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Nudos de la vida común. Reenfocando metas

Tu meta debería estar fuera de alcance pero no fuera de vista

  • Denis Waitley

Existen miles de frases motivadoras respecto al impacto que tiene el establecer metas altas para mantener el rumbo en nuestro andar. En el contexto empresarial, si bien es imprescindible  tener un objetivo claro para saber a dónde nos dirigimos, existe un riesgo importante de confundir la gestión basada en metas con un liderazgo efectivo. Más aún, guiar un grupo humano únicamente por metas, puede derivar en resultados opuestos a los anhelos organizacionales.

Si consultamos el diccionario, una meta es el término señalado para una carrera, o bien, el fin al que se dirigen las acciones o deseos de alguien[1]. De hecho, la palabra meta es extraída del mundo deportivo, donde representa el resultado al final  y conclusión de un encuentro.

Pero podemos preguntarle a cualquier deportista, ya sea amateur o profesional, si verdaderamente el significado de su esfuerzo es llegar a la meta.  Me atrevo a afirmar que para ellos, la meta es la señal que resume su logro, pero solo es una representación del valor y dirección que le dan a su propio esfuerzo. 

Cruzar la meta de una carrera, anotar un gol, una canasta o un homerun (como ejemplos  del universo de señales de logro en el ámbito deportivo) es el cúlmen de las horas de entrenamiento, de capacitación, de trabajo con la mentalidad propia y la del equipo, del superar frustración y miedos, de vencer limitaciones personales, de correr riesgos, de sortear obstáculos y atravesar crisis personales.  El significado de la meta entonces, tiene que ver con la transformación interna y externa por la que pasa ese deportista. La primera tiene que ver con esas luchas para llegar al fin; la segunda, con el impacto que tiene esa meta en su entorno: animosidad en la comunidad, inspiración, entusiasmo, optimismo, orgullo y pertenencia, entre otras cosas.  Es como cuando uno realiza un viaje con los seres queridos: el destino es el marco de referencia, pero el valor, lo que se recuerda,  es lo experimentado juntos, el fortalecimiento de lazos, la forma en que se expande la vida común. 

Continuando con la analogía en el contexto organizacional, las metas deben ser suficientemente desafiantes pero objetivamente reales para que canalicen los esfuerzos de los trabajadores con la dosis suficiente de motivación.  No obstante, el trabajo del líder no es andalear al equipo hacia la meta, sino trabajar en las implicaciones internas al igual que sucede en el deporte. De la misma forma, corresponde al líder crear y comunicar la visión sobre la transformación que se logrará al alcanzar el objetivo.

Así, las metas de ventas, de reducción de costos, de innovación o de expansión de mercados,  no lograrán por sí mismas un esfuerzo comprometido. De hecho, las metas numéricas -como el rigor académico y gerencial definen que deben ser establecidas para ser medibles – si no son desplegadas a través de la apuesta por el equipo, su capacitación, desarrollo y soporte y definidas de manera congruente con la estrategia de negocios, pueden terminar en una lucha encarnizada al interior del equipo de trabajo. Si el líder está centrado en la meta y no en el desarrollo del equipo, lejos de integrarlo, o crear una sana competencia que impulse el perfeccionamiento de sus habilidades, creará  agrestes rivalidades pues terminará por buscar culpables para justificar lo no conseguido, ya que  las metas no se logran ni por decreto ni por presión, sino por ensanchamiento de las capacidades.

Pero permítanme, estimados lectores, enfatizar en que las metas siguen siendo necesarias pues fijan un punto objetivo en el horizonte que será la señal contundente de que el esfuerzo ha dado los frutos esperados guiándonos en el camino. No obstante, lo que realmente enciende el motor interno de los colaboradores, es el cambio personal que se produce en el proceso y la transformación que se hace en el entorno.

Llegar a una meta fortalece la autoestima y crea nuevas posibilidades personales. Permite apreciar las capacidades propias y apuntar más lejos. Pero saber que gracias a ese esfuerzo la organización y la comunidad se encuentran en una mejor posición que habilita una vida más próspera, más justa o más incluyente, llena de significado y sentido el camino recorrido.


[1] Según la Real Academia de la Lengua Española

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