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Nudos de la vida común. Celebrar la vida

Cuando aprendes a sufrir, sufres mucho menos

– Thich Nhat Hanh

No sé cómo es su experiencia, apreciables lectores, pero una charla común que escucho en los días cercanos al cierre del año, es describir a éste, como uno muy difícil, comentario que se repite cada diciembre, aderezado regularmente con un profundo e impotente suspiro.  Al chocar las copas durante las celebraciones deseamos salud y prosperidad para los presentes e invocamos al año por venir como una especie de genio que decidirá sobre nuestro futuro, regalándonos experiencias de sabores surtidos. 

De manera muy humana, cuando la fortuna está de nuestro lado, la adjudicamos a nuestras buenas decisiones y acciones, pero cuando se aleja, las atribuimos a la negligencia o mala voluntad de los demás, o a una suerte caprichosa. Pero cuando se trata de las personas a nuestro alrededor, asumimos lo contrario: si les va bien, es por su buena estrella; si les va mal, es porque algo hicieron de manera equivocada o bien, por que lo merecían. 

Estas posturas ante el acontecer de la existencia, son sesgos de percepción que pueden ser tanto personales como colectivos, y que dependen de nuestras experiencias de vida así como de la influencia de nuestros referentes. La actitud de un líder, ya sea de drama y sufrimiento o de crecimiento y optimismo, va a permear en el ánimo de sus seguidores, sean su familia, sus colaboradores o sus gobernados. 

El tema es que la forma en que percibimos las cosas afecta la dirección en que tomamos decisiones. Si nuestra percepción distorsiona la realidad, podemos empeñar nuestro futuro a través de las acciones que tomamos guiados por un sesgo que nos hace ver borroso. Por ejemplo, la queja, la crítica y la victimización parecen tener buena taquilla, pues validarla en los demás, nos cura en salud de las acciones que ejecutamos y que eventualmente pudieran conducir a nuestros reveses, con lo cual, nos eximimos de cualquier responsabilidad sobre el rumbo que tome nuestra propia vida. Al asumirnos víctimas y no protagonistas, demandamos que la vida nos sea resuelta por alguien más, ya sea una persona, un ser superior, un gobernante o una vuelta al calendario y renunciamos al control de nuestro destino. 

Pero también existen personas que exhalan optimismo por los poros, y cada día salen a la calle esperando lo mejor de su mundo, percibiéndose con poder suficiente para guiar su suerte. Esta actitud les permite enfrentar con ligereza y habilidad los altibajos de la vida, que sin duda, se hacen presentes en el día a día.

Pero independientemente de la postura que tengamos ante los hechos que forman este entramado de la vida, ésta va sucediendo y va construyendo nuestra propia historia, con luces y sombras, con alegrías y perturbaciones, con éxitos y fracasos. Sin embargo, el número de estos no determina nuestra calidad de vida, sino más bien qué forma adquirimos con las herramientas y materiales que vamos recibiendo en el devenir del tiempo. 

Definitivamente, no sabemos qué traerá el 2024. Se avecinan retos grandes de la vida común, como son la elección de gobernantes en diferentes niveles; la lucha contra una inflación que parece no ceder; el acecho de la inteligencia artificial que anuncia una nueva revolución en nuestra forma de vida y de trabajar; la factura que la naturaleza se niega a perdonarnos después de tanto abuso de sus recursos y las crisis sociales que recrudecen antagonismos, entre tantas cosas que no aún no podemos prever. 

Pero también, el 2024 podría sorprendernos con avances en la ciencia y tecnología que conduzcan a una mejor calidad de vida para todos, con el fin de las guerras en Gaza y Ucrania, con un salto consciente en la humanidad que nos permita recuperar el medio ambiente y la reconstrucción del tejido social, y por supuesto, con el recordatorio de nuestra vocación a la fraternidad que nos hacen eventos como los juegos olímpicos. En fin, todo puede pasar. 

La vida no es plana para nadie y la felicidad se asemeja más a la paz que a la alegría. Parece que justo ahí está el truco: encontrar el reposo de la mente y del corazón en medio de esa incertidumbre vertiginosa y caótica que ofrece la vida, y que más que brindar condiciones para el regocijo, nos moldea el alma para descubrirnos y gozarnos en nuestra esencia y celebrar la vida.

¡Muy feliz año 2024, amables lectores! ¡Gracias por seguir leyendo!

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