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NUDOS DE LA VIDA COMÚN. Los centennials ¿generación de cristal? Segunda parte.

“Todo tiempo pasado fue mejor, solemos decir para vanagloriar lo que nos tocó vivir, lo que nos tocó experimentar… Las generaciones de relevo viven lo suyo y también dirán lo mismo en su momento de observar la película de la vida”. Jorge Carrión

En la edición anterior compartía con ustedes, amables lectores, algunas ideas sobre por qué los centennials, la llamada generación de cristal, no son ni tan frágiles ni tan autocomplacientes, sino que presentan rasgos que son fruto del contexto y crianza que les tocó vivir. 

Conversábamos que los miembros de la  generación X, marcada por una obsesión por el éxito,  también buscaron ser buenos padres, proveyendo a sus hijos de lo que ellos carecieron y leyendo todo lo que tenían a su disposición sobre nuevas tendencias en crianza, aunque muchas veces se vieron limitados en tiempo para aplicarlas.  

Esta mayor atención a los hijos, aunado al avance de la ciencia en temas de salud mental,  dejaron al descubierto otras epidemias: la depresión y la ansiedad, derivadas o acompañadas de una gama de neurodivergencias como el autismo en sus diversas formas y grados, los trastornos de déficit de atención e hiperactividad y de bipolaridad, entre tantos otros.  Y no es que estos trastornos sean propios de esta generación, sino que es hasta ahora que les hemos puesto nombre y tratamiento. Quizás muchos de los que pertenecemos a generaciones anteriores los padecemos – la mayoría son hereditarios -, pero nunca fuimos diagnosticados y por ende, atendidos. Existe la posibilidad de que muchos de nosotros, debido a esa ignorancia de nuestros propios padecimientos, vivimos relaciones complicadas tanto en lo laboral como en lo personal,  incluidos nuestros hijos e hijas y nuestros esfuerzos por ser buenos trabajadores, buenos padres y buenos ciudadanos, se vieron saboteados por algo que nos limitaba y desconocíamos. La generación centennial, creció observando esos comportamientos, sin tener la capacidad de entenderlos y discernir sobre ellos, debido a su corta edad.

Este tipo de condiciones de salud encienden las alertas de los padres en la crianza de la generación centennial. Viven con temores sobre sus hijos y les transmiten la factura completa. El mundo que les heredaron las generaciones anteriores, es hostil y desequilibrado y aprenden a poner límites para protegerse.

Ahora, gracias al boom de las tecnologías de la información, esta generación hiperconectada, crece con mucho más acceso a la información que las que le precedieron y desarrollan un pensamiento crítico que les lleva a desnormalizar las injusticias, las desigualdades y la discriminación.  No es que ellas y ellos se ofendan por todo, sino que son asertivos y se indignan y se pronuncian ante estas realidades sociales que las generaciones anteriores asumimos y aceptamos como el status quo. Ellos están diciendo no más daño al medio ambiente, no más desigualdad de género, no más discriminación de ningún tipo, no más un mundo donde solo unos pocos tienen posibilidad de autorrealizarse y ser felices. Con total transparencia, comunican su postura frente a la vida y toman decisiones para vivir en congruencia con su mirada del mundo.

Muy probablemente, los señalamientos que hacemos a esta generación sobre su fragilidad es nuestra resistencia al cambio, que encubre un miedo a descubrir que estuvimos equivocados en más de una forma. Pero seamos gentiles con nosotros mismos, desde la generación que nos tocó vivir. Nosotros al igual que  los centennial y cualquier generación, somos producto de un contexto y un estilo de crianza, que nos tocaron en suerte, y con lo que tuvimos, construimos nuestra forma de vivir a nuestra manera. La generación de cristal merece la misma oportunidad.  Aunque sus límites y su asertividad sea un estilo muy diferente a nuestra sumisión, no implica de ninguna forma debilidad, sino todo lo contrario.

El objetivo último de este nudo, es invitar al entendimiento intergeneracional. Estamos frente a una generación activa y llena de energía. Si le ponemos de frente los muros de la crítica y la oposición, tendremos una respuesta reactiva y rebelde. Si nos decantamos por el diálogo y la escucha abierta, tenemos aún la posibilidad de participar en su desarrollo siendo guía y apoyo para que logren transformar a la sociedad en una más libre, más justa e incluyente. Un mundo donde todos entramos y donde nadie se queda atrás. 

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