No es posible mantener la paz usando la fuerza, solo puede conseguirse mediante la comprensión – Albert Einstein
Tradicionalmente, los colores de nuestra bandera nacional han sido vistos como un recordatorio de los valores que nos dan nuestra identidad común. Al centro de ellos, está el blanco, convocándonos a la unidad.
Con tristeza y preocupación reflexiono esta semana sobre esta especie de guerrilla civil que estamos sosteniendo los mexicanos a través de las redes sociales, alentada desde la esfera de poder más alta del país, el propio Presidente de la nación.
Abrir cualquier red social es como subirse a un ring de boxeo, ya sea como contrincante, como réferi o como observador. La contienda más frecuente es seguidores de AMLO contra sus detractores. Y he aquí mi preocupación. Desde la realidad personal y del entorno inmediato, cada quien tiene una perspectiva legítima; sin embargo, lejos de una actitud de diálogo y construcción en unidad, el discurso que se lee en redes sociales es de ataque, donde escasamente se exponen razones y motivos y en que cada vez más aparecen descalificaciones personales de unos contra otros. Ignorantes, abusivos, corruptos, vendidos son las palabras más suaves que podemos leer.
Uno y otro bando se ha vuelto experto en compartir contenidos de dudosa procedencia y en manipular la información desde su propia óptica. Parece que estamos dentro de una guerra civil donde el imperativo es ganarle al oponente. ¿En qué momento esa persona, que nunca conocí pero que levantó escombros en los terremotos de 1985 y del 2017, se volvió mi enemigo? ¿Cómo sucedió que aquéllos que donaron alimentos y artículos de primera necesidad en las inundaciones de Tabasco y Chiapas en 2007, como en tantos otros desastres naturales, se convirtieron en mi contrincante? ¿Cómo fue que si nos indignamos juntos por la masacre de Aguasblancas, los desaparecidos de Ayotzinapa, la aprobación del Fobaproa, el incremento del IVA al 16%, terminamos siendo rivales?
Ya lo decía Maquiavelo… divide y vencerás. Tal parece ser ésta la estrategia del Ejecutivo Federal, quien desde sus campañas presidenciales no ha tenido empacho en descalificar a los presidentes en turno con palabras ofensivas, ante lo cual los mexicanos solo lo seguíamos como broma, como insumos para “moneros” y “memes”. Hoy, AMLO argumenta ser víctima de los ataques de sus adversarios, según él clasifica a quien disiente con él. Con sus declaraciones, provee a la oposición de material para crítica, a la vez que azuza a sus seguidores. Y hemos caído en el juego.
No se mucho de fútbol, pero sí entiendo un par de cosas de negocios. Entre ellas, el extraordinario éxito que tuvo la campaña publicitaria del Club América “ódiame más”. Los estrategas comerciales del equipo capitalizaron de manera brillante el hallazgo de que el contingente azulcrema era el equipo que tenía más adversarios entre la afición futbolera, y usando un slogan agresivo con una connotación altamente negativa, lograron fidelizar y aglutinar a sus seguidores en lo que hoy es una sólida cultura entorno a este deporte, lo que ha generado, además de una identidad casi fraternal entre los aficionados, enormes ganancias como negocio.
El tono de interpelaciones entre seguidores y detractores de Andrés Manuel es cada vez más agresivo y el encono aumenta. Si todo quedara como el encontronazo entre dos porras contrarias durante un partido de fútbol no habría motivo de preocupación. Tener un espacio y un pretexto para dejar salir esas emociones que se acumulan en el día a día y que por civilidad contenemos, es bastante saludable. El problema es que, como señalé anteriormente, hemos caído en un juego maquiavélico y tristemente hemos destrozado uno de los valores más sólidos que teníamos y que nos habían sacado adelante en las más rudas adversidades: la unidad.
En este nudo nos encontramos hoy. Podemos canalizar nuestras energías continuando en el ataque en redes sociales y dejándonos envolver en esta guerrilla civil en donde todos perderemos o podemos abrir espacios de diálogo, entendimiento y de verdadera empatía donde podamos construir un México justo, igualitario y en paz.
Usted, amable lector ¿que le quiere entregar a nuestro país? ¿el desfogue de nuestras frustraciones o nuestra sensatez y voluntad?
