Después de una promisoria ola democratizadora en el mundo experimentada en las décadas de 1980 y 1990, en el presente siglo se observan signos de regresiones autoritarias tanto en democracias inmaduras como en algunas muy consolidadas. Nuevos caudillos autoritarios han llegado al gobierno mediante elecciones democráticas y luego han buscado desmantelar las instituciones y los mecanismos que les permitieron alcanzar el poder. Este fenómeno ha llamado la atención de académicos y analistas políticos que han publicado numerosos libros sobre el tema: Cómo mueren las democracias de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, Sobre la tiranía y El camino hacia la no libertad de Timothy Snyder, ¿Qué es el populismo? de Jan-Werner Müller, Yo, el pueblo: Cómo el populismo transforma la democracia de Nadia Urbinati, La muerte de la verdad de Michiko Kakutani, El ocaso de la democracia, de Anne Applebaum, entre otros. Este año, el venezolano Moisés Naím añadió un título importante al subgénero de retrocesos democráticos: La revancha de los poderosos.
Moisés Naím fue ministro de Fomento y director del Banco Central de Venezuela, además de director ejecutivo del Banco Mundial. Encabezó durante 14 años la prestigiosa revista Foreign Policy. Es un reconocido articulista de política internacional. Publicó hace casi una década el bestseller mundial El Fin del Poder, en el que explicaba la fragmentación y el debilitamiento del poder de los estados nacionales en la era digital y en medio de la globalización. En su nuevo libro, La revancha de los poderosos, Naím se ocupa de la deriva antidemocrática que busca reconcentrar el poder. Mediante un esquema analítico que denomina “las 3 P”, Populismo, Polarización y Posverdad, formula una suerte de modelo de los nuevos liderazgos autoritarios de este siglo.
Naím explica que los nuevos autócratas pueden responder a signos ideológicos muy diversos entre sí, pero coinciden en las estrategias y los métodos para acaparar el poder y tratar de perpetuarlo. En una apretada síntesis, el modelo de las 3 P puede enunciarse como sigue:
Populismo. El nuevo autócrata pinta una imagen de la política como dividida claramente en dos bandos, “la élite corrupta y codiciosa y el pueblo puro, traicionado y agraviado”. Ante esa fractura social, el líder populista asegura encarnar la voluntad popular. Para obtener el poder, utiliza un discurso simplificador y catastrofista que incita a arrasar el pasado y empezar de cero. Antes y después de ganar el poder, criminaliza a los rivales políticos, los acusa no solo de corruptos, sino de traidores a la patria, con el ardid de una amenaza externa real o ficticia. Los líderes populistas, agrega Naím, son proclives a la militarización: “tienen un largo historial de glorificación de la imaginería militar y de utilizar a las fuerzas armadas y a los grupos paramilitares para intimidar a los disidentes”. También se distinguen por el desprecio a los expertos y científicos, por pertenecer a la élite intelectual. “El populismo vive en un mundo de fe e instinto, no de datos y ciencia”. Igualmente, los medios de comunicación (si son críticos) son estigmatizados como enemigos. La estrategia populista busca erosionar el sistema de pesos y contrapesos institucionales, porque frena la voluntad del líder. Para ello, burlan la ley y la constitución por medio de seudoleyes confeccionadas a capricho. Finalmente, el nuevo autócrata se reviste de mesianismo: el poder encarna en “un líder carismático que encabeza la lucha contra las élites que oprimen al pueblo”.
Polarización. “Demonizar sin descanso a los adversarios y resaltar los asuntos, tanto viejos como nuevos, que dividen a la nación”. La polarización excluye soluciones intermedias, incita a tomar partido entre antinomias artificiales, las partes enfrentadas descartan cualquier concesión para llegar a acuerdos. Los partidos dejan de expresar la pluralidad legítima de la sociedad. El entorno ideal de la polarización es una amplia masa de fanáticos que siguen al líder ciegamente y hostigan y amedrentan a los adversarios o críticos.
Posverdad. La mentira siempre ha sido un recurso de la política real, pero la “posverdad” va más lejos. “El principal objetivo de la posverdad no es que se acepten las mentiras como verdades, sino enturbiar las aguas hasta hacer que sea difícil distinguir la diferencia entre la verdad y la falsedad”. Se trata de desaparecer criterios objetivos elementales sobre qué es verdad, y combatir desde el poder a los hechos con los “hechos alternativos”. Los datos objetivos y las pruebas se doblegan ante el discurso oficial. El conocimiento científico y hasta los hechos comunes evidentes pueden ser negados por la creencia de la masa y la fe en el líder.
“El marco de las tres pes -resume Naím- permite que los nuevos autócratas puedan fingir que encarnan la verdadera voluntad del pueblo, reprimida por las élites corruptas y escondida por unos medios también corruptos. Les permite afirmar que representan la voz del pueblo mientras desmantelan las instituciones que sí sirven para transmitir las verdaderas voces de la gente”.
La venganza de los poderosos, de Moisés Nahím, es un libro muy recomendable a quienes les preocupan los signos de regresión autoritaria que hoy se esparcen por el mundo.
Consejero Electoral del INE