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Nudos de la vida común. Entre datos y opiniones

“Solo me fío de las estadísticas que he manipulado”. Winston Churchill

En los medios informativos, no todo lo que brilla es oro. La era de la información no está resultando ser la del conocimiento. El fácil acceso a la comunicación pública a través de la internet, ha posibilitado un copioso flujo de datos y opiniones que alimentan nuestro juicio sobre la vida común, y con ello, sobre la forma como nos conducimos en la misma.  Dentro del caos especulativo de las redes sociales, el único filtro para discernir entre lo real y lo ficticio, es un lector crítico.

La internet se ha convertido en un instrumento de comunicación ágil y omnipresente.   Según el portal alemán de estadísticas de mercado en línea, Statista, cada minuto se transmiten 69 millones de mensajes en el mundo a través de whatsapp o messenger, se comparten 695,000 millones de historias en instagram y se envían casi 200 millones de correos electrónicos. En solo un minuto.

La información en línea se ha constituido en la fuente de “verdades”, tanto ciertas como artificiales. A través de las redes sociales, las personas recibimos la mayor parte de información que consumimos día a día. Así como en el pasado, todo aquello que era publicado por un periódico o comunicado por un telenoticiero era tomado como verídico, lo que aparece en las redes es asumido como real.  Ni entonces ni ahora es sensato revestir de verdad a un mensaje por el simple hecho de aparecer en un medio público. 

En un mundo diverso, con realidades colmadas de desigualdad, es prácticamente imposible tener una perspectiva única y válida.  Cada uno de quienes tomamos un micrófono o una computadora para compartir un mensaje, tenemos tras de nosotros una historia, una formación, una aspiración, una necesidad y hasta un compromiso único y diferente que nos hace apreciar los hechos y los datos de una manera diferente.  Justo como sucede con cada espectador o lector.

Nadie somos el poseedor de la verdad única; tan solo reflejamos una parte de ella.   Corresponde al que la consume, ser quien la evalúa y la acepta o la descarta.  He ahí la gran responsabilidad del receptor: recuperar el poder de la información de las manos de los medios y asumirlo como un ejercicio crítico de sus propias capacidades.

Cuando alguien nos da un dato, de esos que llamamos duros por estar expresado en un número, es importante cuestionar la metodología y el rigor científico con el que se llegó a esa cifra, así como la intención del uso de la misma.

Por ejemplo, cuando hablamos de inflación en nuestro país, tenemos que tener en cuenta que se trata de un aumento de precios generalizado en un grupo de productos de consumo básico en un periodo de tiempo determinado.  Es decir,  el conjunto de artículos utilizados como base de cálculo, no coincide precisamente con lo que consume cada uno de nosotros en lo particular, por tanto, el índice que publica el Banco de México referido como inflación, no expresa con certidumbre el impacto del incremento de precios en nuestros bolsillos.

Tan es así, que tenemos tres índices para dimensionar la inflación: en octubre de este año, la inflación general fue de 0.84% respecto al mes de septiembre.  Sin embargo, la inflación subyacente (la que no incluye alimentos no procesados y energía, que son los de mayor volatilidad en precios) fue de 0.49%, mientras que la no subyacente (la que mide precisamente los rubros anteriormente señalados y que componen la mayor parte de los gastos familiares de los mexicanos) fue de 1.87%. Si leemos una noticia sobre inflación, la primera pregunta para hacernos es ¿cuál dato de los anteriores es al que están haciendo referencia?  Como podemos ver,  si alguien desea mostrar un desempeño económico pobre del país, utilizará el índice de inflación no subyacente; si alguien quiere vanagloriarse de la política económica del país, utilizará el índice de inflación subyacente. Así es como surgen “los otros datos”.

Ahora, en apreciaciones de la realidad más cualitativas, como lo son las opiniones vertidas por personajes públicos, es común confundir el mensaje con la persona.  De esta forma, podemos caer en apreciaciones falsas de la información si la validamos o descartamos según qué tanto nos identifiquemos con las personas o los medios que los emiten, sin cuestionar su veracidad o sus intenciones. 

Creer en algo por afinidad, nos pone en el riesgo de la ceguera de taller, que nos puede llevar a cerrarnos  en nuestro propio mundo y con ello, ignorar realidades allende una percepción disminuida y posiblemente hasta distorsionada.  La creencia basada en afinidad es un riesgo enorme para la vida común, pues en una sociedad internauta que basa sus relaciones en redes sociales, se expande de manera masiva y veloz sin dar pausa para la reflexión y la apreciación de la realidad. Es cuando una mentira se repite mil veces para convertirse en realidad[1].

Necesitamos convertirnos en ciudadanos y ciudadanas críticos para tomar decisiones en nuestra vida común, asumiendo nuestra responsabilidad sobre la información que forma nuestro criterio.  Dos buenas prácticas para hacerlo, es corroborar los datos y las fuentes de la información que consumimos y ver siempre el otro lado de la historia.

Escuchar al que piensa diferente denota fortaleza de criterio y pensamiento independiente y es la puerta que abre al diálogo que construye acuerdos.  Por el contrario, descalificar y cancelar a quien tiene una opinión opuesta, es muestra de inseguridad en nuestras creencias, pues pareciera que validar una experiencia diferente, anula la propia.

El punto de partida de cada nudo semanal es la apuesta a abrir conversaciones sobre los temas de nuestra vida común en un marco de diversidad intelectual, axiológica y emocional.  La premisa es que cada lector es una persona con una visión única y valiosa de la vida común, y que en los nudos hace una pausa de reflexión ejerciendo su capacidad de pensar de manera crítica e independiente.

Aprovecho esta edición, para agradecer a todos ustedes apreciables lectores, con quienes en muchas ocasiones podemos no coincidir en nuestra apreciación de la realidad, que sigan leyendo y compartiendo, pues lo que sí compartimos es el anhelo de construir una vida común plena y próspera para todos a través del entendimiento y respeto mutuo.


[1] Joseph Goebbels, jefe de propaganda nazi.

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