“Una cualidad de la justicia es hacerla pronto y sin dilaciones, hacerla esperar es injusticia”. Jean de la Bruyere
Han pasado dos años del atroz e infame feminicidio de Jessica González y no se ve aún en el horizonte la resolución de un juicio que permita a su familia cerrar el capítulo más amargo de sus vidas e intentar emprender un camino de sanación de esta terrible y lacerante herida.
La impartición de justicia es uno de los nudos más intrincados de nuestra vida común. Ingenuamente, los ciudadanos creemos que los derechos de los demás terminan donde empiezan los nuestros y viceversa. La realidad, es que los derechos de unos y otros están traslapados, y la tarea de diseccionarlos, demanda un trabajo quirúrgico, que la mayoría de las veces, la propia ley permite que sea entorpecido por las partes.
Por supuesto que las y los mexicanos valoramos que nuestras normas sean firmes con la protección de los derechos humanos tanto de ofensores como ofendidos, pero la ley se queda corta cuando el resguardo de las garantías de uno, desgarra sin piedad las lesiones del otro. Que la ley permita prórrogas en los procedimientos y que éstos sean usados dolosamente por las personas en disputa, es un ejemplo de que hay actos que son legales, pero no morales. Es ahí donde se vence el propósito de la ley: cuando olvidamos que la ley está hecha para las personas y no las personas para la ley.
La justicia es la condición irremplazable de la armonía social. Las leyes tienen como objetivo regular la convivencia social para que todos alcancemos aquello que colectivamente consideramos bueno para la vida común. Sin justicia, no hay paz.
Podemos estar de acuerdo en que en nuestro país, entre las principales fuentes de los conflictos sociales y la delincuencia – tanto organizada como individual -, se encuentran la pobreza, la desigualdad y la ignorancia, tres males endémicos que necesitan ser erradicados con firmeza y con sentido de urgencia. Sin embargo, es la falta de justicia la que aviva la violencia y el odio social.
Para lograr la paz, necesitamos una justicia que permita reconstruir el tejido social, que posibilite recuperar la confianza en las instituciones y sus autoridades, para que las personas podamos tener la posibilidad de volvernos a vincular con nuestra identidad, con nuestros valores y reagruparnos como comunidad. Mientras la justicia siga siendo secuestrada por la marrullería, todas y todos seguimos siendo víctimas de la falta de empatía y del vacío de compasión.
La restauración de la convivencia social requiere que las y los ciudadanos experimentemos seguridad y no este temor constante que coarta nuestro derecho a desarrollarnos como individuos y como sociedad hacia la plenitud de vida. Requerimos de una justicia que sea clara con lo que como sociedad no vamos a tolerar. Pero por encima de ello, necesitamos una justicia terapéutica que permita sanar las heridas de las víctimas: a las directas, acortando el camino de su calvario y dejándoles reconstruir sus vidas, y a las indirectas, que somos el resto de la sociedad, recuperando la confianza y la seguridad.
Es así como la dilación de justicia en el feminicidio de Jessica, no solo flagela a su familia, que en cada paso del proceso judicial, es revictimizada ante la indolencia de la ley y que difiere de manera indefinida su derecho a elaborar su duelo. Es una grave ofensa social precisamente porque desintegra aún más nuestro tejido social y pospone indefinidamente la reconciliación social y nuestra anhelada paz. Con solidaridad y respeto, #todasytodossomosVerónica.