La insensibilidad nos ha alcanzado, pero lo más grave es que parece haber alcanzado a quienes gobiernan. El fenómeno de la violencia ha adquirido desde hace tiempo estatus de normalidad.
El INAI fue la única institución de nuestro país que se atrevió a contener los impulsos autócratas de López Obrador. Así que seguramente tendrá que prepararse ante una nueva embestida presidencial, especialmente porque para el Ejecutivo Federal es un instituto caro e inútil para contener la corrupción.
El problema es que nuestra entidad acumula un estadístico histórico que, sumado a conflictos que trascienden en el extranjero, como lo es el bloqueo que maestros de la CNTE realizan a las vías que conectan al tren con el puerto más importante del Pacífico mexicano, y que constituye el acceso logístico más atractivo para el mercado asiático en esta zona del continente, lo hace estar, siempre, puntual en la cita de las alertas estadounidenses.
En México existe más de una pandemia. Una que es letal, que mata sin contemplaciones, que deja familias incompletas, que al parecer se contagia entre condiciones de avaricia, ambición, traiciones y ausencia de alma; está fuera de control y se llama “violencia” y para ésta, se ve muy lejana la formulación de vacunas.
La ignorancia es el germen de la desigualdad y la injusticia social. Una desventaja en el conocimiento, deriva en múltiples y diversas desventajas materiales. Se trata de un mal endémico macerado por décadas. Si bien es cierto que AMLO no fue quien puso al pueblo mexicano en esta situación cruel de desventaja, si está capitalizando para sí los frutos de la misma.
Por extraño que parezca, el PRI ha decidido profundizar la narrativa del Presidente de México, enriqueciendo el concepto rector de que, “ser nacionalista y populista, es lo mejor en un país como México”. Desde luego, tengo la impresión que no se dan cuenta que enriquecerán la narrativa del Presidente, salvo que logren convencer que son una “tercera vía”.