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Nudos de la vida común. ¿Y los libros?

Sigue leyendo. Es una de las más maravillosas aventuras

que cualquier persona puede tener.

  • Lloyd Alexander

Uno de los pocos acuerdos que parecen aún vivos en nuestra vida común es que los libros son un medio eficaz para aumentar el conocimiento y expandir nuestra cultura. Cuando escuchamos el promedio anual de libros que leemos los mexicanos, 3.4 en 2023, nos alarmamos al compararlo con otros países, como Francia con una media de 17 libros por año, Portugal, con 8.5 o Chile, con 5.6. El comentario común es “por eso estamos como estamos”, y juzgamos críticamente a quienes jalan el promedio hacia abajo. Sin embargo, todos contribuimos a esa estadística..

Según datos de statista[1] (2024), la población adulta lectora de libros ha caído de un 50.2% en 2015 a un 40.8%. en 2023. Sin embargo, como toda estadística, hay que desenredarla para tener un acercamiento más claro a la realidad.

El primero es que la lectura ha emigrado del libro al mundo digital, siendo éste el medio preferido de lectura de los jóvenes entre 18 y 34 años de edad. Pero, sorpréndase, amable lector: este grupo etáreo es también el que lee más libros y revistas, de acuerdo al INEGI. El único formato informativo que parece no ser del gusto del grupo de los 18 a 24 años, son los periódicos, sin embargo,  los de 25 a 34 años, son quienes más los consumen de todos los grupos de edad.

Es decir, es una falacia afirmar que los jóvenes de hoy ya no leen. Parece que su alta exposición a pantallas y a la comunicación escrita a través de redes sociales, ha desarrollado cierto hábito y gusto por la lectura, la cual realizan más por esparcimiento que por obligación, ya que el entretenimiento es la principal motivación para leer entre los mexicanos.

La era del internet, además de haber multiplicado los formatos de lectura, también ha hecho proliferar nuevos escritores que comparten sus historias a audiencias muy amplias y diversas a través de plataformas digitales, muchas de ellas abiertas y gratuitas. De la mano de ello, y gracias a tecnologías de impresión de bajo costo, también muchos de estos nuevos escritores van incursionando en la publicación independiente de sus obras, llegando de manera directa a públicos, que si bien no son masivos, les permiten un contacto cercano que los retroalimenta para sus siguientes escritos. Este nuevo mundo de contenidos no aparece en las estadísticas de la industria editorial, por lo que si medimos la lectura por libros vendidos en los canales comerciales, pudiéramos reforzar la idea de que los mexicanos ya no leemos, cuando en realidad lo que sucede es que ya no consumimos el libro tradicional.

Otro hilo sobre el estado de la lectura en México, es que ciertamente, las nuevas generaciones ya no responden al estereotipo  que teníamos del lector como una persona sentada en un sillón viendo a la naturaleza con un libro entre sus manos, mientras humeaba una taza de café a su lado, o el que leía en el transporte público en el trayecto a su destino. Ahora los jóvenes parecen haber sustituido la revista del sanitario por una lectura corta en sus celulares, o mientras hacen una fila para ser atendidos, o cuando escuchan música, comen o incluso, a la par que  ven una serie en televisión. Es decir, para los jóvenes, es una realidad la atención simultánea a múltiples tareas, y entre ellas, incluyen la lectura.

Lo que también parece haber cambiado drásticamente en el consumo de libros, es su uso para el estudio. En la actualidad, solo el 24% de los adultos lectores leen por estudio o trabajo. Antes los libros eran la fuente primordial de conocimiento, la cual ya sabemos que ahora es la internet, desde los navegadores tradicionales hasta la fuerte irrupción que ha tenido la inteligencia artificial en nuestra forma de obtener información. Además de la inmediatez y facilidad de acceso, esta puerta a la ciencia y a la cultura, ofrece la frescura de la información actualizada.

Un hilo más es que, según la misma fuente del INEGI, al avanzar en la edad, las personas vamos dejando de leer. Ocho de cada diez jóvenes entre los 18 y 34 años de edad, leen, mientras que los mayores de 65 solo lo hacen seis de cada diez personas. No obstante, quienes leen en este último grupo, lo hacen por periodos de tiempo más prolongados y como una actividad exclusiva. No se tiene información de las causas de la baja en la lectura en los adultos mayores, pero podemos hipotetizar que se debe a un natural deterioro de las capacidades físicas e intelectuales, a la dificultad de acceder a materiales de lectura derivada de la posible reducción de su movilidad o a que generacionalmente vinculan más la lectura con el conocimiento como un deber introyectado que como una forma de entretenimiento.

Por último, pero quizás lo más importante de explorar es el segmento de adultos no lectores, pues en ellos lo que se encuentra como factor común, es la falta de exposición a los libros durante su crianza: el 80% declara en la encuesta de INEGI, no haber sido llevados a bibliotecas o librerías en su infancia y el 78% que sus padres no les leían de niños y el 68% que nunca vieron a sus padres leer. Es decir, la lectura es un hábito que se forma por contagio.  La encuesta del INEGI no lo pregunta, pero sería también interesante conocer cuántos adultos lectores y cuantos no lectores tuvieron maestros en su educación básica que leían y que compartían con ellos historias y conocimientos que les inspiraron a leer.

La lectura enriquece la vida, fortalece la mente y engrandece el espíritu. Los que pertenecemos a la vieja guardia, quizás seguiremos valorando los libros como aquél tesoro que expandía nuestra imaginación y acrecentaba nuestro intelecto, pero necesitamos aceptar que ya no son más el monopolio del conocimiento, del aprendizaje y del desarrollo social y humano. No dejemos de degustar los libros, sino por el contrario, infundamos con nuestro testimonio el apetito por la lectura a las nuevas generaciones, y abracemos con entusiasmo los nuevos formatos de lectura, que al final del día, también traerán frutos abundantes a los nuevos contextos de nuestra vida común.


[1] Plataforma global de datos e inteligencia de negocios.

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