(Última parte).
Las brechas de desigualdad en México no sólo necesitan allanarse poniendo el suelo parejo, sino detonando las capacidades de todos, sino ¿quién tirará de la cuerda para sacar a los demás del rezago en que se encuentra nuestro país?
Poner un piso uniforme y firme para todas y todos es garantizar las condiciones para que todos los mexicanos tengan oportunidad de obtener los satisfactores que resuelvan sus necesidades básicas. Para crear un entorno igualitario que permita el desarrollo saludable y una vida digna para todas y todos, se requiere de una estrategia enfocada en la garantía del disfrute pleno de los derechos humanos. Sin acceso a alimentación, salud y educación de calidad, sin comunidades seguras, sin una vida libre de violencia, sin respeto a la equidad de género, sin erradicación de la discriminación, entre otros derechos humanos, el desarrollo económico es mera utopía.
Durante la actual administración federal, el gobierno ha implementado programas de asistencia que entregan recursos de manera directa a la población en circunstancias de vulnerabilidad económica, atendiendo principalmente a adultos mayores, jóvenes estudiantes o familias con hijos en etapa de educación básica. En el primer caso, el de los adultos mayores, las pensiones se otorgan parejo, sin importar el nivel socioeconómico de la persona. En el caso de las becas a estudiantes, el requisito es vivir en condiciones de pobreza, según las zonas consideradas de marginación, y mantenerse inscrito en algún nivel educativo.
En el caso de las pensiones a adultos mayores se trata de un acto generoso y de gratitud a las generaciones que nos preceden. El hecho de que no haya un filtro socioeconómico en estos subsidios pone una base de igualdad, aunque la justicia es cuestionable, pues no se reparte según las necesidades de cada quien, pues lo mismo recibe un adulto mayor que es su única fuente de recursos, que otro para el cual representa su tercera o cuarta pensión. Finalmente, estas pensiones se pagan con los impuestos de todos los mexicanos; su fuente no es un fondo creado específicamente para ello, como son las aportaciones al sistema de ahorro para el retiro. Ojalá sean sostenibles en el tiempo, pues la población de adultos mayores cada vez será más grande y con una esperanza de vida bastante más larga.
En cuanto a las becas educativas, se trata de apoyos que promueven la igualdad de oportunidades para que ningún estudiante deba dejar la escuela por falta de recursos económicos. Eso está muy bien, es solidario y por el bien de todo el país. El problema es la ausencia de candados que incentiven a los estudiantes a verdaderamente desarrollar sus capacidades y no solo a permanecer inscritos – con la posible dilación premeditada de sus estudios, como quien cursa una carrera universitaria en catorce años -.
El otorgar estas becas remedia en algo la brecha de desigualdad pero no la subsana, pues de fondo no resuelve la pobreza ya que la falta de justicia – demandar de cada quien según sus capacidades – vence el fin de la aplicación de esos recursos: lograr el desarrollo de habilidades en las y los jóvenes para que sean generadores de su propio bienestar y el de sus comunidades.
Estos programas insignia de la actual administración federal por supuesto que son un alivio aunque sea temporal para las personas con mayor vulnerabilidad económica, pero se encuentran muy lejos de resolver las causas raíces de la desigualdad. Se trata de una redistribución de recursos, que insisto, deseo con todo mi corazón que sea sostenible.
Sin embargo, se requieren estrategias firmes y decididas que combatan la delincuencia y los crímenes con una política de cero impunidad; que resuelvan el añejo y podrido problema educativo, no a través de la negociación a modo, sino de una justicia laboral que demande mejores niveles de aprendizaje de los estudiantes; que proporcionen opciones de salud accesibles y de calidad para la población, no favoreciendo con empleo a médicos de otras naciones, sino resolviendo el problema de abasto de medicinas, invirtiendo en en la formación de nuestros médicos y en la investigación y ampliando la cobertura de servicios médicos con plazas decentes para los connacionales; que se combata la corrupción desde la transparencia y no desde el discurso, sin justificarse en que otros robaron más; que la democracia se fortalezca por la participación informada a través de la libre expresión y no por el odio que brota desde las entrañas sin visitar la razón.
Justicia, decía Marx, es dar a cada quien según sus necesidades y demandar a cada cual, según sus capacidades. Injusto es, tratar igual a los desiguales, pues se omiten sus necesidades; injusto es no aportar según las propias capacidades, pues eso nos hace pequeños a todos. La igualdad es el piso, pero en la justicia, está el desarrollo.