De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y su monitoreo sobre la población mundial, el día de hoy martes 15 de noviembre del 2022 los habitantes del Planeta sumamos la histórica cifra de 8,000 millones de personas. Una cifra sin precedentes, dado que en 2012 las proyecciones indicaban que para el 2050 la población podría alcanzar los 6,300 millones de personas.
Dicha cifra constituye un asunto relevante, debido a que nuestro mundo actual se caracteriza por los efectos negativos del Cambio Climático, en donde los esfuerzos por disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, la sobre explotación y agotamiento de recursos naturales obligan a plantear una agenda común: la Agenda 2030, a fin de garantizar la permanencia de la especie humana en el planeta.
Debemos de ser menos.
Hace poco más de doscientos años, a finales del siglo XVIII, un economista inglés de nombre Roberth Malthus publicó su “Ensayo sobre el principio de población”, donde identifica y expone lo que consideró un problema, al observar que el ritmo de crecimiento de la población superaba, con creces, la capacidad de producir alimentos, situación que inevitablemente generará hambrunas, conflictos y muerte. Los estudiosos señalan que seguramente el Reverendo Malthus basó sus ideas al observar las discrepancias entre el aumento en el número de bautismos con respecto al número de defunciones.
La solución que planteó Malthus a pesar de ser un hombre religioso consistía en que limitar el número de hijos podía resolver parcialmente la crisis poblacional en ciernes. Él abogaba por la restricción moral y por “evitar el matrimonio hasta que uno tuviese el dinero suficiente como para criar hijos”, como la única manera de mejorar sus condiciones de vida.
Por increíble que parezca, la preocupación de Malthus ha tenido gran influencia en nuestro mundo. Entre 1960 y 1970 México tuvo una política de transición demográfica muy intensa que logró disminuir la tasa de natalidad y mortalidad infantil significativamente. Tal vez más significativo sea el de China, donde después de la creación de la República Popular China (1949-1976), al descender la mortalidad infantil y aumentar la esperanza de vida, su población casi se duplicó y se acercaba a los 1.000 millones en 1979. Para evitar dicho escenario se decretó la política de un único hijo por familia, su cumplimiento se logró mediante incentivos económicos y ventajas para quienes cumplían, y sanciones para quienes no obedecían, incluso abortos y esterilizaciones forzosas.
Disminuimos nuestro crecimiento
Las estadísticas mundiales señalan que en muchos países el número de hijos por familia ha disminuido notablemente en las últimas décadas; la población mundial está creciendo a su ritmo anual más lento desde 1950, por debajo del 1%. Dos terceras partes de la población mundial viven en un país donde el promedio de hijos por mujer es inferior a 2.1, lo que permite considerar que la población de 61 países o áreas disminuirá en un 1% o más entre 2022 y 2050.
Claro que existen diferencias significativas; se prevé que India superará a China como el país más poblado del mundo en 2023, aún cuando en 2015 China modificó su política demográfica y autorizó sin condiciones un máximo de dos hijos por pareja. Este cambio provocó en 2016 un aumento de nacimientos del 7.9%, y a partir del 2012 ya se permite que las parejas tengan un tercer hijo.
Envejecimiento de la población.
Tal vez lo que explique algunos cambios en la política demográfica es, sin duda, el incremento en la población de 65 años o más, que en 2022 se espera que aumente 10%, y en 2050 se estima que este sector de la población llegue a igualar la población de niños menores de 12 años. Aunado a que la esperanza de vida a escala mundial se ha incrementado, para los niños nacidos en 2015 era de 71.4 años (73.8 años para las niñas y 69.1 para los niños), si bien se considera que las perspectivas de cada niño en particular dependen del lugar de nacimiento. En informes de la ONU se indica que los recién nacidos de 29 países tienen una esperanza media de vida igual o superior a 80 años.
Nuestra responsabilidad.
El crecimiento poblacional descrito divide opiniones, entre quienes lo consideran un problema y quienes afirman que es parte inevitable del “desarrollo”. Pero una situación es indiscutible: el problema no se puede resumir en si somos muchos habitantes en el planeta. El principal problema es el nivel de consumo de dichos habitantes. Debemos estar conscientes de que la mayoría de las veces el precio de los productos que consumimos no refleja su coste ambiental o social real.
Algo que inevitablemente incentiva nuestros altos niveles de consumo es la obsolescencia programada, que genere un consumo recurrente de productos, con una vida útil cada vez más corta. Sin olvidar que esto incrementa los desechos que inevitablemente contaminan bosques y mares. Tenemos un modelo de consumo alto e insostenible a largo plazo.
Los cambios en la dinámica demográfica son a mediano y largo plazo, lo inmediato e impostergable es la necesidad de modificar nuestro nivel de consumo. La solución, si bien involucra a gobiernos y empresas, debe comenzar con nosotros los consumidores, pues los productores sólo buscan una mayor ganancia económica. No olvidemos que la Pandemia nos demostró que, al disminuir el consumo de todos nosotros, se disminuyó la producción y por ende la explotación de recursos naturales.
El crecimiento poblacional parece inevitable, los ciudadanos demos de impulsar un cambio en nuestros hábitos de consumo, a través de disminuir o reorientarlo para propiciar una producción responsable y acorde con la realidad ambiental de nuestro planeta.