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Nudos de la vida común. La Barbie que todos llevamos dentro

Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz,

sino haciendo consciente la oscuridad

  • Carl Jung

Sin pretender ostentarme como crítica de cine, sino tan sólo como un miembro de nuestra vida común, hoy les comparto, estimados lectores, algunas reflexiones sobre la polémica alrededor de una de las películas más taquilleras de este año: Barbie. Resulta sorprendente ver cómo una producción de entretenimiento que se acerca más a lo casual y nimio, ha causado conmoción pública no alrededor del arte como se espera del cine, sino de las ideologías que ponen en jaque la perspectiva de la vida social.

Desde su creación, la muñeca más popular en la historia del juguete, fue motivo de controversia.  Ruth Handler, cofundadora de la empresa Mattel, propuso a finales de los años 50s del siglo pasado, lanzar al mercado una muñeca que representa a una mujer adulta e independiente, en contraste con la oferta de aquél entonces que solo brindaba dos modelos básicos de juguetes para las niñas: bebés o figurines infantilizados. El objetivo de Handler, además del mercantil, era ampliar el espectro de las expectativas de vida de las niñas a través del juego. De hecho, su inspiración fue su propia hija, Bárbara, cuyo entretenimiento favorito era vestir muñecas de papel que tenían una  apariencia más madura.

Esta idea condujo a un diseño con atributos femeninos que marcaron un estándar que no sólo ampliaba los horizontes de vida de las mujeres, sino que también impuso un modelo de belleza irreal. Este impacto ya había sido motivo de crítica hacia Barbie en décadas pasadas, pues si bien el hecho de que inspirara a las niñas a perseguir sueños más allá de la maternidad era recibido positivamente, el marcar expectativas sobre el cuerpo femenino condujo incluso, a trastornos alimentarios y de autopercepción, causando daños severos tanto en la psique como en la salud de muchas niñas en su transición a la adolescencia.

Ahora, en la versión fílmica de Barbie, el debate se ha suscitado alrededor de los roles de hombres y mujeres en la sociedad. Lo que resulta muy interesante es la divergencia de interpretaciones alrededor de los mismos.

Por un lado, hay quienes señalan que el papel masculino no solo es disminuido, sino despreciado, mientras que el de la mujer, vanagloriado. Esta postura es por demás curiosa, pues resulta ser la historia del patriarcado contada al revés: las mujeres  como actores de la vida económica y social y los hombres jugando un rol secundario, sumiso y de servicio. Llama la atención cómo esta representación es recibida por muchos – y muchas – como un ataque, en lugar de una sátira que podría convidar a la toma de conciencia sobre las estructuras culturales que han provocado no solo la desigualdad, sino también la discriminación y hasta la violencia de género.

Por otro lado, hay quienes ven en la película el triunfo del feminismo a modo de revancha sobre el machismo, cuando en realidad, la cinta muestra la crisis de identidad causada por las expectativas sociales sobre estos roles, aumentada por la difuminación de la individualidad, pues todas las mujeres son Barbies y todos los hombres son Ken, sin importar sus características y atributos personales, los cuales pierden valor precisamente por forzar la homologación, supeditando la identidad a la pertenencia al grupo cultural de referencia.

La propuesta de la película, es la ruptura del mito de la media naranja, eliminando la codependencia de hombres y mujeres como medida de apreciación personal y restaurando la valía y la dignidad de cada ser humano por sí mismo, como una persona total y completa. Al final del día, la solidez de la relaciones no parte de la codependencia de seres incompletos, sino de la interdependencia voluntaria entre dos o más personas que en su individualidad viven en una plenitud que les permite una verdadera donación hacia su otro o sus otros que forman su grupo social, ya sea una familia, una amistad, un equipo o un grupo de colaboradores. 

Desde la perspectiva de quien esto escribe, Barbie no será la película del año, pero si es una oportunidad de observar qué refleja de nosotros mismos su arco argumental. La carga emocional de esta polémica pone en evidencia tanto miedos como dolores colectivos, que si nos permitimos traer a la luz, pueden transformarse para reinstaurar una nueva armonía entre los géneros, basada en el reconocimiento de cada persona como un ser íntegro y digno por sí mismo.

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