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Nudos de la vida común. Humano a lo humano, tecnología a lo material

El verdadero peligro no es que las computadoras empiecen a pensar como los hombres,

 sino que los hombres empiecen a pensar cómo las computadoras.

 – Sydney J. Harris

La creciente irrupción de la inteligencia artificial en la vida común despierta múltiples preocupaciones y posturas sobre su potencial impacto en nuestra cotidianidad. Entre el febril entusiasmo a la enconada resistencia, existe un abanico enorme de perspectivas, prácticamente en todas las áreas y contextos. Bajo esta premisa, amables lectores, les invito a que veamos la tecnología como todos los matices que existen entre el blanco y el negro, apreciando que todos tienen una combinación única, dependiendo con que color se combinen.

En el contexto educativo, existe ya un amplio debate académico sobre cómo, por un lado,  el uso de la inteligencia artificial merma el desarrollo de conexiones neuronales en los estudiantes de todas las edades -y con ello, el de su calidad y profundidad de pensamiento, llamada recientemente deuda cognitiva – y por otro, cómo facilita la labor docente y permite la hiper personalización del proceso de enseñanza-aprendizaje, abriendo la puerta a  una mayor inclusión y mayores niveles de logro en los estudiantes.

Si bien es cierto que el uso de un asistente virtual puede hacer que un estudiante se brinque ejercicios mentales que le permiten desarrollar su cerebro en toda su potencialidad, también es cierto que en entornos adversos por la limitación de recursos culturales y educativos, puede abrirle el acceso al mundo de los saberes. Pensemos por ejemplo en tantos niños y niñas que por las circunstancias de vida están siendo criados por dos generaciones arriba de la suya, quienes por el mismo entorno no tuvieron oportunidad de recibir educación formal. Los asistentes virtuales en estos casos pueden ser grandes aliados para promover el aprendizaje de esta generación y evitar el rezago educativo que tanto impacto tiene en arraigar la desigualdad. Pero permítame, amable lector, enfatizar en una palabra: aliado, no suplente. La labor del maestro, la compañía, el cuidado y la guía de padres y abuelos son irremplazables, y más bien, el apoyo de la tecnología puede descargarlos de tareas de menor valor, permitiėndoles una mayor presencia y dedicación. Es decir, atendamos lo humano con lo humano, y lo material, con el subsidio de la tecnología.

De manera análoga, en el mundo laboral, se tiene el temor de que la tecnología reemplace puestos de trabajo, cuando lo cierto es que la escasez de fuerza laboral está empujando el desarrollo tecnológico para cubrir el déficit actual de mano de obra. De hecho, la tecnología puede ser la respuesta a la preocupación empresarial de la pérdida de productividad ante la disminución de las jornadas laborales. Por un lado, existe evidencia que el acortamiento de las jornadas laborales puede incrementar la productividad neta de los trabajadores, pero por otro, puede dignificar el trabajo encauzando el trabajo humano a las tareas donde la contribución del trabajador es integral, no solo su fuerza muscular o su tiempo, sino su esencia y talento como persona, su contacto humano con otros y su toque de creatividad. Lo material, con el subsidio de la tecnología; lo humano, con lo humano.

De hecho, hay una preocupación más, sobre todo referente a la juventud. El incremento del acceso a la educación superior y la rápida disponibilidad de información ha incrementado el promedio del coeficiente intelectual en la población. Sin embargo, factores como el aislamiento que produjo la pandemia y como el trabajo, el estudio e incluso la diversión desde la virtualidad, han mermado el coeficiente emocional y las habilidades sociales de los individuos, especialmente en los más jóvenes. Apoyarnos en la tecnología puede optimizar el uso del tiempo, pero necesitamos generar estrategias conscientes para dedicarlo al cultivo de relaciones interpersonales y el fortalecimiento de la vida común.

La tecnología, y específicamente, la inteligencia artificial, es una herramienta valiosa y potente que hemos construido con el conocimiento acumulado de todos nosotros.  Las distorsiones que han resultado, no son consecuencia de esta creación humana, sino de la desigualdad que vivimos, que no pone un piso parejo ni para poder acceder a ella ni para contar con los recursos cognitivos para hacer un uso apropiado de la misma.  Si, la tecnología sigue siendo un reto para el desarrollo multidimensional de las personas, pero la causa raíz de ello es la desigualdad. El problema es que la desigualdad, un tema profundamente humano, debe ser resuelto con lo humano mientras que la tecnología solo puede resolver lo material.

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