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Nudos de la vida común. Trabajo, dulce trabajo

Dichoso el que gusta las dulzuras del trabajo sin ser su esclavo

– Benito Pérez Galdós

Una nueva reforma en la Ley Federal del Trabajo ya está en proceso en el Congreso de la Unión: la reducción de la semana laboral de 48 a 40 horas.  Por supuesto, las reacciones a esta medida son bastante predecibles: el beneplácito de las y los trabajadores y la resistencia del sector empresarial. Sin embargo, esta iniciativa más que beneficiar a los primeros y mover la conciencia de los segundos, muy posiblemente solo sea un instrumento electoral que incite a un mayor encono entre ambos actores del mundo del trabajo, pues pasa de largo las raíces de los problemas de fondo.   

Esta disminución en las horas laborables sin duda promete una mejora en la calidad de vida de los trabajadores de la iniciativa privada, pues supone una de dos situaciones: liberar tiempo valioso para dedicarlo a la familia, al hogar, la vida social, la salud, la superación personal y la recreación, o bien, obtener un pago adicional por concepto de horas extras. 

No obstante, el pago de horas extras solo ha sido una realidad para quienes trabajan en posiciones operativas en el sector industrial, y normalmente, bajo el amparo de un sindicato. Para puestos administrativos, de supervisión y ejecutivos, o bien, de atención al cliente tasados por hora, la compensación por el exceso de tiempo en el trabajo, es un mito.  

La mayor parte de las y los mexicanos, trabajan anualmente cientos de horas adicionales a su jornada que no son reconocidas. Al estilo del humor mexicano, el pago de horas extras con una pizza se convirtió en un meme para hacer más llevadera esta práctica cotidiana. Ningún trabajador en su sano juicio, demandará ante las autoridades a su empresa por este concepto, pues en automático estará cometiendo suicidio laboral: tendrá que firmar su renuncia y las puertas a otros centros laborales quedarán cerradas para él permanentemente debido a este antecedente.  

La autoridad laboral no tiene ni los recursos y lamentablemente, tampoco el interés (a menos de que exista la posibilidad de obtener una buena propina de parte de la empresa por su silencio), por supervisar y promover buenas prácticas laborales al interior de los organismos productivos, dejando al trabajador con la única opción de “apechugar”. 

Más aún, negarse a trabajar gratuitamente tiempo extra es juzgado como falta de compromiso o no querer “ponerse la camiseta”.  El valiente que se atreva a ello, pasa automáticamente al último lugar de la fila para las promociones e incremento en beneficios; se hará acreedor a que se le asignen las tareas más penosas o riesgosas y se hará blanco de hostigamiento laboral con la esperanza de que “renuncie solito”, en lugar de liquidarlo.  


Quienes opten por sufrir en silencio el abuso de su tiempo, muy probablemente tomen una revancha sutil: si van a pasar muchas horas en el trabajo, será bajo sus términos: alargando el tiempo de comidas, descanso o simplemente de ir al baño, cometiendo negligencias en la calidad o cantidad de trabajo por entregar o incluso, en la operación segura de las tareas por realizar. La pretendida productividad del tiempo extra, se disuelve en una jornada desenfocada y apática. 

Tristemente, lo anterior no son anécdotas de una u otra empresa. Se trata de prácticas tan comunes que han enrarecido la cultura de trabajo en nuestro país. Son reglas del juego no escritas con las que trabajadores y empresa forzan la relación laboral en un encuentro donde todos pierden. Ni el trabajador logra una calidad de vida satisfactoria ni la empresa una productividad que le permita competir con ventaja.

Sin duda, replantear la duración de las jornadas de trabajo es un acto de justicia laboral y una deuda con la clase trabajadora. Sin embargo, es insuficiente. Si el reajuste se limita a la publicación de la ley, derivará únicamente en montos mayores a discutir en indemnizaciones laborales, mayor enfrentamiento, menor colaboración y mayores oportunidades de actos de corrupción. 

Pero estos, son solo algunos de los hilos de este nudo. Si me acompañan, estimados lectores, en la siguiente entrega seguiremos analizando las entrañas de las relaciones laborales en México, para buscar opciones que permitan tanto mejorar la calidad de vida de los trabajadores como elevar la competitividad de las empresas.  Les espero.  

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