Nudos de la vida común. Navidad Colateral

La doctora en Administración, Lilia Patricia López Vázquez,

Cuando aprendemos a vivir con el alma, ocurren varias cosas

-Deepak Chopra

La Navidad anida en una de las entrañas más profundas de nuestra vida común. Independientemente de credos, experiencias y condiciones, Navidad es una temporada que todos y todas compartimos desde cualquiera de los roles que desempeñamos en la vida. Se trata de unos días al año en que naturalmente se buscan los encuentros y se intensifica la convivencia humana, y con ello, se crean condiciones para tejer lazos ya sea con la familia, los amigos o los colegas del trabajo.

Estas interacciones con mucha frecuencia terminan en nudos que tienen tanto la posibilidad de fortalecer como de obstaculizar nuestras relaciones. Pero como en todo lo que ocurre en nuestro universo social, tenemos el poder de transformar las circunstancias que nos toquen en momentos de conexión íntima con nosotros mismos, o en argumentos de profunda amargura. 

Para empezar, quiero proponerles, amables lectores, la reflexión sobre la disonancia que tenemos entre las expectativas sociales que compartimos sobre esta temporada y los significados individuales con los que las enfrentamos.  La Navidad tiene rostro de ilusión, amor, paz y armonía. Los colores con que se visten estas fechas buscan proyectar emociones positivas y promesas de festividades que llenen el corazón de las personas. Sin embargo, como toda realidad social, la experiencia humana no se trata de lo que sucede, sino de cómo lo interpretamos, y ahí es donde empiezan a atorarse los hilos.

Cada uno y una de nosotras, llegamos a cada encuentro navideño en circunstancias y condiciones distintas. Así como puede ser desde la gratitud por un año con saldo positivo, también puede ser desde la incertidumbre laboral o económica, la pérdida de un ser amado, la soledad,  la enfermedad o la ruptura del corazón, entre muchas otras posibilidades. Cuando el alma sufre, la propuesta de felicidad navideña puede significar para algunos un lugar al cual no se pertenece, y las respuestas pueden ir desde tratar de demostrar todo lo contrario, con gastos suntuosos y forzando alegría de la convivencia, hasta un aislamiento gris y anónimo. 

No es raro pues, que las celebraciones se tiñan de envidias, de críticas e incomodidades entre las familias y los grupos de amigos. No falta el que acapara la conversación con temas superfluos para evitar compartir sobre una realidad vergonzosa o dolorosa, o que surja un malestar por las cuentas de la fiesta, o el disgusto por el regalo recibido en un intercambio, o que el tono de la reunión sean juicios sobre la vida de los demás para desviar la atención de uno mismo, o la desafortunada pérdida del control sobre el consumo del alcohol que hiere a los demás.

Lo anterior son algunas de las realidades comunes que suceden durante las fiestas decembrinas y que pudieran apuntar a todo, menos a la concordia esperada. Sin embargo,  lo importante es el significado que les demos y ahí es donde podemos transformar nuestras Navidades y encontrar en ellas la belleza colateral.  Se trata de humanos siendo humanos y de oportunidades de lograr un sereno y delicado equilibrio entre poner límites que protegen la relación y a la vez, mostrar aceptación y amor incondicionales que habilitan al otro a dar los pasos que necesita para sanarse a sí mismo y a su forma de conectar con los demás.  Navidad puede ser mucho más que una temporada de fiestas. Puede ser la posibilidad de reencontrarnos con nuestra esencia y con ello, compartir una luz de esperanza para otros que también necesitan hacerlo.

Deseo para ustedes, queridos lectores, una Navidad de cuento, donde cualquier circunstancia sea superada por el milagro del amor, la esperanza y la generosidad del alma. ¡Felices fiestas!