México no es el país de los diputados o los gobernadores o los burócratas o los líderes sindicales o los monopolistas. Es el país de uno. El país nuestro
– Denisse Dresser
¿Qué haremos los mexicanos después del día de las elecciones? Curiosamente, los dos polos políticos apostaban a mantener el status quo. A conservar la misma moneda, nada más poniéndola del lado del águila o del sol. Finalmente, en tres años de 4T, México sigue viviendo la misma realidad de desigualdad, pobreza y corrupción que se ha amasado desde siempre.
La misma impunidad e injusticia, sólo que con una violencia cada vez más cercana.
La encrucijada de la contienda electoral del 6 de junio nos deja algunas lecciones. Primera, la gran necesidad que tenemos los mexicanos de validarnos a través de nuestras fórmulas de vida. Defendimos nuestras posturas en vivo y en redes sociales con la pasión de un aficionado al fútbol cuando el árbitro marca en su contra; con una necesidad imperiosa de demostrar que yo estoy bien y el otro mal, porque de no ser así, yo no valdría nada. Tristemente, en redes sociales exhibimos nuestras inclinaciones políticas reposteando una y otra vez imágenes con frases de alguien más, frecuentemente adjudicadas a una personalidad que despierta admiración o credibilidad; pocas veces eran producto del análisis de la persona que las compartía. Nos buscamos a nosotros mismos en el reflejo de alguien más.
Segunda, los mexicanos superamos la postura pasiva y agachona para irnos al otro extremo. Las confrontaciones entre ciudadanos se desarrollaron en un tono totalmente agresivo: mi opinión es la correcta, mis datos son los buenos, mi historia es la que cuenta, mi voto es el útil. La asertividad brilló por su ausencia, lo cual solo denota la falta de confianza que tenemos en nosotros mismos: mi pensamiento es válido sólo si el tuyo no lo es. Un discurso distinto hubiera sido: de la misma forma cómo valoro mi punto de vista, valoro el tuyo aunque sea diferente y por tanto, te escucho. Ahí hubiera existido el diálogo y la construcción de un México nuestro.
Tercera, los mexicanos votamos desde las entrañas, no desde la razón. Mucho se habló del voto razonado, que analizáramos las propuestas de ejercicio público de cada candidato. Tales propuestas estuvieron ausentes en debates, entrevistas y mítines. Ahí solo vimos y escuchamos discursos pasionales, dirigidos a las emociones de los mexicanos.
Las propuestas quedaron inertes en la página del INE ¿Usted las buscó, amable lector? Una semana antes de las elecciones, uno de mis hijos se dio a la tarea de leer las propuestas de los candidatos a diputado federal por nuestro distrito inscritas en tal Instituto. Descubrí con sorpresa que la única propuesta que estaba presentada en su totalidad – sin espacios en blanco – y con una estructura lógica, correspondiente al cargo y con acciones concretas y alineadas a su visión política, era la de la candidata del partido opuesto al que yo votaría según mi convicción. Me di cuenta que mi decisión no podría venir de la evaluación de propuestas que tanto nos recomendaron, pues una golondrina no hace verano y la realidad del país es mucho más compleja. El contexto y la evidencia merecían más peso que la razón de la propuesta.
Para cuando usted esté leyendo este nudo, ya tendremos idea de quienes habrán ganado las elecciones. Muy seguramente estaremos viviendo un sentimiento social ubicado en algún lugar entre el miedo, la desesperanza y la revancha y donde una gran parte de la población se experimentará decepcionada y excluida. La pregunta que surge es: y ahora, ¿qué?
Ahora es momento de darnos cuenta que no se trata solo de votar. Ejercer el voto es una responsabilidad carísima, pero insuficiente. Se trata de construir un México nuestro y eso solo lo lograremos con un diálogo asertivo y comprometido con el bienestar común.
Ahora es momento de actuar como ciudadanos críticos y participativos, donde nos acerquemos a las autoridades no para cobrar los favores de campaña ni usar influyentismos para que pongan mi interés o comodidad antes de los otros, ni a pedir la palanca, creyendo que merezco más que otro mexicano. Es momento de acercarnos a quien resulte nuestro representante a demandar un trabajo limpio y honesto, a comunicar las necesidades comunes y a señalar el error.
Ahora es momento de asumir nuestra responsabilidad ciudadana de informarnos de a deveras de la realidad social, de cultivar en nosotros mismos un pensamiento independiente y no seguir como ovejas el cencerro de las frases románticas reenviadas en redes sociales.
Ahora es momento de acercarnos a autoridades del ejecutivo y del legislativo para demandar una verdadera representación de los intereses de nuestras comunidades, con el contexto de nuestras circunstancias.
Ahora es momento del verdadero debate, no ese barato que solo denostó al opositor, sino del que amplía la visión de las cuestiones de la vida común para que todas las voces sean escuchadas y valoradas. Es momento del diálogo asertivo.
En estas elecciones, no hemos entregado el poder: solo tomamos una decisión sobre quién nos representa. El poder sigue estando en nosotros los ciudadanos pero lo cedemos cuando no nos involucramos, cuando dejamos que sea el país de los gobernantes y no el de los mexicanos.