Morelia, Mich.- En la intimidad de la Sala 9 del Centro Cultural Clavijero, el pianista ruso Artem Kuznetzov ofreció una velada de profunda sensibilidad y virtuosismo como parte de la 37ª edición del Festival de Música de Morelia Miguel Bernal Jiménez. Su recital, cuidadosamente estructurado, condujo al público por un recorrido histórico y estilístico que abarcó desde el romanticismo mexicano hasta las corrientes más vanguardistas del siglo XX.
El programa abrió con Gargoyles Op. 29 del compositor neoyorquino Lowell Liebermann (1961), una suite escrita en 1989 que combina brillantez técnica con un carácter inquietante y expresivo. Kuznetzov interpretó con precisión cada movimiento, haciendo resaltar la energía rítmica y las atmósferas misteriosas que evocan las figuras pétreas del título.
La segunda obra de la noche, el Nocturno Op. 42 de la pianista y compositora Amparo Ángel (1942), permitió apreciar una faceta más íntima del recital. De raíces colombianas y alma lírica, la pieza mostró la profunda sensibilidad de su autora, cuya labor pedagógica y exploración de la música precolombina dotan a su lenguaje musical de un carácter genuinamente humano.
El programa continuó con un homenaje al genio experimental John Cage (1912-1992), figura clave del siglo XX y creador del célebre piano preparado. Kuznetzov ofreció una lectura respetuosa y reflexiva, recordando que Cage, más allá de sus rupturas, buscaba revelar el silencio y la escucha como formas puras de arte.
Posteriormente, el público disfrutó de una selección de piezas para piano de Manuel M. Ponce (1882-1948), símbolo del nacionalismo mexicano. En estas obras, Kuznetzov logró resaltar el equilibrio entre la elegancia romántica y la identidad mexicana que caracterizan al compositor, dejando entrever un lirismo cercano y nostálgico.
El tono contemporáneo regresó con los Estudios para piano del estadounidense Philip Glass (1937), donde el intérprete exploró los patrones repetitivos y la intensidad emocional del minimalismo. La precisión rítmica y el control dinámico de Kuznetzov sumergieron al público en una atmósfera hipnótica.
Para cerrar la noche, el pianista abordó fragmentos de Petrushka de Igor Stravinski (1882-1971), en una transcripción que exigió gran destreza técnica. Inspirado en el célebre ballet estrenado en 1911 bajo la producción de Serge Diaghilev, el compositor ruso transformó la historia del títere en una obra llena de color, ritmo y teatralidad que el intérprete plasmó con energía y brillantez.
El recital de Artem Kuznetzov fue un testimonio del poder del piano como vehículo de emoción, historia y transformación artística. El público respondió con una ovación cálida, reconociendo el talento del intérprete y la riqueza del programa.
Este concierto fue posible gracias al valioso apoyo de Banco Azteca, Corporación Azul, Harinera Monarca y CPKC de México, aliados del festival que hacen posible la difusión de la música en todas sus formas.
