En medio de la crisis que desató la pandemia del COVID- 19 en Italia, la Iglesia Católica y sus fieles en el Vaticano conmemoraron el Viernes Santo, en soledad, en una Plaza de San Pedro desierta y silenciosa, en la que los creyentes recordaron el juicio, la condena, el viacrucis, la crucifixión y la muerte de Jesús.
Por voluntad del Papa, las meditaciones fueron escritas por catorce carceleros, todos ellos reflexionaron sobre la pasión de Jesús, aplicándola en su propia vida. Entre ellos, además, cinco personas detenidas, una familia víctima de un delito de homicidio, la hija de un hombre condenado a cadena perpetua, una educadora de instituciones penitenciarias, un juez de vigilancia penitenciaria, la madre de una persona detenida, una catequista, un fraile voluntario, un agente de policía penitenciaria y un sacerdote que fue acusado y luego absuelto definitivamente por la justicia, tras ocho años de proceso ordinario.
El Papa Francisco rezó por todos aquellos que sufren por el nuevo coronavirus y refirió que ni la potencia militar, ni la tecnología bastan para salvarnos de un virus y de manera alentadora espera que después de esta crisis sanitaria sea un parteaguas para una nueva vida, una vida más fraterna, más humana y más cristiana.