¿Ha pensado usted, amable lector, en las consecuencias que tiene la construcción de ciudades cada vez más grandes, en donde las superficies de cerros y zonas agrícolas se van urbanizando con calles y avenidas, para edificar todo tipo de construcciones?
De primera instancia, se reduce significativamente la superficie de terreno natural que absorbía el agua de lluvia, permitía la reproducción de vegetación y árboles que permiten una mayor evaporación del agua de lluvia y, por lo tanto, en conjunto propician un mayor confort para los seres humanos. En consecuencia, hoy en día, en las ciudades, el agua de lluvia que cae sobre techos, calles y avenidas se va hacia los drenajes, que al saturarse en su defecto ocasionan inundaciones.
Hace poco más de 100 años, el ingeniero francés François Hennebique construyó un edificio conocido como La villa Hennebique en la ciudad de Bourg-la-Reine, cuya principal característica era una terraza sobre la cual colocó vegetación. Este ejemplo sería retomado como uno de los “Cinco puntos de la arquitectura moderna”, donde señala que los techos pueden dedicarse al sol, convirtiéndose en jardines por los que se pueda pasear y además se ayudaría a aislar térmicamente las construcciones de concreto.
Hoy, a pesar de no constituir una práctica común, se sabe que las azoteas verdes presentan múltiples ventajas: retienen y retardan el volumen del agua de lluvia, al mismo tiempo contribuyen a que una parte de esta se evapore, disminuyendo el riesgo de saturación de los drenajes y contribuyendo a mantener el ciclo hidrológico.
Del mismo modo en que el cambio de color del impermeabilizante, de rojo a blanco, disminuye hasta en un 80% la absorción de energía solar, propiciando que los edificios con una azotea blanca mantengan una temperatura menos cálida en su interior; los techos verdes funcionan como una capa adicional de aislante térmico, que impide la transferencia de calor hacia el interior de la edificación, y esto permite alcanzar condiciones de confort térmico. De manera general existen dos formas de aprovechar las azoteas:
Azoteas verdes extensivas, que consisten en colocar una capa de impermeabilizante especial sobre el techo, para que la humedad de la tierra no se filtre al interior de la edificación. Posteriormente se coloca una capa de tierra con un espesor no mayor a 5 centímetros y encima de ella se siembran plantas. En estos suelen colocarse plantas suculentas, cuyas hojas son carnosas y en las cuales acumulan la humedad que les permite vivir con poco mantenimiento o incluso viven con el agua del rocío que cae cada mañana. Además, su peso no representa un problema y pueden colocarse en cualquier tipo de edificación.
Azoteas verdes intensivas, son más complejos porque incluyen soluciones de drenaje, capas para el almacenamiento de agua y una capa de tierra mayor a 20 centímetros de espesor. En estos se pueden plantar desde arbustos hasta árboles.
Con la finalidad de mejorar las condiciones ambientales de las áreas urbanas, cada uno de nosotros debería asumir el reto de instalar jardines en las azoteas, no se trata de grandes modificaciones, comience con un pequeño espacio, como una incipiente estrategia para garantizar que el agua de lluvia retorne a la atmósfera por la evapotranspiración; además de que, entre más plantas, habrá más capacidad de absorber dióxido de carbono y proporcionar oxígeno. Los estudios registran que las crasuláceas captan, en los grandes conglomerados urbanos, partículas de metales pesados, así como hidrocarburos aromáticos policíclicos, sustancias químicas que se forman durante la incineración incompleta del carbón, el petróleo, el gas, la madera, la basura, el tabaco y la carne asada al carbón, entre otras sustancias orgánicas.
En la medida en la que cada uno de nosotros contribuya con el aprovechamiento de azoteas como áreas verdes, podremos mejorar las condiciones ambientales, cada vez más extremos, en las que habitamos las ciudades.