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Nudos de la vida común. La comunidad perdida.

Un líder es mejor cuando la gente apenas sabe que existe, cuando su trabajo está hecho y su meta cumplida ellos dirán: lo hicimos nosotros

  • Lao Tzu

El carácter social de los seres humanos nos hace reunirnos en grupo para asegurar nuestra existencia, a la vez de hacerla grata y plena. Para ello, resulta necesario organizarnos: definir reglas y roles, establecer canales de comunicación y motivar el comportamiento a través de incentivos y sanciones. Así nos convertimos en sociedad.

Un rol imprescindible en esta organización social es el líder, quien no solo da estructura, sino que traza un rumbo, mueve a las personas y permea su estilo en todo el grupo. El liderazgo es así, la capacidad de influir en otros para orientar los esfuerzos tanto individuales como grupales, hacia el logro de un fin común. Desde esta perspectiva, todo grupo humano necesita de un líder para el logro de un bienestar compartido, para convertirse en una verdadera comunidad.

Ahora bien, es pertinente señalar una diferenciación importante entre un colectivo y una comunidad. En un colectivo, se reúnen personas o grupos con medios comunes. Se identifican en alguna necesidad, deseo, historia o lucha, pero persiguen objetivos particulares cada uno. Éstos pueden ser alcanzados con una solución única, sin embargo, no por ello experimentan una interdependencia, pues la necesidad del otro puede no ser mutua o bien, pueden tener otras opciones abiertas para lograrlo.

En una comunidad, confluyen personas que pueden tener diferencias de todo tipo, pero que comparten un mismo objetivo. En la meta común, satisfacen sus propios fines.  Con frecuencia, los miembros de la comunidad están vinculados en una relación de interdependencia: unos necesitan de los otros y esta correspondencia, genera un compromiso recíproco. 

De esta forma, en el primer caso, en el colectivo, no se requiere un líder, sino alguien a quien se le confiere el poder sobre los recursos comunes. En el segundo caso, se requiere un líder para que impulse a la comunidad a hacer lo necesario para lograr sus propósitos.

Aquí cabe entonces una segunda distinción: entre liderazgo y poder. El líder mueve personas hacia el logro de las metas compartidas del grupo, alcanzando en ello el bienestar común. Su herramienta son las mismas personas que harán lo que a cada uno toca para el logro del fin que los reúne.

El “poderoso” mueve a la gente para alcanzar sus fines particulares y su herramienta es el control de los intereses de sus seguidores: el permiso de una adolescente para ir a una fiesta, conservar el trabajo para un obrero, recibir una beca para un estudiante, una pensión para un adulto mayor o una despensa para aquéllos de menores ingresos.

El líder no necesita ser electo. Se elige a sí mismo para actuar y pone manos a la obra. No requiere de un título para crear una visión con su comunidad y lo que hace, es inspirar y guiar a sus seguidores para que ellos realicen las acciones necesarias para transformar su entorno y su realidad.

El poderoso, en cambio, no trabaja con la gente, sino con los recursos comunes para repartirlos según el criterio de necesidad o mérito que para el efecto establezca. Esto deviene en que en realidad, no congrega, sino que divide, pues el poder se fortalece creando  una dependencia de anhelos: si yo alcanzo los míos, tú logras los tuyos. No hay comunión.

Podemos verlo con claridad en la carrera por los cargos públicos. Es un discurso que escuchamos una y otra vez. “Si yo gano, tú tienes … y solo si gano, trabajaré por tí”. No hay un servicio desinteresado y genuino.  Y es el mismo discurso en la empresa: si a la empresa le va bien, tú conservarás tu empleo.

El nudo es saber qué necesitamos en nuestro país: un líder o un poderoso. En lo ideal, nos urgen líderes para transformar a nuestro México. En lo real, estamos llenos de políticos en busca de poder, no de servir ni de crear una visión compartida .

Pero quizás como sociedad justo es lo que hemos provocado, pues nuestra relación como connacionales es más parecida a un colectivo que a una comunidad.

En México, históricamente, gran parte de la población ha vivido en la marginación, la pobreza y la discriminación. Todos somos responsables de esta situación. Así, hemos empujado a varios sectores de la sociedad a buscar la forma de conseguir para sí una rebanada del pastel que es México, pues les ha sido negada.  Buscan su bienestar como colectivo, no como comunidad, pues nunca han sido incluidos en ella.

Por otro lado, los más favorecidos cuentan con opciones por lo que, tampoco hacen comunidad con el país, pues si no obtienen lo que quieren, siempre podrán buscarlo en otro lugar. Gozan de autonomía e independencia  y así se despegan del resto de los mexicanos.

Cuando escucho que no hay ni a quien irle en las próximas elecciones, me abruma ver como hemos delegado a los políticos nuestra administración precisamente porque como ciudadanos no somos comunidad, sino una colectividad que busca a través del mismo medio, el poderoso en turno, satisfacer sus propias necesidades.  Nos disgustan los políticos de todos los tiempos, pero no actuamos para transformarnos en una comunidad.

¿Por qué no tenemos líderes en México? Porque los líderes nacen de la comunidad y para la comunidad.  Hemos olvidado el verdadero significado del nacionalismo, ese donde todos los mexicanos construyen de manera activa una visión de un México justo, próspero, incluyente y pacífico. 

En el discurso político actual, el nacionalismo es el control de los recursos de los mexicanos para ser repartidos por la autoridad en turno y ser consumidos por quienes lo mantienen en el poder.  Este nacionalismo podrido está muy lejos de ser la suma de esfuerzos de ciudadanos y ciudadanas para crear y regenerar los recursos, por el bienestar de todos.

Amable lector, confieso que no sé qué es primero, si el huevo o la gallina. No sé si necesitamos un líder para hacer de nuestra sociedad una comunidad, o si tenemos que primero ser comunidad para que surjan verdaderos líderes. Pero mientras tanto, tenemos según somos: políticos para arrear nuestra colectividad.

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