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Nudos de la vida común. El placer de leer

“La obra escrita es probablemente, en el orden de la creación intelectual, la que más hondamente y con mayor autenticidad expresa el espíritu del hombre.”

Jaime Torres Bodet

Leer por goce es un acto de consumo capitalista. Lapidaria declaración del director de materiales educativos de la Secretaría de Educación que reprime la libertad del espíritu humano.

Al mismo tiempo, esta aseveración desvela las intenciones oficiales de controlar a la población a través del sistema educativo.  Esta postura es un asqueroso acto de mezquindad que nuevamente divide a la población y que contradice terriblemente la única parte rescatable de su discurso: el poder emancipador de la lectura.

En México, según el INEGI[1], la población alfabeta lectora ha caído en casi 10 puntos porcentuales en los últimos cinco años, pasando de un 80.8% a un 71.6%. Estas cifras contemplan un espectro de lectura que va desde foros, páginas y blogs de internet hasta libros, pasando por supuesto por historietas, revistas y periódicos. Pero si consideramos únicamente la población alfabeta que lee libros, el porcentaje se reduce a un 43%, con un promedio de lectura de 3.7 libros por año.

Más aún. Si desagregamos la cifra de población lectora por nivel de escolaridad alcanzado, nos encontramos una lacerante diferencia: mientras que el 89.2 de las personas que han concluido una carrera universitaria leen en cualquiera de estos medios de manera cotidiana, solo el 51.1% de quienes no terminaron la educación básica hace lo propio.  Datos congruentes con la afirmación de AMLO de que la población con mayores niveles de estudio son las más difíciles de convencer de su propuesta de gobierno. Es absurdo suponer que esto es por falta de capacidad de pensamiento crítico.

Tanta es la ignorancia de Marx Arriaga – irónicamente, doctor en filología – que en un discurso el 21 de febrero del año pasado, cuando se desempeñaba como Director de Bibliotecas de la Secretaría de Cultura, aconsejó a las mujeres que asistamos a las bibliotecas para adquirir educación y cultura y así poder emanciparnos del machismo opresor. Afirmación misógina carente de soporte alguno, pues en México las mujeres leemos más que los hombres, especialmente más libros, revistas y medios electrónicos, mientras que los varones leen más periódicos e historietas. Y por cierto, accedemos a más materiales gratuitos que ellos.

Continuando con los datos del INEGI, resulta que la primera motivación para leer libros de los mexicanos es el entretenimiento, declarado así por un 42.6% de la población encuestada. El segundo lugar es el trabajo o estudio, con un 25.1%, seguido por un 18.5% que lo hace por cultura general.

Aún sin cifras disponibles, no es aventurado afirmar que la lectura es el entretenimiento de mejor relación costo-beneficio, ya sea con inversión particular del lector o con gasto público.  Se trata de un pasatiempo que enriquece la cultura, democratiza el conocimiento, libera la imaginación y por supuesto, fomenta el pensamiento crítico. Es tiempo y dinero invertidos que da frutos para toda la vida de la persona.

Como las demás artes y los deportes, la lectura eleva el espíritu de la persona, le permite romper sus propias fronteras y limitaciones y amplía su visión de la vida, permitiendo la plenitud de su desarrollo y construyendo así la vida común.

A través de la lectura, conectamos con ideas, pensamientos y emociones de un otro. No precisamente tenemos que aceptarlos y tomarlos como propios, pero sí nos invitan a un proceso de reflexión sobre nuestros propios paradigmas y saberes, pudiendo reforzarlos, validarlos, enriquecerlos o modificarlos.

Con la lectura, tocamos el mundo del otro, conocemos realidades y aspiraciones tanto de quien nos es culturalmente cercano como del lejano, conduciéndonos a una percepción más clara de nosotros mismos, de nuestra vida y entorno.  La lectura es un entretenimiento que nos libera de nuestro enemigo real: la ignorancia de quienes somos y de la realidad de nuestro entorno.

Por el contrario, los motivos por lo que los mexicanos no leemos son dos: falta de tiempo – situación completamente relativa, según la gestión que cada uno encuentra pertinente para su agenda – y por desinterés.  Es decir, hemos fallado en la estrategia para el desarrollo de habilidades lectoras. Precisamente, lo que se requiere es crear gusto por la lectura con técnicas de enseñanza y materiales que resulten atractivos para el lector en formación.

De hecho, a nivel de funcionamiento cerebral, la gratificación de la actividad lectora resulta vital para permitir la integración de ambos hemisferios cerebrales. El lado izquierdo se enfoca en los detalles de la historia y los datos así como su secuencia,  mientras que el lado derecho estimula nuestros sentidos y se ocupa de captar la “fotografía completa”. El cuerpo calloso, funcionando como puente entre ambos hemisferios, se ve fortalecido al pasar información de uno a otro lado del cerebro. De esta forma, una buena narración  no sólo crea imágenes en nuestro cerebro, sino que fortalece la adhesión de conocimiento a la memoria.  Este proceso es prerrequisito del análisis, la síntesis y la abstracción, las cuales a su vez habilitan el pensamiento crítico.  Sin goce, se cierra la puerta al desarrollo de las habilidades de pensamiento de la persona.

Desde la experiencia docente, se aprecia con claridad que aquellos estudiantes que leen por gusto, adquieren un hábito sólido, lo cual les facilita leer, pero sobre todo comprender contenidos académicos e informativos que no siempre se caracterizan por ser disfrutables.  Por el contrario, un estudiante que no lee por iniciativa propia, le resulta cuesta arriba completar una tarea escolar que implique este medio de adquisición de conocimientos.

Despreciar el placer de la lectura invita a la población a permanecer en la ignorancia, a precisamente no desarrollar un mayor entendimiento de la realidad y por supuesto, desalienta aún más la producción literaria, que al igual que las demás artes, resultan actividades económicas que destinan a los artistas a la precariedad. Pero el ciudadano Arriaga ya lo había dicho: los artistas gráficos deberían recibir como único pago por ilustrar los libros de texto gratuito, el honor de hacerlo. Su arte no es digno de recibir una compensación económica. Es decir, que no se atrevan a vivir del arte.

Beber vinos caros, tomar vacaciones de lujo, usar celulares que cuestan un salario mínimo anual son actos de consumo capitalista, de los que seguramente goza Marx Arriaga con su salario de 123,000 pesos mensuales[2]. Leer por goce es señal de salud mental y espiritual, y una virtud que debemos fomentar y compartir para transformar a nuestro país en uno justo, libre e igualitario.


[1] Resultados del Módulo de Lectura, levantado en febrero de 2021

[2] Según datos del Portal Nacional de Transparencia, citado por Reforma en edición del 7 de abril de 2021.

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