Mercedes recuerda a su hijo Guillermo “como una persona muy noble, alto, de 1.85, gordito, moreno, con unos ojos grandes muy bonitos”. El joven abogado desapareció sin dejar huella en noviembre del 2010. Se había trasladado con Vianey -una compañera de trabajo- a Lázaro Cárdenas y Apatzingán para visitar a un cliente, pero desde el 29 de noviembre nunca se supo nada de ninguno de los dos.
“Yo estuve allá inmediatamente al ver que las autoridades no hacían nada. Yo suponía los lugares que mi hijo había andado y los comentarios de la gente eran esos, en aquel entonces lo que me dijeron es que había la presencia de soldados y que eran los que se llevaban a la gente”.
Las corbatas y los recuerdos escolares de “Memo” permanecen intactos en su hogar. En una entrevista virtual, Mercedes muestra los rincones donde guarda las imágenes de su hijo y de su nieto Diego, que tenía apenas unos meses de nacido cuando quedó huérfano de padre. Las añoranzas familiares contrastan con el expediente judicial que la jefa de familia revisa afanosamente, en busca de encontrar un indicio que le permita encontrarlo.
Mercedes Ruíz González, sacó adelante a tres hijos sin un compañero y ahora sin la presencia de Guillermo, ha seguido adelante.
Relata que las investigaciones oficiales han sido prácticamente nulas, ya que apenas dos meses después de la desaparición de hijo, el teléfono celular que llevaba en el viaje registró actividad en la zona de Apatzingán, pero la autoridad judicial desestimó el dato, totalmente concentrada en la detención de Nazario Moreno González, líder de la Familia Michoacana, que se registró el 9 de diciembre de ese mismo año.
Explica que “hace 10 años debió hacerse la geolocalización para hacer un estudio referenciado de las llamadas”, para conocer exactamente la ubicación del celular, pero nunca se hizo.
Desde entonces, Mercedes se convirtió en activista y como parte de la organización “Familiares Caminando por Justicia”, trabaja incansable para encontrar a quienes han desaparecido, sin dejar huella, dejando atrás madres, esposas, hijos, hermanas.
Señala que para quienes “son madres de desaparecidos, el 10 de mayo es una fecha muy triste, muy dolorosa”, pero también sirve de recordatorio del dolor que han padecido, por lo que “la indignación, la rabia, el coraje y la impotencia nos marca”
“¡Qué responda el Estado! ¿Dónde están?”, se lee en la manta que esta madre colocó en la sala de su casa para enmarcar la entrevista y que es parte de la movilización en redes sociales de cientos de madres, que buscan sin encontrar respuesta a sus hijos desaparecidos y que este año han tenido que guardar también la sana distancia.
Como a Mercedes, la desesperación las ha hecho incluso capacitarse y sumarse al trabajo de investigación forense, donde sin importar las condiciones del clima o de inseguridad, han ayudado a localizar e identificar restos de cadáveres en todo el país.
En Michoacán las cifras oficiales, señalan la existencia 1 mil 269 averiguaciones previas, pero se calcula que por cada denuncia hay otros 5 casos no denunciados. En el país, la Fiscalía General de la República ha reconocido cerca de 35 mil cadáveres sin identificar pero las activistas aseguran que en la realidad se calcula que hay 100 mil desaparecidos.
