En Michoacán y a lo largo de todo México, el IMSS-Bienestar ha sido presentado como una respuesta contundente a las carencias históricas de nuestro sistema de salud.
Sin embargo, su implementación ha traído consigo una serie de retos que, combinados con las decisiones y acciones tomadas por la actual administración, nos invitan a reflexionar profundamente sobre el presente y el futuro de la salud en nuestro país.
Un secretario de salud con experiencia, pero con claras limitaciones.
Por otro lado, el Dr. David Kershenobich, actual Secretario de Salud, es una figura que no necesita introducción en los círculos médicos.
Su experiencia y legado en instituciones como el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán son indiscutibles, no obstante, su gestión al frente de la Secretaría de Salud ha sido, hasta ahora, más reactiva que proactiva.
No es un secreto que el sistema de salud mexicano enfrenta un cúmulo de problemas que se han acumulado a lo largo de varios sexenios. Desde hospitales con infraestructura precaria hasta el recurrente desabasto de medicamentos, la situación exige liderazgo firme, energía y estrategias bien definidas.
Aunque sería injusto atribuir todas las fallas al Dr. Kershenobich, su avanzada edad y el ritmo vertiginoso que requiere el puesto han llevado a muchos a preguntarse si alguien con mayor vitalidad podría implementar soluciones más efectivas.
Esto no es una crítica a su capacidad intelectual, sino una observación de las necesidades prácticas del cargo en este momento tan crítico.
Excelentes promesas de campaña, ahora, simplemente son inexistentes.
Durante la campaña presidencial de la Dra. Claudia Sheinbaum, los “Diálogos por la Salud” fueron un espacio donde el Dr. Kershenobich planteó propuestas esperanzadoras.
Habló sobre la universalización de la atención médica, el fortalecimiento del personal de salud y la mejora en la distribución de medicamentos.
Sin embargo, en sus recientes apariciones en las conferencias matutinas, estas promesas han quedado en el aire. ¿Dónde están esas estrategias bien estructuradas que se presentaron durante la campaña? ¿Se implementarán o quedarán en el olvido?
Estas preguntas no solo reflejan dudas personales, sino la inquietud de millones de mexicanos que vemos con escepticismo el futuro del sistema de salud.
Hablemos del IMSS-Bienestar.
El IMSS-Bienestar, una pieza clave en la estrategia de salud actual, busca garantizar atención médica para toda la población, especialmente para aquellos sin acceso a seguridad social.
En teoría, es un proyecto noble y necesario, pero la universalización de la atención, sin una base sólida, podría traer más problemas que soluciones.
En los últimos 18 años, hemos visto cómo decisiones apresuradas han llevado al colapso parcial de servicios públicos. Sin una planeación adecuada, un diagnóstico profundo y la asignación suficiente de recursos, el IMSS-Bienestar corre el riesgo de convertirse en un sistema saturado, incapaz de responder a las necesidades de una población creciente.
Este escenario no solo afectaría al sector público, sino que también tendría repercusiones en el privado, creando un círculo vicioso de desconfianza y deterioro.
Una prioridad ignorada.
Otro punto crítico es la falta de atención a las demandas del personal médico y de enfermería. En múltiples estados, incluyendo Michoacán, trabajadores de la salud han alzado la voz no solo por mejores condiciones laborales, salarios justos y recursos adecuados para desempeñar sus funciones, sino, sobre todo, por el desabasto de medicamentos.
La falta de insumos esenciales ha sido una constante que agrava la ya difícil situación en los hospitales públicos. Esta carencia no solo afecta la capacidad de los profesionales para ofrecer atención de calidad, sino que también recae directamente en las familias de los pacientes.
En teoría, la atención médica en instituciones públicas debería ser gratuita; sin embargo, en la práctica, los familiares de los pacientes terminan desembolsando grandes sumas de dinero para cubrir medicamentos e insumos básicos que deberían estar disponibles.
En muchos casos, este gasto representa un golpe devastador para familias de bajos recursos, quienes deben endeudarse o hacer sacrificios extremos para garantizar la atención de sus seres queridos.
El personal de salud no solo merece ser escuchado; necesita ser apoyado con acciones concretas. Sin ellos y sin los recursos necesarios para realizar su labor, cualquier modelo de atención, por prometedor que sea, está destinado al fracaso.
Un sistema en riesgo.
La situación actual exige un enfoque integral que vaya más allá de apagar fuegos. Se necesita una estrategia nacional que incluya:
Un diagnóstico actualizado: Conocer a profundidad las necesidades específicas de cada región del país.
Transparencia en la ejecución: Informar a la población sobre las acciones tomadas y los resultados obtenidos.
Inversión en infraestructura y personal: Asegurar que cada hospital y centro de salud tenga lo necesario para operar eficientemente.
Escucha activa: Dar prioridad a las voces del personal médico, quienes están en la primera línea de batalla.
El Dr. Kershenobich, con toda su experiencia, puede ser una figura clave para sentar las bases de esta transformación. Sin embargo, las condiciones actuales demandan un liderazgo que no solo tenga conocimiento, sino también la energía y capacidad para ejecutar cambios significativos.
Como mexicanos, no podemos darnos el lujo de permanecer indiferentes. Es momento de exigir un sistema de salud que esté a la altura de nuestras necesidades y que proteja a todos por igual.
Porque la salud no es un privilegio, es un derecho.
Nos vemos en la próxima columna, estimado lector.
