La participación política de las mujeres es fundamental en una democracia, así como las diferentes expresiones que las mujeres han construido para expresarse y colocar su agenda o temas como una prioridad política, siendo el de mayor importancia el de la atención a la violencia, aunque este sigue sin entenderse por las autoridades, de cualquier nivel, pero principalmente las federales.
La violencia contra las mujeres resulta un problema mayor cuando de participación política se trata, ya que se reducen las condiciones de tiempo y seguridad, que permiten a las mujeres organizarse y formar asambleas, grupos o formas distintas de agrupación sin la intervención de un partido político, el que supuestamente llevará sus peticiones y necesidades al máximo pleno como el Congreso o bien las adoptara como plataforma de sus partidos. Sin embargo, ahora en tiempos de la pandemia, eso lo hace mucho más complejo porque las mujeres son quienes no cuentan con los avances tecnológicos que les permitan comunicarse de manera más eficiente, por así decirlo, en términos de tecnología, complejizando la interacción tradicional de que la participación política requiere ser presencial y representativa.
Resulta preocupante en términos de percepción de la ciudadanía, que persista la idea de que las mujeres “deben y pueden” expresarse sin violencia, sus manifestaciones deben estar caracterizadas por lo que se conoce como políticamente “correcto”, es decir, sin romper, rayar, gritar, sin tomar las instituciones públicas y un largo etcétera, desafortunadamente las mujeres sólo han encontrado que radicalizándose es como su agenda y sus necesidades podrán ser tomadas en cuenta y sin la interlocución de los partidos políticos y ya ni se diga de las autoridades o diputados/as.
La participación política de las mujeres, desde siempre, ha encontrado diversas maneras de hacerse presente y hacerse valer, y no siempre los partidos políticos han sido la vía para ello, considero que los partidos políticos están en transición de ser obsoletos para las mujeres, mientras que para algunas personas aun idílicamente ven una consolidación democrática de sus agendas o ideologías al pretender conformar partidos políticos y acceder a recursos públicos, lo que tendría que pensarse muy seriamente si esta es la vía.
Los partidos políticos, al igual que las instituciones, han quedado rebasadas desde hace mucho tiempo como interlocutoras sociales y ciudadanas en la defensa de los derechos humanos de las mujeres, no se diga en el tema de violencia contra las mujeres que tan sólo ha servido de discurso pero que en los hechos no hay un interés real y articulador que permita erradicarla. Me cuesta trabajo creer que la violencia contra las mujeres tan sólo quiera reducirse a la violencia política, como si ese fuera el origen del problema, y no hay más falacia que esa.
He visto con atención los avances en definir la violencia política y su apuración por hacer que se reconozca como un delito, y eso está muy bien, el problema es la
invisibilización de la misma en sus propios partidos políticos, al igual que su banalización y condicionamiento, ya sea para no perder la posibilidad de ejercer una representación o bien acceder a uno de mejor posición porque si no es coaccionando no se podrá escalar a mejor posición, eso en los escenarios cupulares mientras que en los terrenales por así decirlo hay muchas mujeres que son participes de los procesos de promoción del voto y de participación en los distritos para la organización que requieren los candidatos y las candidatas para que se den sus baños de pueblo como dicen y “escuchen” las demandas que tienen.
Lo inquietante es la exposición de esas mujeres que hacen ese trabajo de base quienes están expuestas a la mayor violencia y a la menor escucha, casi siempre son llevadas al límite de los riesgos de ser violentadas sin la protección debida por parte de sus propios partidos y en coordinación con las autoridades que durante los procesos electorales se tornan en “contrincantes” por decir lo menos, ante la ausencia o imparcialidad dependiendo que intereses tengan sobre ese territorio. Pareciera que lo que buscan en tener victimas para que el voto sea a favor o en contra dependiendo de qué lado se este, y es aquí donde las autoridades que velan y son responsables de esta contienda puedan comprender de que se trata la violencia contra las mujeres para que no sea reducida a hechos que son parte del proceso electoral, y que de ninguna manera queremos que se conviertan en eso.
El Instituto Electoral de Michoacán y el Tribunal Electoral del Estado de Michoacán, desde mi punto de vista, deberán integrar a un grupo de personas expertas en la materia, que sean consultantes externas para lograr dos cosas muy puntuales, la primera realizar análisis de contexto que sea indicativo de las violencias contra las mujeres y de la actuación de los partidos políticos responsables de esas participaciones e incidencias para promover el voto y en segundo lugar acelerar los mecanismos de protección que deben implementarse en favor de las mujeres que estén siendo violentadas o amenazadas, con del debido llamado a la acción de sus partidos como responsables de su seguridad e integridad.
Posiblemente, quiero suponer que esto se lleva a cabo, pero la experiencia electoral anterior nos indica que esto no fue así, aun se carece de criterios irreductibles por así decirlo para acordar de forma conjunta que eso es violencia contra las mujeres, además de violencia política como lo hemos visto en los resultados de las denuncias que se interponen por parte de las candidatas o mujeres que ya ocupan un cargo, así como en el resultado de las sentencias, recordemos que el hecho de que sea una mujer quien ocupe el cargo no significa que comprenda y reconozca la violencia contra las mujeres, se requiere mucho más que eso.
El reto será que no haya una sola mujer que sea privada de la vida, ya sea por participar en el proceso electoral o bien que ejerza su voto, ninguna mujer puede perder la vida en el proceso electoral que se avecina, para ello deberán desplegar todos y cada uno de los mecanismos que existan para poder tener una transición pacífica y que cada mujer que desee ejercer su voto, tendrá que tomar en cuenta que el partido político al que le otorgue su confianza deberá tener como parámetro
el respeto irrestricto a los derechos humanos de las mujeres, sin excepción alguna, nada de que estos si y estos no, sino no avanzamos y exigimos todas juntas siempre nos darán por partes lo que la otra mitad de la población ya tiene y puede ejercer sin violencia y sin criminalización, al ejercer libremente sus derechos humanos.
Recodemos que los derechos humanos de las mujeres no son ocurrencias ni creencias, nos merecemos todo lo que por ley se nos debe garantizar y si los partidos políticos nos lo impiden entonces tomaremos las calles, quemaremos y romperemos todo, destruiremos las instituciones y armaremos otras que si nos garanticen una vida libre de violencia y sin discriminación, sólo agarraremos lo que es nuestro y haremos de la política pública no estatal lo que las mujeres necesitamos, ni más ni menos.
no terminan de asumir e integrar en sus agendas la defensa de los derechos humanos de las mujeres, toda la agenda completa, porque hay temas que les parecen que deben ser rechazados o bien acotados a sus ideologías morales y políticas, conforme a los respaldos que sus votantes y benefactores les dicten, por ello los partidos políticos nunca serán una opción viable para hacerlos valer y exigir.
