Obras son amores y no buenas razones – Dicho Popular
En esta entrega, estimado lector, cerramos el análisis del ensayo de Andrés Manuel López Obrador sobre la nueva política económica en tiempos del coronavirus abordando el tema de los nuevos indicadores para medir el desempeño del país.
AMLO tanto en su ensayo como en sus discursos públicos ha criticado el uso del producto interno bruto como medida de evaluación del desarrollo del país y ha declarado que su gobierno está trabajando por crear nuevos indicadores para medir la felicidad del pueblo.
El PIB mide cuánto producimos los mexicanos y de esta forma señala cuántos recursos tenemos disponibles para satisfacer nuestras necesidades. Una caída del PIB (como la que se augura para este año, que podría alcanzar hasta un 10%) significa que si de por sí ya hay necesidades básicas insatisfechas más allá de lo tolerable para la gran mayoría de la población, habrá menos posibilidades de cubrirlas e incluso seguramente serán magnificadas a niveles inhumanos. Esa es la importancia del PIB.
Sin embargo, hay mucha razón en que la gran debilidad del PIB es que no mide las desigualdades. Si esta probable caída del 10% fuera distribuida de manera equitativa, todos gozaríamos de un 10% menos de los bienes que actualmente disfrutamos y podríamos decir que con apretarse el cinturón es suficiente. La tragedia de esta caída es que no es igual para todos. Primero, porque el 10% para un rico no es tan grave como el 10% para un pobre, y segundo, y más angustiante aún, es que este 10% es un promedio. Se estima que en México un millón de personas perdieron su empleo en tres meses debido a la pandemia. Este millón de personas, se quedaron sin el 100% de sus ingresos y sin posibilidades de resolver sus necesidades mientras que habrá algunos pocos que ni siquiera sentirán la crisis.
La idea de utilizar otros indicadores para medir el bienestar del pueblo no es nueva. De hecho, Joseph Stiglitz[1] – Premio Nobel de economía 2001 y que en su momento apoyó a Hugo Chávez con su afirmación de que la nacionalización de empresas en Venezuela no debería ser motivo de temores- , en días recientes declaró que la pandemia puso de manifiesto que la economía mundial actual carece de resiliencia y aboga por sustituir este indicador por otro que mida la salud económica de los países. Compara la economía con un carro sin llanta de repuesto, te ahorras la llanta, pero cuando la necesitas, el gasto es mucho mayor. Y justo eso pasó en el mundo con la pandemia: no había hospitales, equipo médico, tratamientos ni desarrollo científico suficiente para enfrentarla y el costo ha sido cientos de miles de vidas humanas. Más aún, Stiglitz hace énfasis que un componente vital en este nuevo indicador es el impacto en las emisiones de gases con efecto invernadero, es decir, el cuidado del macroambiente.
Quiero pensar que no ha sido Stiglitz la fuente de inspiración de AMLO, pues a pesar de que comparten discurso, las acciones del presidente mexicano son contrarias a lo propuesto por el laureado premio Nobel. En abril, Andrés Manuel publicó un decreto donde desaparecen fideicomisos y fondos públicos por el orden de los 250 mil millones de pesos como una acción de austeridad republicana, poniendo en riesgo incluso al Fondo de Desastres Naturales. Es curioso que AMLO al emitir este decreto resalta su importancia mencionando que es recuperar el equivalente al 1% del PIB (el mismo indicador que critica), sin considerar cómo afecta esto la calidad de vida de los mexicanos que estaban protegidos por los mismos.
No obstante, la idea de crear un indicador más eficiente para garantizar que el Estado cumpla su función última de crear condiciones para que la población pueda alcanzar la felicidad no es de despreciarse. Bután, un reino de aproximadamente 700,000 habitantes que se encuentra enclavado en los Himalayas, tiene casi 15 años de ser gobernado con la guía de su índice de felicidad nacional bruta. Bután es un país con una tradición budista muy sólida, y donde se vive la convicción de que el avance en lo material y en lo espiritual son complementarios, y de esta forma, el desempeño de la sociedad se evalúa según conduzca o no a la felicidad de su población.
Este índice de felicidad nacional bruta se calcula a través de un cuestionario que cada dos años recoge la percepción de la población sobre nueve variables, entre las que se destaca la salud, pues se le reconoce que como un requisito previo para el desarrollo económico y espiritual y como un medio para conseguir una mayor felicidad nacional bruta[2] . En Bután, la inversión en salud pública ha sido en los últimos años de hasta el 11% de su PIB. En México, solo el 2.5% del gasto público corresponde a salud, con las consecuencias evidentes de lo que ocurre con la pandemia.
La visión de Bután es un anhelo que se antoja para todos los países. Y nuevamente encuentro una similitud con lo que parece querer expresar AMLO en su nueva política económica. Pero veamos cómo es esto en la práctica. Los cuatro pilares que sigue este reinado para la creación de sus políticas públicas son: desarrollo económico sostenible y equitativo, preservación y promoción de la cultura, conservación del medio ambiente y el buen gobierno.
Y aquí viene mi desencanto por lo lejanos que estamos de estar en posibilidades de construir una visión parecida a la de Bután. Las decisiones del actual Gobierno Federal ignoran la sostenibilidad de la economía y la preservación del medioambiente, pues se sigue optado por energías no renovables y altamente contaminantes. Señala Andrés Manuel que el tren maya operará con diesel por ser más barato que las energías limpias, sin embargo ignora el hecho de que efectivamente la inversión inmediata en infraestructura basada en hidrocarburos sigue teniendo un menor costo, pero el retorno de inversión en infraestructura basada en energías limpias es más alto debido a los ahorros que genera en el consumo de las mismas (¿han escuchado que el viento y el sol son gratuitos, por ejemplo?). El recorte de recursos a la preservación y la promoción de la cultura fue brutal. Y la disonancia entre el discurso y las acciones lejos de dar señales de ser un buen gobierno, hablan de un gobierno o que tiene grandes propósitos pero es poco competente, o en el peor de los casos, que traiciona su palabra siguiendo las mismas prácticas del pasado.
Para cerrar con esta serie dedicada al análisis del ensayo de Andrés Manuel solo mencionaré las afirmaciones plasmadas en el documento (el cual da evidencia de haber sido redactado por varias personas con una línea dictada, dada la inconsistencia en estilo de redacción e incluso la repetición de frases). Le dejo a usted, amable lector, el juicio de la congruencia de las mismas en el decir y el hacer:
- Hemos gobernado respetando la soberanía del Legislativo y del Judicial y hemos procurado construir con los gobernadores de los estados relaciones de colaboración y diálogo, dejando de lado las diferencias políticas e ideológicas. ¿Y el nombramiento de magistrados “a modo”? ¿y la negación al diálogo con el bloque de gobernadores que piensan distinto sobre el manejo de la pandemia?
- Estamos avanzando en la construcción de una democracia participativa en la que el poder político sea ejercido por el pueblo mismo. ¿Y el intento de desciudadanizar el INE e intervenir en las próximas elecciones?
- Nuestro plan de recuperación económica no se ajusta al modelo neoliberal. ¿Hay algo más neoliberal que el T-Mec, que en esta semana celebrará con Trump en Estados Unidos, a quien AMLO se ha puesto de rodillas siendo que ha manifestado estar en contra del sometimiento de México al imperialismo yanqui?
- No hemos aumentado impuestos ni incrementado el precio de las gasolinas, el diésel, el gas y la electricidad. Agrego que en los proyectos de extracción de petróleo, generación de energía eléctrica y construcción de vías férreas, puertos, carreteras y otras obras y servicios públicos participan compañías, cuyos dueños son empresarios de alto nivel económico. ¿Concesiones otorgadas de manera directa a familiares y amigos de funcionarios públicos?
- Ningún mal se equipara a la violencia y nada es más valioso que vivir en paz. ¿Por eso la liberación de Ovidio Guzmán?
- Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo; esa es la causa principal de la desigualdad económica y social y, por extensión, de la inseguridad y de la violencia que padecemos. Por eso, cuando me piden que exprese en una frase cuál es el plan de nuevo Gobierno, respondo: acabar con la corrupción y con la impunidad. ¿Excluyendo a Salinas Pliego de la cruzada por la recuperación millonaria de impuestos a grandes corporaciones? ¿la libertad de políticos que han cometido graves fraudes a la nación como Elba Esther Gordillo o la devolución de bienes incautados a Javier Duarte?
- La austeridad nuestra se inspira en el presidente Benito Juárez “… los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad; no pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes; no pueden improvisar fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, resignándose a vivir en la honrosa medianía que proporciona la retribución que la ley haya señalado.” ¿Y la reacción de desaparecer al Conapred por un error político? ¿y el aumento de sueldos al Presidente y altos ejecutivos de Gobierno acordado en días pasados? ¿y la vida de lujo de sus hijos?
Resulta cruel la traición a un discurso que tanta esperanza trajo a la población más necesitada de México. La gente está “feliz, feliz” por la promesa. El golpe en la caída será indudablemente duro y el sueño por alcanzar la paz como fruto de la justicia y la igualdad podría tornarse en una trágica pesadilla.
[1] Doctorado en el MIT – Massachussets Institute of Technology, una de las universidades extranjeras que AMLO señala en su ensayo que no imparten la materia de ética a lo que adjudica la deshonestidad de servidores públicos neoliberales.
[2] https://www.who.int/bulletin/volumes/93/8/15-160754/es/