NUDOS DE LA VIDA COMÚN. Michoacán con las velas apagadas

La doctora en Administración, Lilia Patricia López Vázquez,

La rebeldía es vida; la sumisión, la muerte.

-Ricardo Flores Magón

El homicidio de Carlos Manzo es una afrenta a todos los mexicanos y no se puede quedar en condolencias y promesas de esclarecimiento. Este terrible asesinato es un acto supremo de violencia contra la población, con un mensaje claro de sometimiento y relocalización del poder.

El contexto de este ataque es conocido por todos: la denuncia de la penetración del crimen organizado en Uruapan, la ignominiosa desestimación del gobierno federal a  las solicitudes de intervención y la crítica despectiva desde la cúpula del poder por alzar la voz en favor de la seguridad y la paz de las y los uruapenses.

La vértebra política de este asesinato es innegable. Que no nos sorprenda que en los próximos días surjan versiones tanto oficiales como extraoficiales que busquen amortiguar o bien, desviar hacia otros móviles que salvaguarden la imagen de la cadena de poder en México .

Estemos atentos y no perdamos de vista que el escenario elegido de este acto fue una fiesta popular, donde miles de familias estaban reunidas celebrando tradiciones ancestrales de nuestra cultura.  Es decir, los perpetradores no solo buscaban eliminar a un adversario a sus intereses, sino que tenían que dejar varias cosas muy claras a la población. La primera es que no existe tal cosa como un respeto a la sociedad civil ni tregua en días festivos. Hubo una intención abierta de sembrar miedo, lo cual califica para terrorismo.

La segunda es eliminar de tajo cualquier ilusión de que vivimos en un estado democrático, pues si bien el pueblo puede elegir un gobernante, quien realmente posee el poder puede eliminarlo sin piedad ni remordimiento alguno.  Es decir, sí hay otras esferas de poder por encima de la Constitución, el supuesto pacto civil que nos constituye como Estado soberano.

La tercera es que la población no somos personas, sino una masa dominada que sostiene el poder. No importa el riesgo en que se puso a la población congregada, ni las implicaciones que este hecho tendrá en la vida cotidiana de Michoacán. Lo que se buscaba era reprimir a balazos y no con abrazos, cualquier otro intento de frenar los poderes fácticos en la región.

La consumación de las amenazas contra el Presidente Municipal de Uruapan, es un nuevo parteaguas en el devenir de Michoacán. Además de miedo, este hito traerá consecuencias importantes para la economía de un Estado que lucha por sobrevivir.  De entrada, en este albor del mes de noviembre,  también murió la fecha turística por excelencia que traía la mayor derrama económica para Michoacán y con ello, la activación de todos los demás sectores productivos, tal como sucedió en septiembre de 2008, donde inició la debacle económica del Estado.

La muerte de Carlos Manzo no solo se trata del tremendamente lamentable asesinato de un hombre, sino de un acto contundente de opresión. Fue una notificación transparente de que si no estás conmigo, estás contra mí. Y no aplica solo para la clase política o para las filas del crimen organizado, sino para todos los que somos parte de la vida común.

Que este apagón de las velas en Uruapan, también sea la extinción de la inocencia civil crédula de que estamos siendo protegidos por un gobierno a quien realidad no le importamos, y que después de secar las lágrimas, recobremos las fuerzas para recuperar a nuestro país.