“Muchos de ellos, por complacer a tiranos, por un puñado de monedas, o por cohecho o soborno están traicionando y derramando la sangre de sus hermanos.” Emiliano Zapata.
La publicación del testimonio de Elena Chávez sobre el financiamiento ilícito de las campañas de Andrés Manuel López Obrador y sus allegados, generó una expectativa sin precedentes, como es lógico, entre los detractores del actual presidente de la República. El deseo casi lujurioso por conocer los detalles de las escandalosas revelaciones que prometía el libro, hizo que, días anteriores a la fecha de salida a la venta en librerías, El Rey del Cash circulara en versión PDF, sin ninguna vergüenza, a través de la mensajería de whatsapp.
Este hecho dejó al descubierto una lamentable realidad: sí somos iguales. Las ansias por exhibir la innegable deshonestidad del titular del ejecutivo federal y sus correligionarios, sacó a la luz nuestra propia sombra: somos una ciudadanía corrupta. Sin duda, tenemos el gobierno que merecemos, pues éste es el reflejo de lo que nosotros hacemos cotidianamente: saltarnos la fila, dar un moche para evitar una multa, evadir estratégica y compulsivamente impuestos, invocar la amistad para conseguir privilegios en trámites oficiales, copiar en un examen o compartir un libro pirata.
La sombra es un fenómeno psicológico muy interesante. Aquello que ostentamos como nuestra mayor virtud, esconde un rastro de nosotros que queremos reprimir, pues social o culturalmente no es aceptable. Para mantenerlo oculto, exageramos la virtud opuesta, hasta que un día nuestra sombra toma vida propia y nos deja expuestos. Cada vez que el cacique de Palacio Nacional critica la corrupción de sus antecesores – que no deja de ser real -, habla más de sí, que de ellos. Y bueno, sobra evidencia de la podredumbre en el poder tanto en la administración actual como en las anteriores.
Andrés Manuel López Obrador es un ganador. Logró polarizar a la población no desde su discurso, sino desde lo que somos los mexicanos en lo profundo. Aficionados a los programas y revistas de chismes, a disfrutar más la derrota del otro que el éxito propio, a culpar en vez de asumir responsabilidad, y a denostar la diferencia por temor a que nuestra singularidad no tenga valor, cerrando oídos a la realidad de los que tienen una perspectiva distinta.
En esta ocasión, la oposición sucumbió, pero no solo al mostrar que sí somos iguales, sino que también fue víctima de su error. Varias versiones del PDF que circularon, fueron alteradas, manipulando y dividiendo aún más a la opinión pública. Eso somos los mexicanos, pero no somos solo eso.
Ver nuestras sombras, sin embargo, no debería asustarnos, sino por el contrario, traerlas a la luz es el primer paso para tomar control sobre ellas y corregir el rumbo. Si nos negamos a reconocer la debilidad y la relatividad de nuestros valores morales, si nos cegamos a que preferimos lo cómodo a lo correcto, si no reconocemos que nos informamos por la chismología cibernética que nos mantiene en una sabrosa ignorancia, no podemos emprender el camino de redención de nuestra sociedad. Pero darle cara a nuestras sombras, permite sacarlas de la oscuridad y transformarlas ahora sí, en virtudes auténticas.
¿Los mexicanos somos iguales a quienes nos gobiernan? Sin duda. Esa es nuestra historia. Queremos un mejor gobierno, seamos mejores mexicanos.
