia siempre recordará como Hipólito Mora. Un hombre que un día decidió audazmente que ya no permitiría que se siguieran violando sus derechos y libertades ni los de sus vecinos. Él también decidió que prefería “morir de pie que vivir de rodillas.”

Decidió que él y todos los campesinos y pobladores de la región de La Ruana tenían el derecho de poder trabajar sus tierras y vender sus cosechas sin tener que vivir bajo la malvada opresión de los narco-terroristas que controlan ilegalmente la región. Sabía que el gobierno era y es demasiado corrupto e indiferente para anteponer verdaderamente las necesidades del pueblo, ya que hacía mucho tiempo, abandonaron su deber más importante, la de defender la vida y los derechos de los mexicanos, y eso definitivamente no ha cambiado.

Al notar que los derechos de él y de su comunidad, eran pisoteados más y más cada día, se dio cuenta de que estaban solos. Por eso hizo lo que cada mexicano debería hacer en tales circunstancias, organizó su propia revolución en contra de los sicarios traidores y políticos corruptos que controlaban la zona, para así defender los derechos y libertades por los que vivieron y murieron los héroes de nuestra patria.

Después de años de opresión y debido a la ineptitud y falta de voluntad del estado para tomar acciones concretas, él y otros valientes hombres y mujeres de la región, decidieron tomar armas en su propia defensa. Se encontraban con una gran desventaja al tener acceso limitado a buenas armas y recursos. Las probabilidades estaban en su contra, pero eso nunca ha detenido a los verdaderos revolucionarios. Tenían la verdad y el honor de su lado, y eso les daría la fuerza que necesitaban para sobre ponerse, y eso es exactamente lo que hicieron. Sin embargo, no fue sin un gran sacrificio ya que muchos perdieron su vida en la lucha, pero sabían que no les quedaba alternativa si querían vivir en paz.

A través de su valentía si establecieron una relativa paz y libertad en la región durante varios años. La gente por fin podía trabajar y vivir sin ser amenazada, controlada y extorsionada por criminales despiadados. La batalla había sido ganada, pero la guerra estaba lejos de terminar. Hipólito y sus vecinos continuaron organizándose y patrullando la región para mantener alejados a los narco-terroristas y garantizar la seguridad. Finalmente pudo obtener un poco de apoyo de los oficiales y arriesgó su vida identificando a los criminales y a sus laboratorios de drogas para que pudieran ser arrestados y los laboratorios destruidos. Esto, por supuesto, causó que recibiera más amenazas y también hubo varios intentos de asesinato, pero él estaba decidido a no abandonar su hogar, ni su granja, ni a sus vecinos. Se mantuvo firme en sus convicciones y finalmente las selló con su propia sangre.

Nadie en el gobierno federal o estatal, ha estado dispuesto ni ha sido capaz de establecer seguridad para la región de Tierra Caliente desde hace muchos años, y el actual jefe del Ejecutivo ha demostrado ser el más limitado en brindar seguridad de toda la historia de nuestro país. Lamentablemente, no parece importarle mucho la seguridad del pueblo, sólo piensa en quién de su partido será su sucesor.

Muchos de nosotros nos dimos cuenta de esta realidad desde hace varios años atrás, pero lo que realmente duele es ver cómo esta actitud de laissez-faire con respecto a la paz y la libertad ha envenenado nuestras instituciones y también a la sociedad, sin hablar del histórico nivel de corrupción institucional que empeora la situación drásticamente.

Hipólito Mora fue un mártir que dio su vida defendiendo a su familia, a su comunidad y a los valores sobre los que se fundó nuestra república, pero ese no fue ni siquiera su mayor sacrificio. Al igual que a su mismo Dios, la sangre de su valiente y amado hijo se derramó para poder establecer la justicia. Tuvo que sufrir la cosa más difícil y horrible que puede un padre, y aun así nunca vaciló en la causa.

¿Cómo fue tratado en su vida y después en su muerte? La respuesta me enferma y realmente me rompe el corazón. Cuando el gobernador del estado de Michoacán, Alfredo Ramírez, respondió a algunos reporteros que le preguntaron sobre el trágico asesinato, el manifestó puras sonrisas y alegría, una imagen perfecta de los políticos corruptos, insensibles y egoístas que controlan la mayoría de nuestro gobierno en los tres niveles.

Cuando se le preguntó al presidente de la república sobre el magnicidio, lo único que pudo hacer fue culpar a sus antecesores y tratar de pintar a Hipólito como un criminal por haber tomado las armas para defender a su libertad contra los tiranos. Nuestro presidente terminó sus comentarios sobre el asunto sacando un muñeco a su imagen y estallando en carcajadas. Nunca había presenciado tal desprecio e insensibilidad por parte de ningún ser humano respetable en toda mi vida.

¿Hipólito recibió el funeral de héroe que se merecía? ¡Absolutamente no! Ni un solo dignatario o político se presentó a honrarlo, y el líder militar que se presentó para expresar condolencias a los tres guardias asignados para proteger a Hipólito que trágicamente también perdieron sus vidas durante el ataque, sólo presentó sus respetos a los tres soldados y sus familias. No se atrevió a honrar a Hipólito con su presencia en su funeral por temor a ofender a sus superiores y a su presidente.

No hubo una procesión fúnebre masiva ni multitudes de amigos y vecinos o compañeros de la lucha. La mayoría estaban demasiado asustados o indiferentes para asistir. No hubo banderas a media asta, ni discursos para honrar su vida y su lucha. Su funeral fue un asunto solitario, con sólo pocos familiares y amigos y otros pocos valientes reporteros presentes para atestiguar y documentar el evento.

No puedo evitar sentir que los héroes revolucionarios de nuestra nación se están revolviendo en sus tumbas y, como yo, preguntándose a sí mismo “¿Qué le ha pasado a nuestra patria?” He aquí un hombre que vivió y murió defendiendo su libertad como tantos de ellos, y que fue la encarnación de la convicción de que “un soldado en cada hijo te dio”. Esta semana la triste verdad me ha quedado más clara que nunca, nos hemos convertido en una nación con muchos cobardes que sólo están dispuestos a luchar por lo propio, incluso si eso significa abandonar el respeto por los derechos de los demás, y la gran mayoría de nuestros líderes políticos reflejan esa realidad.

¡Despierta México! No habrá un Quetzalcóatl que venga a salvarnos de los que nos oprimen, nos roban, nos asesinan y nos hacen vivir bajo terror. La semilla de la libertad debe crecer dentro de cada uno de nosotros individualmente primero. Debemos dejar de ser insensibles a la opresión de nuestros conciudadanos. Debemos dejar de tolerar las mentiras, las excusas y la corrupción de nuestros líderes, y debemos defender la justicia y la libertad en todo momento.

No olvidemos que la opresión, la extorsión, el secuestro y el asesinato de nuestros conciudadanos, no se detendrá con ellos si permanecemos en silencio y neutrales. Como dice el dicho que se le atribuye a Edmund Burke… “Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada”. Como dije una vez en una entrevista… “como pueblo tenemos que entender que no hay causas ajenas.” Estamos todos juntos en este caos, y la verdadera fuerza se encuentra en la comunidad y en la unidad.

åQue el asesinato de Hipólito nos recuerde a todos esta verdad y que nos dé fuerza y determinación. Hoy no honraré la muerte de este guerrero, pero hoy y siempre honraré su legado. Porque los verdaderos héroes nunca mueren. Su espíritu vive en cada alma digna y nos inspiran a ser mejores, a ser más fuertes y a nunca olvidar la gran verdad escrita en la biblia… “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.”

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