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Nudos de la vida común. El día después.

 

El secreto del cambio es enfocar tus energías no en la lucha contra lo viejo,

 sino en la construcción de lo nuevo

  • Sócrates

Un sector de la población muy afortunado ha conservado el empleo gracias a que la naturaleza de éste permite que sea posible realizarlo desde casa. Quienes estamos en esta posibilidad, hemos aprendido una nueva forma de vivir, donde el hogar y el trabajo cohabitan.

No ha sido fácil, pues para quienes tienen hijos pequeños, atender a una junta de trabajo y de manera simultánea apoyar a las niñas y niños a tomar una clase en línea o hacer una tarea es toda una odisea.  La intimidad de las disputas familiares se perdió en un micrófono encendido. Compartir el internet doméstico produce un rendimiento muy inferior al que gozamos en la empresa, pero los resultados que se esperan son los mismos.

Desaparecieron las relaciones con los compañeros de oficina o planta, que muchas veces constituían toda nuestra vida social. Los desayunos godinez y las salidas a comer en día de quincena con esa familia por adopción, son recordados con la nostálgica frase “éramos felices y no lo sabíamos”.

Los trayectos al trabajo eran nuestra ventana al mundo, y aunque su omisión ha representado un ahorro en tiempo y dinero, cerraron la cortina a ese contacto social, que nos permitía ver realidades distintas a la nuestra y a ser conscientes de los otros, pues los dejamos de ver.

Por supuesto, permanecer en casa ha cambiado el patrón de consumo. Hemos gastado más en compras a domicilio, ya sea alimentos y productos, y menos en aparadores. Más ropa casual y cómoda, menos moda y glamour. A unos, el temor al sufrimiento económico los ha hecho más prudentes en el gasto. A otros, la ansiedad, más impulsivos.

Por otra parte, las reglas de operación de establecimientos comerciales para romper la cadena de contagios, nos han exigido mayor organización y disciplina como consumidores. Nuestros deseos y necesidades ya no pueden ser satisfechas en el instante que surjan, sino que debemos planear el momento de adquirir nuestros satisfactores. Un beneficio es que la planeación trae racionalidad en el consumo.

Quizás nuestras jornadas de trabajo siguen rebasando lo que señala la ley, pero ahora están intercaladas por lapsos de atender las cosas cotidianas de la vida: comprar el garrafón de agua, surtir el cilindro del gas, salir a tirar la basura y regar el jardín, auxiliar a un vecino,  pasear a las mascotas o compartir la comida con quienes vivimos en el mismo domicilio.

El trabajo en casa nos ha traído una nueva forma de hacer la vida. Más comida casera, más tiempo para uno mismo, quizás más ejercicio o desarrollo personal y espiritual, más convivencia familiar, más conciencia de nuestra vulnerabilidad y más valoración de la conexión con los demás.

Todos añoramos salir de casa, pero si nos detenemos un poco, podremos evaluar el alto costo que tenía nuestro estilo de vida anterior. Contaminación ambiental por el uso de transporte.  Personal laborando en tiendas y en lugares de entretenimiento en jornadas de 10 o más horas para lograr cubrir los horarios de demanda del cliente, y por supuesto, sin saber lo que es compartir un domingo en familia.  Alto estrés tratando de satisfacer las demandas laborales, familiares,  sociales,  escolares y hasta religiosas. Preponderancia de lo superfluo sobre lo realmente necesario. Búsqueda de la felicidad fuera y no dentro de nosotros.

El día después de la pandemia, cuando todo esto haya acabado, ¿a qué renunciaremos de lo que hemos ganado en el trabajo en casa? ¿al tiempo de ejercicio y meditación para la salud física y mental? ¿a la comida sana en casa? ¿a la convivencia familiar?

El reto, para la nueva normalidad, es quedarnos con lo mejor de ambos mundos. Recuperar la estimulante interacción social que nos ofrece el reunirnos en el centro laboral, sin sacrificar por ello la vida personal. Hacer esto posible es una tarea de empresas y trabajadores.  Las primeras, deberán reconocer la importancia del equilibrio entre vida y trabajo para los colaboradores y crear condiciones para que sea posible. Cuentan ahora con un aliado en las prácticas que hicieron posible la continuidad de la producción de bienes y servicios durante el confinamiento.  Los segundos, deberán dejar de regatear el tiempo a su círculo de relaciones más cercanas y capitalizar en el trabajo la disciplina que sin duda les demandó el trabajo en casa.

Regresar a las oficinas, fábricas e instituciones no significa tener que regresar a un estilo de vida caótico y estresante. Si así lo hiciéramos, significa que no aprendimos nada de lo que la pandemia nos vino a enseñar.

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