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Nudos de la vida común. La paradoja de la igualdad y la justicia

¿No crees que la igualdad, tal como la entienden, es sinónimo de injusticia?

-San José María Escrivá de Balaguer-

Uno de los nudos más apretados de nuestra vida común es la paradoja de la igualdad y la justicia.   La igualdad se sostiene en el reconocimiento de la dignidad de las personas sin mayor condición que el hecho de ser humanos.  La justicia, por su parte, descansa en el otorgamiento de beneficios y sanciones según el merecimiento de cada uno. Mientras que la igualdad supone una equivalencia en cantidad y calidad entre dos elementos, la justicia parte de otorgar a cada quien lo que le corresponde.

Ambos principios, igualdad y justicia, tienen la misma importancia en la construcción de un grupo social armónico y próspero que permita que todos sus miembros tengan la posibilidad de buscar y lograr su propia felicidad.  Sin embargo, en las luchas sociales contemporáneas para abatir la desigualdad, parece que la justicia va perdiendo terreno.

Por ejemplo, los sindicatos son la herramienta con la que cuentan los trabajadores para hacer respetar sus derechos laborales.  Sin embargo, en nuestro país, las empresas de iniciativa privada que cuentan con sindicato son realmente pocas.  Quienes gozan en realidad de la protección de un sindicato, son los empleados de los tres niveles de gobierno.  La fuerza de la unidad ha logrado ser un contrapeso que les ha permitido conquistar derechos superiores a lo que marca la ley, lo cual en sí mismo es la lucha por la justicia, pues los  estándares consignados en  la ley no son suficientemente compensatorios.

Pero no olvidemos que las relaciones de los trabajadores del Estado no se rigen por la misma Ley que las de la iniciativa privada y que son superiores por mucho. Lo irónico es que esta desigualdad deriva de la misma Constitución Política de nuestro país que otorga derechos diferentes a unos y a otros.

Ahora, en la lucha sindical la premisa es ir sumando derechos para todos sus agremiados. Su fuerza radica en la igualdad, que todo lo que se alcance esté disponible para todos, independientemente de sus capacidades, su compromiso y el alcance de su contribución.  Los estímulos generalmente están vinculados a la antigüedad de los trabajadores, y no a su desarrollo o logro de objetivos. La basificación de los puestos consiste en esencia, en la protección del derecho al trabajo, pero deja fuera una variable importantísima: el desempeño del trabajador. Esto no limita únicamente la eficiencia de las entidades gubernamentales, sino el crecimiento personal del propio trabajador, pues sabe que no hay forma de que sea removido de la nómina y que trabajar más o menos tampoco hará diferencia en su pago quincenal, ni presente ni futuro, pues no depende de lo que él haga o deje de hacer, sino de lo rudo que sea su sindicato.  La igualdad sin justicia solo conduce a la mediocridad.

Volteemos ahora a ver lo que sucede en la iniciativa privada. La Ley Federal del Trabajo, en su artículo 86, manda que a trabajo igual, salario igual. Pero no es lo único que dice. Señala con claridad que esta consigna está sujeta a que el puesto, la jornada y las condiciones de eficiencia, sean también  iguales.  La lectura de esto es que la base salarial debe ser la misma en puestos de trabajo comparables, pero que las diferencias deben ser, en justicia, recompensadas. 

Nada desmotiva más a un trabajador destacado que recibir lo mismo que el que solo cumple su parte e incluso, que el mediocre. Las prestaciones garantizan igualdad. Se otorgan por el mero hecho de ser trabajador de la empresa. Los incentivos – bonos, premios  – por el contrario, deben ser dados por desempeño, por logro de objetivos. Los aumentos salariales deben provenir de dos fuentes: de la compensación al deterioro a la calidad de vida por inflación y del crecimiento del trabajador en sus competencias al servicio de la empresa (aún sin que haya un cambio o ascenso  de puesto).  Esta justicia en la remuneración resulta una herramienta muy poderosa para conducir el desempeño de los empleados al logro de los objetivos organizacionales. El hecho de que el trabajador tenga claridad del porqué gana lo que gana, es un mensaje potente que lo encamina a hacer lo que la empresa necesita que haga.

Tanto en el gobierno como en la empresa privada, la igualdad y la justicia son condiciones necesarias para armonizar las relaciones obrero-patronales. No se trata de tratar a todos de la misma manera sin atender las diferencias y necesidades reales que existen entre los trabajadores de manera natural. Se trata de que la igualdad sea en el tener el mismo acceso a todas las oportunidades. Lo contrario es la definición de discriminación.

En la siguiente entrega, si ustedes me lo permiten, apreciables lectores, abundaremos en el tema desde la perspectiva ciudadana.  Les espero.

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