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Nudos de la vida común. El ciclo sin fin: el trabajo precario.

Mira si será bueno el trabajo que te pagan por hacerlo.

Según las cifras oficiales del INEGI, en abril de 2021 la tasa de desempleo en México se ubicó en 4.7%. Si tenemos en cuenta que el porcentaje de desempleo a nivel mundial antes de la pandemia era del 5%, esta estadística es aceptable. Sin embargo, en la historia individual de quienes salen a buscar trabajo sin encontrarlo, este número es una tragedia.

Empero,  tener trabajo en México no es garantía de nada. El 64.7% de la población se encuentra en pobreza general, lo que significa que lo que gana le es insuficiente para satisfacer alguna o varias de sus necesidades básicas, ya sea alimentación, salud, educación o vivienda.  

Exploremos  por qué estos números fríos desmitifican la idea de que las personas viven en precariedad porque no trabajan. La mayoría de los pobres salen todos los días a ganar el sustento; el problema  es la baja calidad del empleo en nuestro país.

El índice de mejores trabajos desarrollados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) presenta un ranking de la calidad del empleo en América Latina. Este índice considera la combinación de cuatro variables: participación laboral, ocupación, formalidad en el empleo y trabajo con salario suficiente.

México es la segunda economía en América Latina en razón de su producto interno bruto. No obstante, de los 17 países evaluados por el BID en su último registro disponible, México ocupa el lugar número 13 . Al hacer la conversión del PIB por habitante, la realidad se hace más clara: se reitera que estamos en los últimos lugares de la región. El tamaño de la economía, pues, no es reflejo de la calidad de vida de los mexicanos.

Resulta que si consideramos de manera aislada cada variable del mencionado índice, la situación se torna bastante preocupante. En cuanto a la participación laboral, es decir, el número de personas en edad de trabajar que tienen un empleo o están en búsqueda de uno, México ocupa el  décimo lugar.  En el factor ocupación, que mide las personas en edad de trabajar que tienen un empleo, logramos un séptimo lugar.

En formalidad del empleo, definido como el número de empleados  que cuentan con seguridad social, también quedamos en la posición número 10. Por último, en cuanto a salario suficiente, México queda rankeado en el lugar número 14 nuevamente, ya que solo 40% de su población percibe ingresos suficientes que les permiten superar la pobreza.

De estos números, podemos concluir que México está reprobado en calidad del empleo. La situación es bastante grave pues se trata de un círculo vicioso.

Los bajos salarios en México derivan en un bajo poder adquisitivo de los trabajadores. Esto limita la cantidad de bienes y servicios que pueden consumir y limitan los precios que pueden pagar. Estos precios resultan asimétricos, pues para el consumidor son altos.   Para la empresa pequeña y mediana, no generan un margen de ganancia suficientemente atractivo y a veces, ni de supervivencia. Estas empresas son las que generan la mayor parte del empleo en el país, de modo que para subsistir, pagan salarios precarios.

En una economía abierta y globalizada, las empresas tienen mayor control en su estructura de costos sobre los salarios. De esta forma, el parámetro que utilizan para fijar un sueldo  son los salarios mínimos establecidos por el gobierno. Como estos trabajadores tienen ingresos insuficientes para sobrevivir, solo pueden consumir productos con precios muy económicos.

Para que las empresas puedan ofrecer precios bajos, sacrifican sueldos, calidad de insumos e incluso, incurren en prácticas de producción donde el medio ambiente y la sociedad son quienes pagan la factura. 

Como el costo de vida supera al salario, el gobierno tiene que entrar al quite a través de subsidios, pues de otra forma, para el trabajador salir a trabajar le saldría más caro que lo que va a ganar. Para hacer viable que el trabajador salga a laborar, el gobierno define subsidios diversos:  transporte público, desayunos escolares, becas a estudiantes, pensiones a adultos mayores y guarderías, entre otros. Estos subsidios son necesarios pues de lo contrario, al trabajador no le alcanzaría ni para pagar su transporte al trabajo, dar de comer a sus hijos para que vayan a la escuela o tener dónde sean atendidos, pues él o ella no pueden costear el cuidado de sus hijos y no tendrían de qué vivir una vez que la edad se los impida.

 Con sueldos tan bajos, el pago de impuestos sobre el producto del trabajo se convierte en una injusticia social, por lo que el Estado disminuye los impuestos que debería pagar el trabajador por su ingreso. Como usted se imaginará, amable lector, esto hace que la mayor parte de la población económicamente activa no contribuya al gasto público por este concepto, reduciéndose así los ingresos del Estado.

 Paradójicamente, para cubrir estos subsidios, el gobierno depende de los impuestos. A peor calidad del empleo, es necesario una mayor cantidad de subsidios y por ende, más impuestos. Entre más impuestos, la estructura de costos de la empresa resulta más presionada y menos competitiva en el mercado global. Entonces para mantener la competitividad, se contienen más aún los sueldos.

En todo este nudo, al final de cuentas alguien tiene que pagar los platos rotos, y en el modelo económico de México, le ha tocado al trabajador.  Nos enfrentamos a un modelo económico con una visión de la persona meramente materialista, donde solo se le da para comer, como si se tratara del mantenimiento de una máquina.

Así las cosas, en México, las condiciones del trabajo muy tristemente no son la vía para salir de la pobreza, sino que la perpetúan y lastiman la dignidad de la persona.

El trabajo dignifica al ser humano en la medida que es un medio que le provee de un sustento que le permite cubrir sus necesidades materiales básicas y lograr un desarrollo pleno de sus potencialidades como individuo.

Si me acompañan, amables lectores, en la próxima entrega continuaremos reflexionando sobre los factores cualitativos del empleo en nuestro país en la búsqueda de alternativas para deshacer este nudo que amaga el espíritu humano.

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