Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú – Gabriela Mistral
En esta tercera y última parte del tema que hemos venido abordando sobre el dilema del prisionero y nuestra vida común, quiero compartir con ustedes, amables lectores, algunas reflexiones sobre la posición que ha asumido el Gobierno Federal respecto a esta avalancha que se nos ha venido encima en forma de crisis económica.
Hemos comentado ya la incuestionable necesidad de proteger el empleo. En días pasados el Ejecutivo Federal, Andrés Manuel López Obrador, en su conferencia matutina señaló que ayudando al 70% de los mexicanos – aquéllos en pobreza -, estará ayudando al otro 30% con la presunción de que estos últimos son los empresarios del país. Declaró que estos apoyos generarán consumo, pues al tener la población dinero, podrá comprar bienes y de esta forma se beneficiarán las empresas. Esto suena a un lavado de conciencia utilizando una forma barata de convencer a la población de que él sí entiende la dinámica económica y de que sí está tomando en cuenta a las empresas, pero que su beneficio es en carambola, cuando en este momento lo que necesitamos es un efecto de bola de nieve. Aclaremos: no se trata de subvencionar a los empresarios, de eso ya hablamos la semana pasada. Se trata de proteger el empleo.
Su hipótesis del 70/30 es totalmente opuesta a la conocida ley de Pareto o del 80/20. Vilfredo Pareto[1] fue un economista y sociólogo italiano que hizo aportaciones importantes a la teoría del equilibrio general. En esta teoría se reconoce que la economía debe verse desde una perspectiva de conjunto, donde un factor del mercado afecta a todos los demás, por lo que hay que guardar un delicado equilibrio para no despeñarla.
La ley del 80/20 señala que el 80% de los resultados se obtienen a partir del 20% de los esfuerzos y por tanto, hay que identificar y enfocarse puntualmente a las acciones que generarán el mayor beneficio, para tener un efecto multiplicador contundente. Creo que AMLO no asistió a esa clase o la entendió al revés. Es correcto y prioritario apoyar a la población, pues es evidente que enfrentamos una crisis alimentaria que hay que resolver de manera urgente.
Pero no se trata del pescado, sino de enseñar a pescar. Se trata del equilibrio entre el corto y el mediano y largo plazo. Lo inmediato, es que ningún mexicano se quede sin comer, no solo hoy, sino todos los días. Y para eso, se necesita del empleo. La hipótesis lopezobradorista del 30/70 es una medida urgentista que en realidad no beneficiará al otro 30% de los mexicanos, pues este supuesto impulso al consumo se diluirá en una cadena de gastos y pagos de bienes ya recibidos y consumidos, es decir, no genera nueva producción y la falta de ésta, genera desempleo. Esa es la falla de la hipótesis: para gastar, primero hay que generar y producir.
Pero algún buen consejo ha de haber tenido eco en su gabinete al implementar un programa de créditos a un millón de micro y pequeños empresarios. Lástima que sea clientelar, pues se estará otorgando en créditos a la palabra (como si alguna vez estos créditos se hubieran recuperado) a las personas registradas en el Censo del Bienestar de 2018 y nuevamente, utilizando la estructura de dispersión de recursos que atiende a compromisos electoreros. Como sea, eso dará un leve respiro a la economía, de muy corto plazo (quizás no más allá de un mes) y servirá como argumento para que sus seguidores puedan defenderlo frente a los detractores de su política económica.
Lo terrible de la situación es la ausencia de empatía de parte del Ejecutivo Federal con su propia clientela, pues está más preocupado por cuidar su imagen frente a ella y por seguirla maiceando para contar con su apoyo que por resolver de fondo las causas raíz de la situación de pobreza en México. Es cierto, él no la provocó, pero ser responsable significa dar respuestas y resolver, y en este caso se requieren de acciones que den una nueva estructura económica que garantice una vida digna para todos los mexicanos, en el mediano y largo plazo, no solo hoy. Para eso es el poder.
La mezquindad es lo opuesto a la compasión y el poder debe ser compasivo, debe poner en el centro el velar por la dignidad de las personas, especialmente aquéllas en situaciones de vulnerabilidad, para que salgan de ahí y no lucrar con sus necesidades.
Gran parte de la población cree en López Obrador y nada lo haría a él más humano que empezar a actuar con verdadera compasión por ese pueblo que dice amar y que vive en desventaja, y que por ellos, reconozca el error y lo enmiende.
Durante la semana pasada se habló mucho en redes sociales que este sexenio ya se acabó. Mi mejor y más ingenuo deseo es que a los dieciséis meses de asumido el poder y frente a esta crisis provocada por el COVID19, Andrés Manuel resuelva el dilema del prisionero optando por la opción de mayores beneficios, la de cooperar y confiar. Que responda con humildad y corrija el camino, que con liderazgo llame a la reconciliación de los mexicanos y que convoque a la unidad, que escuche a todas las voces y que valore la diversidad del país que dirige y que de ella haga su fortaleza. Que congregue a los mejores talentos de todo perfil de pensamiento y que mediante el diálogo abierto y sincero construyan políticas públicas sostenibles en el mediano y largo plazo para hacer realidad el sueño mexicano de tener una vida digna. Que honre la confianza de los que apostaron por él desde la luz del conocimiento y la razón y no desde lo obtuso de las creencias. No hay país exitoso con un líder fracasado ni viceversa.
https://economipedia.com/historia/biografia/vilfredo-pareto.html
[1] https://economipedia.com/historia/biografia/vilfredo-pareto.html
