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Nudos de la vida común. Navegando en la tempestad.

Primera parte

“El talento se educa en la calma y el carácter en la tempestad”. Johann Wolfgang Goethe.

En la edición anterior, amables lectores, nuestra conversación fue sobre las consideraciones que realizan las empresas cuando deciden desinvertir en mercados específicos, y reflexionamos sobre la idea de que el factor decisivo no son precisamente sus resultados financieros.  Hoy les invito a explorar un poco más sobre la evaluación de estrategias de negocios bajo la tempestad social, político y económica que vive nuestro país.

Abrimos entonces una pequeña serie donde comentaremos las otras tres perspectivas que son importantes de analizar, además del ambiente de negocios del país: la fortaleza de la industria, el nivel de competitividad de la empresa y su fortaleza financiera de manera particular. Juntando las cuatro perspectivas, podremos realizar una evaluación del tipo de estrategia más conveniente para nuestro negocio: defensiva, competitiva, conservadora o agresiva.

Empecemos por diseccionar la fortaleza de la industria a la que pertenece nuestro negocio.  Por principio, una industria oligopólica – con pocos competidores que dominan un gran mercado -, tiende a ser más fuerte que una fragmentada.   Cuando son muchos competidores pequeños en el mercado, la organización de los mismos se complica, pues la lucha por el bolsillo del consumidor hace que las relaciones entre ellos sean de rivalidad y difícilmente encontrarán objetivos comunes que les permitan colaborar para solidificar su sector.  En una industria oligopólica, además de tener una mayor capacidad organizativa entre ellos, el poder de negociación queda del lado de las empresas. 

Piense usted en sus proveedores de servicios de comunicación y energía. Frente a ellos, los consumidores solo podemos tomar decisiones basados en nuestra apreciación del servicio que nos ofrecen, pero generalmente, estamos indefensos frente a los precios que tenemos que pagar o las condiciones de venta que nos impongan. 

Ahora bien, existen industrias que no son oligopolios, pero que se hacen fuertes al organizarse, como el transporte público, los productores de aguacate y los recolectores de basura.  Al trabajar juntos, velan por sus intereses mutuos y ganan poder en la negociación con sus usuarios y clientes.

Ahora, lleve su atención por favor a otro tipo de servicios y productos cotidianos: la carnicería, la estética, la papelería, la vulcanizadora, la taquería o la frutería de su colonia. Generalmente son negocios que dependen de sí mismos y ganan la lealtad de sus clientes siendo constantes en  mantener un producto o servicio con una buena relación precio-calidad y siendo innovadores. Aquí el cliente premia su esfuerzo haciendo consumos con ellos, pero siempre están limitados por su poder adquisitivo. Por ello, ante periodos inflacionarios, estos negocios sufren la falta de capacidad de compra de sus consumidores. Esto los hace una industria más débil.

Otro factor en el que es importante prestar atención para valorar la solidez del sector, es su nivel de regulación. Las industrias relacionadas con la salud o bienes de consumo básico de la población, tienden a tener una mayor normatividad o supervisión para garantizar el bienestar de la misma. Esto por un lado, representa una barrera muy alta para poder ingresar al mercado, pero por otra, se convierte en una muralla que protege a la industria de nuevos entrantes. Es decir, una vez adentro, se es parte de un sector resistente.  Sin embargo, si la regulación es susceptible a cambios que obedecen a intereses políticos, pueden convertirse en un ramo altamente vulnerable, como podría ser en el caso de una nacionalización o que el gobierno empiece a competir dentro de la industria.

Un último aspecto que considero de alta relevancia, es el nivel de apreciación y prestigio social de la industria.  Si la industria es considerada como un bien para su comunidad, este hecho le dará solidez.  Proveer de servicios y productos que mejoren de manera significativa la calidad de vida de la población, generar empleos de calidad y su capacidad de influir en la mejora del entorno, son factores que aglutinan a sus comunidades a su favor. Por el contrario, si deprecian el trabajo, dañan el medio ambiente y su oferta al mercado degrada a la persona en vez de elevarla, la reprobación social la pondrá en situación de fragilidad.

En las siguientes entregas continuaremos explorando las otras dos perspectivas, así como una metodología práctica para evaluar el posicionamiento de nuestra empresa en un entorno convulso e incierto.  ¡Les espero!

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