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Nudos de la vida común. Primer round

Hay quien cree contradecirnos cuando no hace más que repetir su opinión

 sin atender la nuestra.

  • Oscar Wilde

El debate es una estrategia equivocada en la construcción de democracia. Etimológicamente debatir significa combatir. Se trata de una pelea dialéctica donde se tiene como objetivo decidir sobre una cosa o imponer una opinión. El debate no es una exposición de ideas que busca entendimiento, sino el triunfo de una perspectiva, que en el caso de la política, viene bañada de intereses particulares más que de la persecución del bien común.

En nuestro sistema político se ha optado por este modelo como medio de encarar a los diferentes aspirantes a un cargo público para movilizar la opinión pública a favor de alguno de ellos. En teoría, se trata de que los candidatos muestren su capacidad y expliquen su plataforma política. Sin embargo, en una sociedad pobremente educada, se trata de un show de popularidad, donde desafortunadamente, muchos de los espectadores no tenemos la capacidad de comprender la magnitud de los problemas nacionales como para digerir qué propuestas responden con mayor efectividad a los mismos y nuevamente, inclinaremos el voto hacia la persona que empatice con nuestras emociones predominantes: ya sea la revancha por el fracaso del sistema en proporcionar a su población las condiciones para alcanzar el nivel de vida que aspiramos, o la esperanza de que todo puede ser mejor.

El problema de este esquema es que está centrado en azuzar la rivalidad entre partidos y seguidores y no en verdaderamente discutir causas y remedios a los grandes retos de nuestra vida común.

En el debate, se nos vende a los votantes una ilusoria solución llave en mano, donde pareciera que el candidato ganador tiene todas las respuestas y el perdedor, todos los errores.  El debate es la semilla de la polarización social, pues no busca construir estrategias que integren las realidades y necesidades de los sectores poblacionales diversos por naturaleza, por crianza y por historia. La democracia no se trata de vencer al débil, sea lo que por ello entendamos, sino de admitir y apreciar la diversidad en nuestra comunidad, y de comprometernos a crear estructuras donde todos entramos, desde el reconocimiento de la igualdad en dignidad humana. 

La expectativa de la ciudadanía antes del debate ya era ver a alguien erigirse como vencedor y a los otros dos candidatos, como vencidos, en un juego de personalidades y no de capacidades y además pasando por alto que los candidatos son representantes de los intereses y necesidades de la población.  Que haya un ganador significa la dominancia de una facción de la población, mientras que la existencia de un perdedor equivale al descarte del otro sector, lo cual es un corte de pies a la democracia.

Lo absurdo del enfoque de este evento es que en realidad, no hay ganadores. Cada candidato, cada partido y su grupo de seguidores, se autoproclaman triunfadores, pues se carece de una entidad que con autoridad, imparcialidad y juicio crítico rectamente formado pueda emitir una conclusión. La victoria no es más que una ilusión que cada uno de quienes vimos el debate creamos en nuestra mente, pero como en todo, esta percepción es suficiente para guiar nuestras acciones y seguir echando leña al fuego en una sociedad distributiva donde para que unos estén bien, muchos otros deben estar muy mal.

Lo que vimos en el debate fue un claro ejemplo de la falta de voluntad por construir un futuro digno para todos en nuestra nación. La falta de escucha fue evidente, pues los candidatos mostraron sin empacho que cada uno traía su agenda de lo que quería exponer y ni siquiera prestaban atención a las preguntas de los moderadores y los cuestionamientos de los contrincantes. No escuchamos prioridades, fundamentos ni estrategias para lo que se pretende hacer como gobierno. La descalificación y el sacar los trapitos al sol fue la fórmula para desprestigiar a la otra parte – tal como ha sido manipulado, porque no gobernado el país en el sexenio por concluir.  La autoentrega de las palmas está basada en quien sacó o echó más basura al otro.

Sin embargo, lo verdaderamente alarmante es que a los ciudadanos esto no nos causa preocupación , sino por el contrario, nos sumamos al teatro político. Después de este primer encuentro, queda evidente que el futuro del país está en un riesgo altísimo. Ninguna de las candidatas ni el candidato presentó una estrategia de fondo para resolver los problemas que se trataron en esta ocasión. Como mero producto político, solo se mostraron publicitariamente a los votantes para crearse una imagen atractiva ante ellos, sin revelar el contenido de fondo que sostiene sus intenciones.

En este primer round, todos perdimos. México no necesita más golpes que solo hacen más frágil a nuestra nación y que lo único que hacen es resquebrajar aún más nuestra vida común.

Ojalá que para el siguiente encuentro, las candidatas y el candidato tomen con seriedad los cargos a los que aspiran y asuman la gravedad de la situación del país para ofrecer soluciones sólidas para encarar los desafíos de nuestra sociedad y recuperar la unidad por el bien de todos y todas.

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