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Nudos de la vida común. Estrés contagioso

Segunda Parte

El estrés destruye nuestra capacidad de frenar los impulsos. Nos convierte en un auto sin frenos que termina atropellando a las personas que más queremos

  • David Fischman

¿Qué tanto estrés estamos imprimiendo en los demás? Por supuesto, existe un nivel de estrés que es saludable para detonar la acción y completar desafíos. Sin embargo, esta debe ser una acción consciente y no un reflejo de nuestro propio estrés, pues hay una diferencia grande entre un ambiente estimulante y uno intimidatorio.

Quizás le haya sucedido en alguna ocasión, amable lector, que tomó la llamada o fue interceptado por un vendedor insistente, que pasó de la amabilidad a la presión o incluso al hostigamiento para lograr su objetivo de ventas. Por supuesto, tal vendedor no estaba buscando nuestro beneficio con el producto o servicio que pretendía ensartarnos, sino que su objetivo era lograr sus metas, ya sea personales o de su compañía, y muy probablemente, actuaba de manera reactiva a la propia coacción que él o ella está recibiendo. El tema es que el estrés producido en este tipo de situaciones, tiene muy altas probabilidades de no detenerse ahí,  sino que se mezcla con nuestras propias tensiones, tanto las cotidianas como las eventuales, y termina explotando con personas ajenas a la situación original. Así es como contaminamos nuestros ambientes y relaciones: yendo por la vida pagando el estrés ajeno o endosando el nuestro a quien, como se dice, ni la debe ni la teme.

Este contagio de estrés hace muy complicado enfocarse en la causa raíz e implementar  soluciones y acciones preventivas profundas. De hecho, aún cuando la Secretaría del Trabajo y Previsión Social reconoce la existencia de riesgos psicosociales en los ambientes laborales y ha dictado normas de prevención, las empresas tienden a adjudicar la prevalencia de estrés a los entornos personales de los trabajadores y así se lavan las manos de lo que suceda dentro de sus instalaciones.  Así, mientras los jefes hagan que sus colaboradores alcancen las metas establecidas, los medios resultan justificados. Es de esta forma en que  hacen uso de la autoridad de sus puestos para controlar los intereses de los colaboradores, llegando al hostigamiento y al acoso.

De la misma manera, existen entornos escolares de muy alta exigencia, donde la búsqueda de la excelencia académica se sustenta en demandas de desempeño de los estudiantes muy superiores al nivel requerido para su fase de desarrollo. Con la misma intensidad con la que admiramos a los estudiantes que obtienen logros por encima del estándar de su etapa escolar, debemos poner atención al manejo interno que estas personitas están haciendo con esta expectativa que le hemos sembrado. El estrés y la ansiedad, con frecuencia usan una máscara de madurez y confianza en sí mismos, con la que buscan acorazar el temor a fallar o a dejar de ser valiosos por no cumplir una expectativa que puede ser verdaderamente irracional. 

Lo maquiavélico de estos ejemplos es que este tipo de ambientes responden con frecuencia a agendas personales de quienes toman las decisiones por los grupos que dirigen. En una escuela, los logros de los estudiantes aumentan su prestigio, elevando la posición en el ambiente educativo, y en el caso de las escuelas particulares, sus ganancias.  En los entornos de trabajo, llegar a las metas significa bonos, comisiones, reafirmarse en el puesto o incluso ganar puntos para un ascenso. Es decir, nuestro estrés termina, al final de cuentas, sirviendo a propósitos de personas con poder sobre nosotros, pero afectando a quienes más nos importan, como en una cadena alimenticia donde estamos en los eslabones inferiores.

Con lo anterior, no pretendo sugerir la eliminación de objetivos, fechas límite, sanciones y recompensas, pues son necesarios para dar una guía del desempeño deseado y requerido en todo tipo de entornos. Más aún, la ausencia de los mismos tampoco es saludable, pues causan confusión y desencadenan parálisis, además de abrir la puerta a la apatía y el desinterés.  De lo que se trata es que mantener el enfoque en el trabajo y la productividad, en lo laboral y lo escolar, y de manera análoga en lo social y familiar, no es un resultado de estresar a los miembros del grupo, sino por el contrario, se trata de crear ambientes de seguridad psicológica que permitan construir relaciones genuinas que en lugar de contagiar estrés, inspiren la construcción de una vida común plena. 

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