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Nudos de la vida común. Voto ¿responsable?

Ocurra lo que ocurra, toma responsabilidad

  • Tony Robbins

Nos encontramos prácticamente en las vísperas de la jornada electoral 2024. Desde mucho antes del arranque oficial de las campañas políticas, las narrativas públicas han girado en torno a las candidaturas a la Presidencia de México. Hemos escuchado innumerables argumentos a favor y en contra de los contendientes y hemos llamado a hacer efectivo nuestro derecho a votar y decidir. Se ha invitado por muchos medios y formas a razonar el voto, pero la verdad es que las personas tomamos el 90% de nuestras decisiones desde nuestra emoción, y los razonamientos que nos contamos solo sirven para justificar nuestro actuar. Al final del día, cada quien se convence a sí mismo de estar en lo correcto.

Desde nuestra esquina de las redes sociales y el internet, los algoritmos nos sumergen en un sesgo de confirmación que nos mete en una espiral donde no hay cabida a que estemos percibiendo el mundo de manera excluyente y donde el que piensa distinto forzosamente debe estar equivocado, carecer de inteligencia o peor aún, que sus opiniones son inválidas pues él o ella misma, valen menos por tener una perspectiva política que difiere de la mía.

Y de ahí surge una maquillada exhortación al voto razonado, la cual tiene como subtexto la demanda de que la gente cambie de opinión, y en caso de no hacerlo, le daremos la carga de la culpa de la gestión de los ganadores de la elección. Esto en realidad es el germen de la división de las y los mexicanos. Hemos culpado a los simpatizantes de los partidos que han llegado a la presidencia del desempeño de los titulares del poder ejecutivo federal, en lugar de demandar una rendición de cuentas transparente a nuestros gobernantes.

En México el voto, afortunadamente, es libre y secreto. El hecho de que sea libre, no solo significa que nadie debe ejercer coerción sobre nosotros para emitir nuestro sufragio como mejor nos parezca -situación que, desafortunadamente, aún es letra muerta, pues las argucias para inducir el voto son realmente descaradas y suceden a la luz pública sin que la autoridad las detenga.

Pero el voto libre también significa que no se nos puede juzgar, exhibir o atacar por el sentido en que votamos, así como no se nos pueden adjudicar responsabilidades civiles por el devenir consecuente a los resultados de las elecciones. Es decir, si el nuevo gobierno vuelve a defraudarnos y toma medidas que demeritan nuestra calidad de vida, nuestro patrimonio o limitan nuestro derecho al desarrollo de la libre personalidad y demás derechos humanos, no se los podemos cobrar a los votantes. Como ciudadanos, somos responsables en la esfera de lo individual, de la decisión que expresaremos en las urnas este dos de junio, pero en lo colectivo, todos somos responsables de lo que suceda posteriormente.

A partir del 3 de junio debemos asumir la responsabilidad solidaria de los resultados del plebiscito como lo que es, una decisión tomada entre todos, por un acuerdo en que el mecanismo de definición no es el consenso, sino la mayoría. En ese día después es donde inicia el verdadero compromiso ciudadano. De antemano sabemos que solo habrá un ganador del empleo de Presidente de la República, pero quedamos más de 100 millones en el puesto de ciudadanos. La tarea entonces, es cómo cuidamos que nuestro México, con la cabeza que le hayamos puesto, siga funcionando y trabajando para ser un país donde todos entramos, donde todos tenemos posibilidades reales de lograr una vida digna y elegir con libertad lo que queremos para nosotros dentro de nuestra vida común.

El que gane una candidatura diferente a la que votamos, no significa que seamos menos mexicanos y que perdamos derechos y se nos exima de responsabilidades. El que gane la candidatura por quien votamos, tampoco implica que se han ganado privilegios de los cual solo queda disfrutar. Sin importar quién resulte electo, el 3 de junio todas y todos seguimos siendo mexicanos y todos somos responsables de vigilar que las decisiones que se tomen a nivel gubernamental, permanezcan siempre en beneficio de todos, no de las mayorías, aunque parezca contradictorio con nuestro sistema de sufragio.

El poder, ahora más que nunca, necesita ser recuperado por la ciudadanía. En nuestra unidad reside mandar a quien resulte Presidente para que ejecute lo necesario para el bienestar de todos y hacer efectivas las demandas de aquéllo que deje de cumplir. El alto a la corrupción y a la toma de decisiones y uso de recursos bajo criterios de intereses personales o de grupúsculos, es algo que nadie nos va a regalar, sino que como ciudadanos debemos demandar y actuar en consecuencia.

Votar no significa ceder el poder, sino por el contrario, se trata de apropiarnos del mismo participando de manera activa, con responsabilidad y compromiso en nuestra vida común para que nosotros mismos seamos los garantes de la construcción de paz y de una vida digna para todos y todas. .

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