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Nudos de la Vida Común. Un mundo neurodivergente

2a. Parte

La neurodiversidad puede ser el lugar de nacimiento

de algunas de las mentes más grandes de la humanidad.

  • Harvey Blume

En la entrega anterior hablábamos sobre el hecho de que la neurodiversidad es una realidad en nuestra vida común que necesitamos visibilizar pero sobre todo, aprender a convivir con las personas que tienen esta condición, especialmente adultos en el mundo laboral, que debido a lo poco que se conoce de la misma y lo reciente de nuestra consciencia sobre ello, se encuentran en la mayoría de los casos sin diagnosticar y sin un tratamiento que les permita adaptarse a un mundo hecho para la mayoría y no para las diferencias.

Como comentábamos, la gama de neurodivergencias es muy amplia, y trae diferentes niveles de funcionalidad en las personas. Hay casos que guardan mayor distancia con lo que hemos calificado como normal, y por ello, su incorporación al mundo laboral aparenta ser una misión imposible. No obstante, debemos considerar más bien que las reglas del juego que hemos puesto, tanto en los social como en lo laboral, son lo que hace complicado la adaptación de la población neurodivergente, y que quizás, todos podemos beneficiarnos si flexibilizamos nuestros paradigmas.

Empecemos con lo elemental: la comunicación.  Proporcionar instrucciones claras y cortas, que no supongan una interpretación por parte de los receptores  y que sean contundentes, es un principio básico para la puesta en común de ideas.  Para un neurodivergente, la información es leída de manera directa, sin buscar recovecos, metáforas ni dobles intenciones. ¿Por qué un neurotípico habría que dar vueltas para solicitar algo en vez de decirlo directamente? ¿Por qué no confirmar los datos y los hechos antes de actuar, cerciorándose que todos estamos en la misma página? Este es un punto donde todos podríamos coincidir y beneficiarnos grandemente, independientemente de cómo esté configurado nuestro cerebro.

Para la mente neurodivergente, la vida es lineal: las cosas suceden de manera secuencial siguiendo algún patrón lógico. Luego entonces, pensar fuera de la caja requiere salirnos del contexto lineal y sumergirnos en uno que nos ubique en otro patrón de pensamiento. Es así que los espacios creativos  son necesarios tanto para neurodivergentes como para neurotípicos, nada más que los segundos, hemos creído que estar sentados frente a un escritorio tradicional, rodeado de cuatro paredes o mamparas grises, nos va a ser suficientemente estimulante para generar ideas novedosas y disruptivas. Para crear, todos necesitamos dopamina, y proporcionar entornos que estimulen la imaginación puede impulsar el desarrollo de propuestas innovadoras que respondan con mayor rapidez a las necesidades y cambios del entorno.

Los neurotípicos hemos aprendido a vivir en el caos, pues éste nos pide menos compromiso y nos otorga mayor laxitud en nuestra eficiencia. Los neurodivergentes encuentran en el orden y la rutina la fórmula que les garantiza un trabajo bien hecho. Al final del día, las rutinas nos dan seguridad – desde nuestro nacimiento hasta el final de la vida -. De pronto, es fácil rechazar las rutinas y calificarlas de aburridas y limitantes. Sin embargo, una rutina no es precisamente el equivalente a monotonía, sino que se refiere a un conjunto de hábitos saludables que nos permiten realizar acciones necesarias con precisión y eficiencia, sin un desgaste innecesario de energía. Un ejemplo muy sencillo es el hábito de tender la cama. Hacer de esta actividad una rutina, permite realizarlo con mayor rapidez y sin entrar en la negociación interna con las demás tareas a realizar al inicio de cada día. Una rutina despeja la mente de lo cotidiano, pues deja de ser una preocupación, permitiendo canalizar la energía hacia actividades más estratégicas. Nuevamente, crear estructuras y rutinas de trabajo, sigue siendo valioso para todos y todas.

Finalmente, el manejo de la desregulación emocional que pueden presentar algunas neurodivergencias es una gran lección de la gestión de emociones. Cada uno de nosotros es dueño de sus propias emociones. Sobre las de los demás, no tenemos nada que hacer. Si tenemos claro que una persona por su condición presenta estallidos emocionales, resulta más sencillo no engancharnos con las mismas, pues sabemos que no es algo personal con nosotros o los demás. Esta consciencia nos da control sobre nuestras propias emociones.  Y una vez más, aprender que las reacciones de los demás tienen que ver con ellos y no con nosotros, es una herramienta valiosa para crecer en nuestra gestión emocional, y eso nos viene bien a todos, tanto en lo individual como en lo colectivo.

Romper el paradigma de diseñar entornos y puestos laborales alineados a lo que juzgamos normal, no solo permite una cultura laboral inclusiva, sino que permite capitalizar el talento tanto de neurotípicos como de neurodivergentes.

Celebremos, pues, amables lectores, nuestras diferencias, pues en ellas, encontramos respuestas para una vida común más rica y armónica. Al final del día, no hay una línea que defina quién es neurotípico y quién no, por lo que es probable que todos podamos crear una vida común más vibrante aportando un poco de nuestra propia neurodivergencia. 

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