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Nudos de la vida común. Abrazar la vida

Cuando aprendes a sufrir, sufres mucho menos

  • Thich Nhat Hanh

Ha llegado la Navidad nuevamente y con ella, las reflexiones de fin de año que muchos de nosotros y nosotras solemos hacer. Al cerrar un ciclo, tenemos esta tendencia a hacer, con frecuencia en silencio, el balance del año y calcular todo tipo de saldos: económico, personal, familiar, social, emocional e incluso espiritual. La forma común de ponerle “palomita” al año, es cuando este saldo resulta positivo: es decir, donde los eventos que nos agradan pesan más que aquéllos que no.

Sin embargo, puede sucedernos que, con el transcurso de los años, descubrimos que la vida se entreteje con los hilos de los sucesos afortunados y luminosos y  con los de los días oscuros y pesarosos, en un ritmo que a veces se asemeja a un vals, dándonos tiempo de disfrutar los primeros y digerir los segundos y que en otras ocasiones, parece una samba, donde los tiempos difíciles llegan como oleadas continuas, que de repente, parece que no nos dejan tiempo de respirar.

En el recuento, los hechos positivos resultan fáciles de recordar y manejar. Son motivo de disfrute y algarabía y para eso están, para ser celebrados y tatuados en nuestro ADN como la fuerza que nos dice que la vida vale vivirla a fondo.

No obstante, en ocasiones, la vida nos ofrece una realidad desafortunada que nos reta dándonos la oportunidad de cambiarla; pero en otras, la tragedia se instala en nuestra existencia sin revés posible, sin que podamos hacer nada para dar marcha atrás a lo acontecido.  En uno y otro caso, estas experiencias terminan por transformarnos, ya sea contando con nuestra voluntad o sin ella.

En la vida no todo es actitud ni todo es destino. Se dice que la realidad es neutra y que somos las personas las que les damos una carga positiva o negativa. Si bien una actitud que tiende a ver la oportunidad y el crecimiento ayuda a enfrentar con mayor fluidez los desafíos de la vida, también es cierto que hay hechos que suceden de manera totalmente impredecible y ajena a nuestra voluntad y capacidad. Efectivamente, pasan cosas buenas y pasan cosas malas frente a las cuales no tenemos más que hacer que elegir la actitud con la que les damos cara, como decía Frankl.

La psicología nos dice que cuando experimentamos una pérdida, pasamos por un duelo, y que este se supera cuando somos capaces de aceptar nuestra nueva realidad y aprender de la experiencia.  Quizás esto no se trata tanto de asentir ante lo sucedido, pues hay eventos que son prácticamente imposibles de aceptar en el corazón. Y a veces, buscar un aprendizaje, es casi un ritual precautorio para que no nos vuelva a suceder algo que quizás estuvo revestido de azar.  Quizás esta aceptación y aprendizaje se tratan más bien de abrazar a la persona en la que nos convertimos después de tales sucesos

Así, la invitación, amables lectores, es que en estos días de hacer cuentas con la vida de lo que nos ofreció durante este año, calculemos nuestro saldo valorando la persona en la que nos transformamos y abracemos al yo del 2023 antes de que el nuevo año empiece a esculpir una nueva versión de nosotros.

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