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Una crítica hacia el discurso mediático sobre los laboratorios clandestinos

En el imaginario colectivo, la idea de un “laboratorio clandestino” evoca imágenes de narcotraficantes en batas blancas, frascos burbujeantes y fórmulas químicas perfectamente calculadas para producir drogas sintéticas como fentanilo o metanfetaminas.

Esta representación, impulsada por películas y medios de comunicación, está muy alejada de la realidad.

Como químico, puedo afirmar con conocimiento de causa que la síntesis de compuestos como estos no es un proceso sencillo ni predecible.

En los laboratorios de investigación, donde se cuenta con equipos altamente especializados y estrictos protocolos de seguridad, lograr una síntesis efectiva de una sustancia es una tarea compleja, muchas veces incierta y llena de riesgos.

Ahora bien, si en entornos controlados con personal capacitado es difícil garantizar una síntesis precisa y pura, ¿qué sucede en los laboratorios clandestinos operados por el crimen organizado?

La respuesta más sencilla y parsimoniosa es la siguiente: en realidad, no sabemos qué están produciendo estos sitios clandestinos.

Solo las autoridades competentes en sus laboratorios correspondientes pueden determinar qué es lo que en realidad se obtiene en esos laboratorios clandestinos, pero como en tantas cosas de la vida política y pública, tienen todo menos lo último, así es, esa información no es pública.

La narrativa oficial sugiere que estos lugares son fábricas improvisadas de fentanilo y metanfetaminas. Sin embargo, la realidad es mucho más preocupante, puesto que, si bien es cierto que estos laboratorios producen sustancias destinadas al tráfico ilegal, lo que realmente están fabricando no siempre es lo que creen o lo que venden.

Por otro lado, la síntesis química no es magia; es un proceso que requiere condiciones exactas de temperatura, presión, sustancias específicas y correctas y tiempo en el que se deben llevar a cabo todos y cada uno de los procesos.

 Cualquier alteración en estos parámetros genera sustancias químicas imprevistas que pueden ser tóxicas o incluso más peligrosos que la sustancia original.

Cuando se habla de fentanilo ilícito, lo más probable es que lo que se está distribuyendo en las calles no sea un fentanilo puro, sino una mezcla de compuestos desconocidos con efectos impredecibles.

Estas sustancias pueden causar desde intoxicaciones severas hasta la muerte por sobredosis.

En un laboratorio legítimo, cada paso del proceso de síntesis es monitoreado con tecnología adecuada y estrictas medidas de seguridad.

Se llevan a cabo análisis químicos para verificar la pureza del producto y descartar cualquier sustancia no deseada, en un laboratorio clandestino, estas precauciones simplemente no existen.

Aquí es donde radica el problema más grande, pues no solo se están produciendo drogas ilegales, sino que se están fabricando compuestos desconocidos que ni el propio crimen organizado, ni las autoridades sanitarias, ni los consumidores saben exactamente qué son.

Las incautaciones de drogas ilícitas a menudo revelan mezclas con sustancias que no figuran en ninguna base de datos de toxicología. Y esto plantea un problema de salud pública aún más complejo, pues sin un análisis detallado en laboratorios con tecnología adecuada, no se puede determinar con certeza qué se está consumiendo en las calles.

El problema del tráfico de drogas sintéticas no se reduce únicamente a su distribución o consumo, sino a la ignorancia sobre lo que realmente contienen estos productos.
El discurso oficial y mediático sobre los laboratorios clandestinos debe ir más allá del sensacionalismo y enfocarse en lo que realmente representan: centros de producción de sustancias químicas incontroladas, con un alto riesgo para la salud pública.

Es necesario un enfoque más serio por parte de las autoridades, que incluya el monitoreo de nuevas sustancias y un control más riguroso de los precursores químicos, pero también una mayor conciencia por parte de la sociedad sobre los verdaderos riesgos del consumo de estas drogas.

Porque al final, la pregunta no es solo si las drogas ilícitas matan, sino qué es exactamente lo que estamos permitiendo que se fabrique y distribuya sin ningún tipo de regulación.

Espero que esta columna nos lleve a la reflexión estimado lector, sobre lo que en realidad pasa en esos lugares, es increíble como las autoridades no se den cuenta cuando los criminales montan laboratorios clandestinos casi casi en sus narices.

Hasta pronto.

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