Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción
- Simón Bolívar
El discurso de AMLO en su celebración de tercer aniversario de gobierno fue realmente perfecto. Describe al país en el que todos deseamos vivir: igualitario, justo y lleno de oportunidades. Un país autosuficiente y próspero… y construido con los otros datos. Pero, ¿eso importa?
Los seres humanos resolvemos muchos de nuestros conflictos y frustraciones en la fantasía. Es parte del poder del pensamiento. Así como un pensamiento destructivo puede afectar nuestro estado emocional, nuestras conductas y nuestra percepción del entorno, la fantasía crea un espacio donde acariciamos la felicidad y el bienestar. Así se explica cómo el pueblo está feliz, feliz.
La fantasía alivia, al menos temporalmente, mucho sufrimiento humano. Por ejemplo, si nuestro equipo de fútbol gana un partido experimentamos una sensación de éxito que puede eclipsar la frustración de un trabajo mediocre y mal pagado. Una serie romántica, puede hacernos partícipes del amor más sublime, incondicional e idílico, disminuyendo el dolor que produce el roce cotidiano de las relaciones más significativas en nuestras vidas.
En el llamado AMLOfest, Andrés Manuel hizo gala de recursos comunicacionales persuasivos. Con un lenguaje sumamente claro y fácil de comprender, brindó frases y hechos que apelaron a las emociones de su audiencia, validando sus otros datos y creando una cerca de ignorancia sobre los graves temas macroeconómicos y sociales del país.
Por ejemplo, afirmaciones erróneas como la entrega puntual de las participaciones a los estados, el respeto a la independencia de poderes y la disminución de homicidios en el país, estaban entreveradas entre el agradecimiento a las remesas enviadas por los migrantes a sus familias, las medallas de deportistas paralímpicos y hasta alusiones bíblicas.
Desde su trono, López Obrador arengó a los asistentes con temas sensibles, como una nueva ley laboral – cuando solo se trató de una reforma a un apartado muy específico -, o como las grandes tragedias de los años anteriores a su gobierno, como la guardería ABC o la mina Pasta de Conchos, pero no habló ni de la línea 12 del metro ni las decenas de personas que murieron incendiadas en Hidalgo durante su lucha contra el huachicoleo. Por supuesto, la escasez de medicamentos nuevamente fue defendida pues en el combate a la corrupción, se vuelven admisibles los daños colaterales, como la salud e incluso la vida de las personas. Ciertamente, la corrupción nunca debió tolerarse, pero ahora resulta el pretexto perfecto para la militarización del país y el ocultamiento de la ineptitud operativa.
En su campaña con MORENA, López Obrador fue muy hábil al vender esperanza. Pues eso es lo que necesitaba la gente. Su alabada tercera transformación del país, la revolución mexicana, en realidad no trajo ningún progreso a la población. Únicamente organizó el poder político en partidos, entregándolo por más de 70 años a una cúpula política que se enriqueció gracias a él. Ciertamente, abrió paso a una clase media, ahora atacada pertinazmente por el jefe del ejecutivo federal, pero la pobreza y la miseria siguieron creciendo a la par. La gente necesitaba una visión de futuro, y definitivamente, Obrador la ofreció.
Existe un fenómeno muy humano que se llama ansiedad doxástica. Se trata de una angustia frente a ideas y creencias que nos amenazan al cuestionarnos nuestra forma de vida o de pensar, o incluso, de nuestra zona de comodidad. Si un acercamiento a la realidad puede tocar las ideas que mantienen nuestra forma de vida, optamos por la ignorancia, que aparentemente nos promete sentirnos menos miserables.
AMLO sin duda sabe conquistar a las masas. En este discurso, utilizó una narrativa muy inteligente y eficaz para lograr incrementar la fidelidad de sus simpatizantes. En eso, Andrés Manuel le lleva la delantera por mucho a la oposición. Ésta ha caído en el juego de descalificaciones, burlas y ridiculización que lejos de sacar de la oscuridad a los seguidores de López Obrador, hace que cierren aún más sus filas contra todo aquello que él ha introyectado en el imaginario popular como el enemigo, el adversario.
Los datos y hechos reales quedan fuera de la frontera de ignorancia que AMLO ha creado en su discurso. Por esta ansiedad doxástica, el pueblo bueno y sabio experimenta protección y seguridad en la burbuja creada por su líder espiritual.
Desde la información, la ciencia y el conocimiento no se podrá, desafortunadamente, despertar la conciencia de las y los mexicanos. La estrategia viable en estos momentos, es la empatía y la conexión emocional desde lo personal. Desde el discurso de superioridad, no se puede apoyar a nadie ni pedirle que se sume a una propuesta alternativa a lo que se pregona en Palacio Nacional. Desde el diálogo de tú a tú, que escucha en verdad, y el trato justo, digno e igualitario a aquéllos más vulnerables que nosotros, es que podemos llevar a cabo la verdadera transformación de nuestro país.
Necesitamos una oposición que deje de predicar desde el púlpito y que haga lo que hizo AMLO, tocar el corazón de la gente para abrir espacios de entendimiento y construcción del verdadero bienestar en nuestra vida común.
