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 Hombres identificando y trabajando sus violencias, una apuesta necesaria para la prevención

Como lo hemos platicado, la violencia contra las niñas y mujeres tiene su origen en una cultura históricamente machista, patriarcal y sexista, que justifica el maltrato, el acoso y el abuso sexual hacia ellas, de ahí la imperiosa necesidad de la construcción de nuevos modelos de masculinidades que ayudarán a luchar contra esta arraigada realidad de violencia que vivimos en todo el mundo.

“La masculinidad es entonces un conjunto de atributos, valores, funciones y conductas que se suponen esenciales al varón en una cultura determinada. Para el caso de América Latina existe un modelo dominante de masculinidad, visto como un modelo que cada cultura construye y en el cual se presenta al varón como esencialmente ‘superior’ por lo cual puede discriminar y subordinar a la mujer y a otros hombres que no se adaptan a dicho modelo”1, realidad que observamos a diario en nuestro país y que representa una masculinidad que fomenta la cultura machista, que a su vez fomenta la violencia contra niñas y mujeres y la normalización de la misma.

La prevención de dicha violencia pasa por dos vertientes claras: la primera que las mujeres sepan sus derechos identifique las diferentes tipos y modalidades de violencias, las formas en las que se desarrollan, el grado de riesgo de cada violencia y la forma y lugar en donde denunciarlas; y la segunda, trabajar en la construcción de nuevos modelos de masculinidades, todo lo anterior con el fin de ir permeando en la sociedad en aras de la prevención.

La primera vertiente, es ampliamente trabajada desde muchos espacios, la segunda sigue siendo complicada, la generación de nuevas identidades masculinas que sean saludables y no violentas, basadas en el respeto, aunque con muchos avances, sigue siendo un tabú y una pared difícil de escalar. Sin embargo, estas nuevas identidades nos ayudan a producir actitudes más equitativas sobre las relaciones entre hombres y mujeres sin la violencia de por medio, lo que por resultado se convierte en un cambio crucial para reducir la violencia, y su normalización.

Sin embargo, la realidad de violencia contra las mujeres nos obliga a revisar ambas vertientes y entender por qué es necesario trabajar en la construcción de nuevos modelos de masculinidades:

A nivel mundial la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la violencia contra la mujer – especialmente la ejercida por su pareja y la violencia sexual- constituye un grave problema de salud pública y una violación de los derechos humanos de las mujeres, señalando que alrededor de una de cada tres (35%) mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida. Y que en la mayoría de estos casos son violencia infligida por la pareja. Realidad que se torna más preocupante cuando leemos que casi un tercio (30%) de las mujeres que han tenido una relación de pareja refieren haber sufrido alguna forma de violencia física y/o sexual por parte de su pareja en algún momento de su vida, así como que un 38% de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo son cometidos por su pareja masculina.

En México, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 20163, señala que de las mujeres de 15 años y más el 66.1% han sufrido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o discriminación a lo largo de su vida en al menos un ámbito y ejercida por cualquier agresor, el 49.0% violencia emocional, 41.3% violencia física.

Otro dato revelador es el que nos señala que en los últimos 12 meses 10.3% de las mujeres de 15 años y más, fue víctima de algún acto violento por parte de algún integrante de su familia sin considerar al esposo o pareja y que los agresores más señalados son los hermanos, el padre y la madre. Los principales agresores sexuales son los tíos y los primos.

Mientras que en relación con la violencia ejercida por la pareja el 43.9% de mujeres de 15 años y más han experimentado violencia por parte de su actual o última pareja, esposo o novio a lo largo de la relación, por tipo de violencia según periodo de referencia, el 23.2% es de tipo emocional y el 17.9% física.

Dato importante y alarmante es el que nos señala que el 78.6%, no solicitó apoyo y no presentó una denuncia, mientras que sólo solicitó apoyo el 8.8%, el 5.6% sólo denunció y el 5.6% solicito apoyo y denunció. Y entre las principales razones por las que no solicitaron apoyo o no denunciaron las agresiones físicas y/o sexuales de su actual o última pareja o esposo o novio se encuentran que el 28.8%, piensa que se trató de algo sin importancia que no le afectó, el 19.8% por miedo a las consecuencias, el 17.3% por vergüenza, el 14.8 % porque no sabía dónde denunciar, el 11.4% por sus hijos, el 10.3% por qué no quiere que su familia se entere, el 6.5% porque no confía en las autoridades y el 5.6% no sabía que existían leyes para sancionar la violencia.

Por su parte datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública nos señala que de las 10,945,043 llamadas realizadas al 911 entre enero a agosto del 2020, el 4.33% corresponde a violencia familiar, el 1.47% violencia de pareja.

Ahora bien, el Estudio Mundial sobre el Homicidio de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito UNODC4, señalo que dos tercios de las víctimas de homicidio cometido por compañeros íntimos o por familiares son mujeres, y señala que “Si bien a nivel mundial 79% de las víctimas de homicidio son hombres, en el contexto familiar y de relaciones de pareja las mujeres están en un riesgo considerablemente mayor que los hombres. Aunado a lo anterior, cerca de 95% de los homicidas a nivel global son hombres, un porcentaje más o menos constante de país a país y entre regiones, independientemente de la tipología de homicidio o el arma empleada”. Este estudio también señala que “casi la mitad (47%) de todas las víctimas femeninas en 2012 fueron asesinadas por sus compañeros íntimos o familiares, en comparación con menos de 6% de las víctimas masculinas.

Por todos estos datos, es necesario realizar en todas las áreas y con todas las personas un trabajo profundo de deconstrucción de estereotipos de género que fomentan la misoginia y la violencia contra las niñas y mujeres, así como también y de manera prioritaria una reflexión profunda del papel de los hombres en la prevención de la violencia contra niñas y mujeres, el Instituto de la Paz de los Estados Unidos 5 señala que, los programas e intervenciones prometedores que se centran en brindar apoyo psicosocial y desarrollar conductas no violentas e identidades masculinas más saludables, están brindando lecciones sobre cómo abordar los desafíos y obstáculos para involucrar a los hombres en una paz sostenible y prevenir conflictos y violencia.

“El proceso de desechar las creencias machistas que sostienen el ejercicio de la violencia contra las mujeres y el darle un significado más autónomo, menos competitivo y demostrativo al hecho de ser hombre y, al final, más gratificante, es largo, porque lo que hemos aprendido en muchos años y se ha enraizado profundamente en nosotros, no es posible cambiarlo de la noche a la mañana. Sin embargo, es posible empezar este proceso deteniendo la violencia en la casa”.

Atendiendo a todas estas realidades, surge el interés por que, desde el Estado de Michoacán, a través de las plataformas digitales del Gobierno del Estado y de la Secretaría de Igualdad Sustantiva y Desarrollo de las Mujeres (SEIMUJER), se refuerce la prevención de la violencia contra las niñas y mujeres a partir de la generación de espacios donde puedan analizarse las violencias e incidir en la transformación de estereotipos masculinos marcados, que originan la violencia contra ellas, por lo que el pasado 2 de octubre del 2020 dio inicio la Escuela de Hombres para Prevenir y Atender la Violencia contra las Mujeres, con un total de 987 participantes inscritos en lo que será la primera generación de hombres que tienen interés de hacer un cambio en las percepciones y los significados de aquello que se valora como masculinidad y su relación en la prevención de la violencia contra las mujeres. Sin lugar a duda el reto es grande y complejo, pero el resultado será esperanzador.

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