Con la mirada baja, vestido con una camisa blanca y un saco Beige, Diego Urik N., renunció a su derecho a no declarar y ante el Tribunal de Enjuiciamiento afirmó no ser el asesino de Jessica González Villaseñor, al relatar que habría sido uno de sus amigos, de nombre Jair, el que estuvo en casa de la joven moreliana el día de su muerte.
La audiencia había estado precedida por un desencuentro verbal entre los padres de Jessica y Diego, pero una vez iniciada la comparecencia, el imputado ofreció “su más sentido pésame” a la familia por la pérdida de la jovencita, a la que aseguró haber conocido en una fiesta cuando tenían 15 años y había tratado pocas veces.
Urik decidió primero aportar su testimonio de manera espontánea; aseguró que Jessica le había dicho que “le gustaba y lo encontraba atractivo”, pero él le había aclarado que sólo buscaba una amistad.
“Ustedes buscan cierta paz, que me den 50 años en prisión”, señaló, “no podría ser yo, no asesiné a su hija, el verdadero asesino sigue en libre “.
“Tengo 2 años, 3 meses y 11 días pagando un crimen que no cometí”, afirmó Diego, quien compartió “lo que pasó en realidad” el 21 de septiembre del 2020.
Recordó que todo inició cuando Jair, uno de los 3 jóvenes que declaró en su contra durante el desarrollo del proceso judicial, le llamó a temprana hora de ese día para reclamarle haber salido a una fiesta con Jessica, ya que sabía que había ido con un “tal Diego”.
Tras el reclamo habría acordado verse más tarde en el fraccionamiento Bosque Monarca, donde tenía su domicilio. Antes habría ido con su novia Camila, quien “lo cortó”, molesta por su relación con su amiga Hanna.
Relató que luego se encontró con otro amigo, Diego Sanyago, pero cerca de las 5:00 de la tarde vio a una mujer casada, con la que sostenía encuentros sexuales en el hotel Aqua, ubicado a “minutos en carro” de la casa de Jessica.
Ante la insistencia de sus amigos, decidió alcanzarlos en su domicilio particular, a donde habría llegado a las 18:40 horas; en ese momento Jair ya estaba en su casa y le comentó que “ya había mandado a la chig… a Jessica”, tras constatar que era “otro Diego” con el que había salido a la fiesta.
Señaló que salió del hotel con la mujer casada, pero la dejó en la Casa Club del fraccionamiento, ya que ella no quería que la vieran sus amigos, además rechazó dar cualquier dato de identificación de esta mujer, al señalar que lo contactó vía telefónica para pedirle no generarle problemas.
Recordó que más tarde salieron al Casino, regresaron a su casa hasta que llegó Hanna y salió de nuevo con ella en la camioneta de su mamá, para fumar un cigarro de marihuana, al desechar que hubiera tirado las pertenencias de Jessica, como declaró la joven en su oportunidad.
En la madrugada habría recibido una llamada de quien identificó como familiar de Jessica para preguntarle por ella, pero explicó que omitió comentar que había estado con Jair, porque “se le pasó”.
Detalló que al día siguiente llevó a Hanna a su casa y desayunó ahí mismo, cuando recibió la llamada de la Fiscalía para presentarse, a declarar, por lo que decidió contactar a sus papás biológicos y su padrastro, quien pidió la asesoría de un abogado, que le recomendó huir y no presentarse a declarar.
Para entonces, en redes sociales, circulaban una serie de amenazas de muerte no solo contra él, sino contra su familia; contra Jair, Sanyago y Hanna, a los que relacionaban con el crimen.
Sin recordar primero si habían llevado su coche a lavar y quien lo había llevado, el joven aseguró que se quedó todo el día en casa, pero por la tarde decidió viajar a Jalisco, donde días después fue localizado por personal de la Fiscalía, que lo trasladó a Morelia y lo sometió a una serie de torturas.
“Me metieron a un cuarto y me pusieron una bolsa en la cabeza, y me dijeron que les dijera, que confesara todo”, aseguró Diego, quien explicó que le mostraron un video donde hombres con pasamontañas le daban toques eléctricos en los testículos a su padre.
Detalló que los mismos hombres le decían que en la cárcel lo violarían y lo iban a colgar; constantemente le ponían algo en la cabeza, luego agua y lo ahogaban para que confesara; además de que durante 2 semanas lo mantuvieron en un área de segregación, donde debía hacer sus necesidades fisiológicas en el piso.
“Debía dormir donde cagaba y comer ahí”.
De acuerdo a su declaración, su abogado le había notificado que le harían la prueba del COVID, pero lo obligaron a escribir un documento donde aceptaba someterse a todo tipo de estudios, que luego fueron utilizados para compararlos genéticamente con los de Jessica.
El joven responsabilizó la Fiscalía General del estado de “plantarle” un celular en su celda y de pretender armar un caso en su contra, por lo que incluso habría amenazado a sus amigos para hacer una serie de acusaciones falsas para inculparlo.
Denunció la violación de sus derechos, por lo que pidió al juez solicitar la grabación del hotel Aqua, con lo que se demostraría que se encontraba en este lugar, a la hora del asesinato de Jessica, así como la revisión de las grabaciones del fraccionamiento Bosque Monarca, al relatar que Jair habría llegado al lugar desde cerca de las 5:00 de la tarde.
Con algunas lágrimas en el rostro, Diego, aseguró ser víctima de la situación, “con 18 años me cortaron la vida y mis aspiraciones. Tenía sueños, tenía metas, todo se cortó de golpe”.
