Todo lo que perjudique la unidad debe ser eliminado
- Mao Tse Tung
La erosión de la cohesión social es el quinto riesgo global percibido para los próximos dos años, según la Encuesta de Percepción de Riesgos Globales del Foro Mundial Económico[1]. Según el propio organismo, este riesgo se define como la pérdida del capital social y la fragmentación de las comunidades, que conduce al debilitamiento de la estabilidad social, la disminución del bienestar individual y colectivo y la reducción de la productividad económica.
Si bien es cierto que “mal de muchos, consuelo de tontos”, para quien escribe esta columna ha resultado muy iluminador comprender que la polarización social que vivimos, es un fenómeno global: no importa que tan boyante sea la economía o que tanto avance científico y tecnológico está logrando una sociedad, todas padecemos de lo mismo. El problema, es que este riesgo global, ha venido escalando apresuradamente en los últimos años, y amenaza el nivel de bienestar en nuestra vida común.
En el informe al que hacemos referencia, llama la atención que esta polarización social es más una consecuencia que una causa. Es decir, proviene de una serie de tensiones sociales que desembocan en una fractura que vulnera la unidad de la población.
Según el estudio, los factores que dan pie a esta desintegración son la migración involuntaria a gran escala, la crisis por el aumento de costo de vida, la prolongada recesión económica, el colapso de los servicios públicos y la proliferación de las actividades económicas ilícitas. Es en estos temas, pues, donde las autoridades de los diferentes niveles de gobierno y países, necesitan cooperar para generar estrategias efectivas para enfrentar este fenómeno y tener una oportunidad de darle la vuelta.
Ahora bien, permítanme estimados lectores conducir su atención a otro punto que me parece aún más preocupante sobre este fenómeno: sus comorbilidades. Resulta que la polarización social presenta una correlación muy íntima con otros cuatro riesgos globales de alta prevalencia: la falta y tergiversación de la información, el colapso de los Estados, el severo deterioro de la salud mental de la población y, sorpréndase conmigo, amable lector, el terrorismo.
De las cuatro amenazas para la humanidad con las cuales la polarización danza a dúo, dos son susceptibles de ser abordadas desde la esfera más personal, donde individualmente, todos tenemos algo por hacer: el cuidado de la salud mental y el aprender a manejar la información de manera ética y responsable.
En cuanto a la salud mental, vale la pena recordar que se trata de un equilibrio entre la persona y su entorno. Esta relación está fuertemente determinada por la forma en que pensamos, sentimos y actuamos cuando enfrentamos la vida. Es justo ahí, donde cobra importancia la necesidad de verdaderamente educar para la vida y no solo para el trabajo. El logro del mencionado equilibrio, comprende el bienestar emocional, psicológico y social y se refleja en cómo tomamos decisiones y la forma en que enfrentamos las tensiones de la vida, pero sobre todo, en la manera en que contribuimos al desarrollo de nuestra comunidad. El deterioro de la salud mental es pues, una causa que detona una reacción en cadena hacia el fracaso de la sociedad.
La relación entre la desinformación y la polarización social es bastante más evidente. En la era de las redes sociales, donde basta decir que “el otro” miente para manipular la opinión pública sin necesidad de argumentar o presentar evidencias, y donde confundimos al emisor con el mensaje, la razón ha dejado de estar anclada en el descubrimiento de la verdad. Damos crédito a la información por quien la dice, y no cuestionamos su sustento o los intereses ocultos tras ella. La realidad vista por una sola lente parece ser suficiente para tomar una postura, pues la capacidad de discernir se ha extinguido. La opacidad, la desinformación y la ausencia del pensamiento crítico, forman un círculo vicioso que crea una espiral descendente hacia la destrucción de la unidad social, lugar donde no puede haber bienestar para nadie y donde todos perdemos.
Desde lo individual, es bastante improbable que logremos desarrollar en la población una actitud crítica frente a la información en el corto plazo. Los esfuerzos por crear consciencia a través de publicaciones en redes sociales, sino están sólidamente argumentados y sustentados, lo único que hacen es sumar a esta maquiavélica desinformación y seguir abriendo la llaga en nuestra sociedad dividida.
Por el contrario, como ciudadanos podemos contribuir a disminuir esta brecha social, siendo responsables de la información que diseminamos. Necesitamos verificar que todo aquello que compartamos o argumentemos, corresponda lo más fielmente posible, a la verdad. Y en lo posible, necesitamos ampliar nuestro umbral de la misma, a través del conocimiento y la cultura.
El acceso a la información es un derecho humano, pues nos permite adquirir elementos que nos posibilitan tomar decisiones en favor de nuestro bienestar individual y colectivo. Entre más acceso a la información tengamos todos, podremos ser más críticos de los eventos sociales que nos afectan y aumentaremos nuestras posibilidades de construir acuerdos que nos lleven a la unidad, aún estando en medio de la divergencia.
La erosión de la cohesión social es un riesgo que no debemos desdeñar, pues no se reduce a “tirar odio” en redes sociales, ni siquiera a demostraciones amenazantes como desfiles de ataúdes. Se trata de un fenómeno que determina el bienestar de la vida común, en lo emocional, lo psicológico, lo social y lo económico. Es nuestra calidad de vida la que está en juego. Ojalá podamos verlo en toda la dimensión de su gravedad y actuar en consecuencia de manera responsable.
[1] https://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risks_Report_2023.pdf
