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Nudos de la vida común.  Más mexicanos, menos presidencia

La diferencia entre un esclavo y un ciudadano es que el ciudadano

puede preguntarse por su vida y cambiarla

-Alejandro Gándara

Treinta países, que en conjunto representan el 40% de la población mundial, elegirán nuevos gobernantes durante este 2024. En el contexto globalizado, estos procesos electorales dejan de ser un tema interno, pues inevitablemente, lo que suceda en un país, repercute en el ánimo y la decisión de los otros.  Con el uso intensivo de las comunicaciones digitales, estaremos teniendo acceso a información y eventos que suceden en otros países, con contextos diferentes y con los cuales seguramente nos estaremos comparando e incluso, en más de una ocasión confundiremos hechos sucedidos en otras geografías con los nuestros.

Desafortunadamente, la política sigue siendo un fenómeno de discusiones distributivas, donde lejos de crear valor social en todas sus dimensiones, se trata de una suma cero donde al ganar uno, pierden todos los demás.  Así se encuentra en estos momentos el estado evolutivo de la sociedad, si se puede llamar así. En pleno siglo XXI, nos enfrentamos a la incapacidad de encontrar formas de coexistir en nuestra diversidad de intereses, aspiraciones y necesidades. El miedo a que el bien del otro signifique mi propio mal, nos ensarta en este juego de ofensas y defensas infinitas, donde reconocer al otro y su verdad, más que un acto de respeto y dignidad, se convierte en una intolerable vulnerabilidad. Y justo, lo que hemos perdido en esta contienda, son dos valores fundamentales para la convivencia social: el respeto y la dignidad.

En México, perfilado hacia su primera presidencia femenina, las inminentes campañas electorales despiertan la expectativa sobre el tono que tendrán las mismas. ¿Seguiremos escuchando discursos descalificadores entre las rivales, salpicados de los trapos al sol de las protagonistas y de sus círculos cercanos?¿ O tendremos la oportunidad de recibir propuestas sobre cómo México puede convertirse en el país de todas y todos?

Esto último se antoja bastante utópico si lo vemos desde nuestra realidad política: al final del día, estamos viendo una contienda del PRI contra el PRI.  Si bien durante el gobierno de la 4T no nos convertimos en Venezuela, es un hecho que regresamos a las arcaicas prácticas políticas de los tiempos del PRI en la presidencia. Podemos entrar en alegatos sobre los resultados del desempeño económico y social de México de este sexenio y compararlo con los de los sexenios anteriores y justo el resultado será una suma cero, quedamos tablas.  Este regreso a los setentas y ochentas nos pone en una situación frágil en lo económico, pues la estabilidad de México está sostenida por el decaimiento de la situación financiera que presentan nuestros principales socios comerciales y no por productividad ni fortalecimiento de las expectativas del país en el mundo -con todo y estrategias nearshoring-. Sin embargo, esta no es la gran debilidad de México. Todo apunta que nuestra fragilidad será revelada durante las campañas electorales, al confirmarse que los mexicanos perdimos la unidad nacional al dejarnos llevar por esos discursos de odio, por la férrea adversidad que construimos en una gran medida apoyados en instrumentos como las comunicaciones basadas en tecnología que se esperaban fueran para la difusión del conocimiento y la cultura y que terminaron siendo diseminadores de desprecio y de una cultura de cancelación, donde lo que verdaderamente se ha suprimido, es el diálogo y el entendimiento.

El orgullo  y la identidad nacional no se perdieron en la globalización. Se disolvieron cuando empezamos a vernos distintos y nuestra diferencia fue motivo de exclusión y repudio, cuando nos dejamos convencer de que el otro bando era malo e indigno y que teníamos que derrotarlo, festejando sus caídas, pues entre más bajo caen ellos, tenemos un pozo más grande para nosotros seguir descendiendo.

Es momento de que tomemos consciencia de que el futuro de nuestra nación no está en manos de quien ocupe la silla presidencial, pues ya la historia nos ha demostrado que si bien la alternancia del poder ha contenido el rumbo del país en cierta medida, también es cierto que ningún color partidario ha logrado dar ese salto de desarrollo y crecimiento que nos permita una vida más plena a todos y todas, pues la vida de la nación, es mucho más que el presidente.

Hoy lo que nos toca es regresar a las raíces de la unidad nacional, rescatando y poniendo por delante los valores que nos hacen ser nosotros y nosotras: el respeto y la dignidad. Es momento de dejar de lado la política barata del descarte y la ofensa. México merece mucho más que una pelea callejera montada en el ciberespacio. Merece nuestra lucha por encontrar caminos comunes para satisfacer las necesidades y anhelos de todos y todas, porque verdaderamente los consideramos valiosos, no porque los veamos como instrumentos para alcanzar los propios. Merece nuestra lucha por garantizar la democracia, para que no volvamos a dejar fuera a nadie nunca más. Merece nuestro voto consciente para mantener el sano equilibrio de poderes y conservar esa libertad que tanta sangre ha costado conquistar.

A riesgo de sonar muy simplista, México necesita mucho más que una Presidenta, más que una cámara legislativa mayoritaria o más que una estructura judicial sólida. México necesita el retorno a nuestra esencia, a la solidaridad, la empatía y la construcción del bien común. Necesitamos diálogos que integren nuestra diversidad para a partir de ello, tomar decisiones colectivas sobre el futuro que deseamos para los mexicanos y las mexicanas.

En los próximos meses, las conversaciones reales y virtuales estarán llenas de opiniones y  anécdotas; datos ciertos y falsos; memes y noticias corroboradas y algunas más, amañadas; análisis profesionales y otros sesgados; testimonios reales y otros inventados pero cuidadosamente producidos. Pulularán en medios digitales noticias sobre la evolución de los cambios de poderes en otros países y seguiremos haciendo comparaciones con México, tomándolos como referencia tanto como modelos a seguir como para advertir que es momento de poner las barbas a remojar. 

Ojalá, amables lectores, nos acerquemos a toda esta información con un lente crítico y responsable y evitemos sumarnos a la pseudo participación ciudadana que solo persigue ahondar en nuestras diferencias, despreciando y desacreditando al otro, sin la intención de vivir una escucha respetuosa y tratar con dignidad la realidad del otro y contentándose con llenar de basura digital la mente y las emociones de los demás ciudadanos, para atraer el voto a la conveniencia propia e ignorando que todos somos parte de esta vida común.

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