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Nudos de la vida común. Los parientes pobres.

Los trabajadores seguimos siendo los parientes pobres de la democracia

-Marcelino Camacho

En noviembre, Andrés Manuel López Obrador envió una iniciativa de decreto a la Cámara de Diputados para reformar diversas disposiciones legales en materia de subcontratación de personal, estrategia conocida en el mundo empresarial como outsourcing. Hoy les invito, apreciables lectores y lectoras, a explorar este tema y encontrar juntos los dobleces de este nudo.

La subcontratación nace como práctica de negocios en la década de los 80s en los Estados Unidos y Europa. Se trata de una estrategia por la cual las empresas identifican los procesos que son necesarios para su operación pero que no son críticos en la creación y entrega de valor de su producto o servicio y los encargan a otra compañía, especializada en los mismos, para que los ejecute en su beneficio.

El ejemplo clásico son los servicios de seguridad. Para la empresa, es indispensable salvaguardar los bienes y a las personas de la compañía. Imaginemos una empresa dedicada a hacer  galletas. Contratar, capacitar y administrar al personal que cumple la función de seguridad no es su especialidad, y hacerlo por sí misma le resulta un costo elevado además de estar fuera de su área de pericia, con lo cual, de hacerlo, dedicaría esfuerzos y recursos que la desenfocarían de su meta: hornear galletas. Entonces, la empresa contrata a otra especializada que puede proveer de personal de seguridad capacitado y así puede dedicarse a lo que más le importa, sus galletas, con la garantía de que está bien protegida.

Una analogía muy cercana es  cuando la empresa contrata a otra para que se encargue del envío de productos a sus clientes.  En lugar de desgastarse en administrar sus propios servicios de transporte, hace uso de los servicios de empresas especializadas que lo harán con mayor eficiencia. La diferencia es que en el caso de transportes, no se trata solo del personal, sino de toda la infraestructura operativa. Aquí se aprovechan los recursos al generarse economías de escala, pues la empresa transportista, utiliza sus activos y su personal, atendiendo a muchas otras empresas con la misma necesidad.

El negocio de la empresa de outsourcing está en contratar, capacitar y administrar a este personal especializado -regresando al caso de seguridad-, y por ello cobra una tarifa con la cual cubre sus costos (salarios, prestaciones, uniformes, entrenamientos y supervisiones)  y obtiene una ganancia. Aquí, un primer punto de discusión es si la empresa subcontratada mercantiliza el trabajo humano o vende especialización y tranquilidad a sus clientes. Esto tiene que ver con la mentalidad de los dueños y directivos de la empresa. Es una cuestión del nivel de conciencia en el propósito de la organización.

Un segundo punto es que estos servicios subcontratados compiten con otros oferentes de la industria.  Es decir, juegan con las reglas de mercado: precio y servicio. Como de inicio la empresa contratante busca con la opción de subcontratación la eficiencia de sus recursos, el tema de precio se vuelve un criterio prioritario. Y como en todo, un precio bajo deriva de factores como el aprovechamiento de economías de escala, la razón entre la oferta y demanda y la presión de costos. Como mis apreciados lectores se pueden imaginar, el costo principal en este tipo de empresas, es la nómina.

En un mercado laboral con poco empleo y muchos desempleados, el poder de negociación lo tiene la empresa. Entonces los sueldos y beneficios ofertados a los trabajadores son bajos, pues para ellos es mejor eso que nada. Esta situación ha derivado también en que no sólo los servicios especializados se han entregado a la subcontratación, sino que se ha generalizado al porcentaje máximo legal, así que ha sido parejo para todos los colaboradores de la empresa, independientemente de su función.

Si a esto le agregamos que desafortunadamente este tipo de trabajo es realizado con personas con un nivel educativo bajo, omitir prestaciones para reducir aún más sus costos es una tentación en que la mayoría cae. Un franco abuso de la ignorancia y necesidad del trabajador.

La situación no para ahí. En la práctica, esta estrategia no solo disminuye los costos para la empresa, sino que también la deslinda de responsabilidades laborales[1], las cuales se delegan a la compañía subcontratada. Para la empresa contratante, esto representa mayor flexibilidad, pues en caso de decidir reducir sus operaciones o trasladarlas a otro punto geográfico, al no tener un vínculo con los trabajadores, sencillamente se da por terminado el contrato con la empresa de subcontratar y ésta a su vez, puede despedir a los trabajadores de manera justificada pues la materia de la relación laboral se ha extinguido. Tan tán.

Lo patético e irónico de esta estrategia es que la principal queja de los empleadores es la falta de compromiso de los colaboradores, ¿pero cómo puede alguien sentirse comprometido con una empresa que ni siquiera le da su apellido al trabajador, a quien se le niega hasta el derecho de sentir orgullo de pertenecer a la misma? ¿cómo sentirse jugadores de equipo si el compañero de al lado trabaja para una razón social distinta, con sueldos, prestaciones y políticas diferentes, donde parece que unos son empleados de primera y otros de segunda … o cuarta?

Pero como en todo nudo, no es solo una punta la que jala. De manera triste e indignante, México resulta competitivo en mano de obra por su bajo costo, no por su calidad.  Así es como nos venden al mundo, así es como se logra inversión nacional y extranjera. El bajo nivel intelectual y cultural de la población, derivado de un sistema educativo indolente, corrupto y fracasado,  hace que la fuerza de trabajo sea un commodity, una mercancía genérica sin diferenciación.

Más aún, poner un negocio en México es sumamente caro, pues el gobierno se convierte en el accionista principal sin invertir un peso pero cobrando el 30% de las utilidades de la empresa, más todos los impuestos del producto o servicio que vende. Recordemos que en México pagamos impuestos por ganar y por gastar dinero.

Ciertamente, en México el sistema de seguridad social es de los menos malos del mundo (en otros países es inexistente). Sin embargo, la carga financiera que representa para la empresa es sumamente alta.  El costo de prestaciones mínimas de ley y seguridad social es equivalente al menos, al 32% del salario del trabajador, lo cual hace que las nóminas se eleven. ¿La forma de mantenerlas en niveles de competitividad? Bajos salarios, para que no abulten el costo.

Por último, parece que el factor que desató la ira del Presidente sobre las empresas subcontratistas no fue el abuso sobre el trabajador, sino la facturación simulada de este tipo de empresas para inflar gastos tanto de empresas públicas como privadas para disminuir la base gravable de impuestos. Y como ha sido su política, donde ve corrupción, en vez de limpiar y suturar, amputa.

Todo lo anterior ha generado fuertes tensiones entre el sector empresarial y el gobierno federal, donde el primero, al  ver que le son retiradas las cartas del juego, amaga con desinvertir en el país desestimando el valor de su mano de obra;  y el segundo, da el tiro de gracia al empleo en México con una política torpe en plena pandemia, donde ni se busca ampliar la capacidad de los trabajadores reconociendo y potencializando su talento, ni se contemplan planes alternativos ante una caída aún mayor del empleo.

Reducidos a mercancía por parte de las empresas e ignorados por el gobierno, quedan en el desamparo los parientes pobres de ambos: los trabajadores.

[1] Más no la deslinda de la obligación del pago de cuotas patronales al IMSS, pues la ley que rige este Instituto las hace responsables solidarias del mismo, lo cual no exenta de la mala práctica de registrar a los trabajadores por salarios inferiores a los que realmente reciben.

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