Primera parte
Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: “Cierren los ojos y recen”. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.
- Eduardo Galen
La aportación de los galardonados con el Premio Nobel de Economía 2024, el turco Daron Acemoglu y los británicos Simon Johnson y James Robinson, es bastante peculiar, pues parece que nos están contando una vieja historia, pero en realidad, es una alerta importante para el presente. Permítame explicarme, amable lector.
Los ganadores de este año presentan una tesis que aparentemente ya conocíamos: la prosperidad de los países depende en gran medida de sus instituciones sociales, como son su gobierno, sus leyes y la forma en que fueron creadas. Sin embargo, es este último aspecto, el génesis de las instituciones, el que parece tener una relevancia mayúscula en el destino económico de una nación.
Acemoglu, Johnson y Robinson realizaron estudios sobre el proceso colonizador europeo a partir del siglo XVI y encontraron una correlación significativa entre la estrategia de colonización y el devenir económico de las sociedades colonizadas.
Hay tres puntos de partida en sus estudios. El primero es la inquietante observación de la exorbitante disparidad en el producto interno bruto per cápita entre el 20% de los países más ricos y el 20% más pobre del mundo, diferencial que alcanza las 30 veces del uno sobre el otro. El segundo, la observación de que los grupos humanos que eran ricos antes de la colonización, ahora son pobres y que los que antes eran pobres, ahora son ricos. Y la tercera, es que ciudades como Nogales, divididas entre Sonora y Arizona, o fronterizas como Tijuana y San Diego, a pesar de compartir historia y cultura, presentan un contraste muy importante en su desarrollo económico. A partir de estas observaciones, los académicos premiados en este año, concluyen que la diferencia entre países pobres y ricos, está influenciada por la solidez de sus instituciones y de su democracia. Aunque esto es algo que las dictaduras del siglo XX y XXI ya han hecho evidente, estos investigadores deciden escarbar en la historia para indagar qué es lo que hace que algunos países cuenten con instituciones robustas y un sólido estado de derecho y otros no. El cambio de fortuna que marcó la inmigración europea, trajo una pista importante: la estrategia de colonización
Resulta que los pueblos indígenas que contaban con riquezas y una alta densidad poblacional y una estructura social , presentaban una alta resistencia a la colonización y había poco espacio para que los arribistas pudieran negociar su inclusión en sus comunidades. Esto hacía que sólo unos pocos colonizadores se lanzaran a conquistar esos territorios. Pero desde entonces aplicaba la ley del riesgo y la inversión: a mayor el primero, más rentable la segunda. Entonces los colonizadores que apuntaron a geografías abundantes y muchos pobladores, fijaron como estrategia dominar, con violencia, a la población para extraer sus riquezas y convertirlas en fuerza laboral para lograrlo. Obviamente, eran gente con gran ambición y pocos escrúpulos que al buscar normar las relaciones de este encuentro de mundos, dejaron poco espacio para la democracia, pues tenían que someter a la población para lograr sus fines.
Por otro lado, las poblaciones originarias más dispersas y con un patrimonio más limitado, resultaban de fácil acceso, pues presentaban menos resistencia a la inmigración, aunque menores perspectivas de desarrollo económico, pues de entrada, no había fuerza laboral suficiente que pudieran poner a su servicio. Esto hacía que fueran más atractivas para un mayor número de colonizadores, pero solo funcionaba para aquéllos cuya motivación para migrar de Europa a otro continente no fuera el enriquecimiento, sino la libertad, ya fuera religiosa o política. En estas comunidades, los migrantes tuvieron que llegar a negociar y a construir acuerdos integradores donde colonizados y colonizadores ganaran, pues se necesitaban mutuamente para prosperar. Así, introdujeron instituciones y sistemas políticos y económicos inclusivos. En esos casos, ambas partes promovieron el estado de derecho y custodiaron sus instituciones para regular la vida común.
Hasta aquí la historia y las conclusiones de Acemoglu, Johnson y Robinson. Como toda investigación que tenga valor, necesitamos ahora profundizar en las implicaciones prácticas, ya sea políticas, sociales, económicas o empresariales, las cuales me gustará desmenuzar con ustedes, estimados lectores y lectoras, en la siguiente entrega. Les espero.