Desde ya hemos estado observando cómo se despliegan los actos de discriminación y violencia contra las mujeres en cada uno de los partidos políticos y con ello, la complejidad de entender por vía de la razón estos asuntos de la paridad y su cumplimiento, argumentando que “no hay mujeres”, ni más ni menos.
Las mujeres siempre han sido utilizadas no solo por los partidos políticos sino por todo la estructura de desigualdad política en la que vivimos como normalidad, por delante los hombres y si son “buena onda” te suman, ya sea como acompañante para cargar la agenda y demás peticiones que durante las reuniones que se realizan y te hacen llegar las personas de ese municipio o distrito.
Recordemos que muchas y diversas mujeres se han sumado con gran ahínco para ganar los comicios, y una vez ganados solo fueron aplaudidas y reconocidas por su gran trabajo pero nunca se les permitió acceder a un cargo de representación pública.
Entonces llego la paridad y muchos de los hombres miembros de esos partidos, han mostrado que siguen dominando e imponiendo a las mujeres que como sequito consideran que son sus dueños y propietarios de las mismas, por lo que ellas no podrán decidir aunque si manifestar sus aspiraciones, para ello deben ser elegidas y casi casi ungidas con su aprobación no como un reconocimiento a sus capacidades sino como muestra de ejercicio de poder y de quien manda ahí.
Simular que realizan procesos equitativos y justos en donde no hay un reconocimiento de las capacidades, saberes y trayectorias de las mujeres no le podemos llamar paridad, porque es una trampa que tendrá serias repercusiones en la democracia.
Resulta increíble conocer lo que hacen los partidos políticos para que las mujeres no sean reconocidas y si pierden esto no tenga repercusiones fuertes para su partido, ya que implicaría para muchos la reducción de recursos y posible pérdida del registro, además de ir con todo para desmontar el principio de paridad en los cargos de representación política.
La tarea no es nada sencilla, mucho menos para el Instituto Electoral de Michoacán (IEM), así como para el Tribunal Electoral del estado (TEEM), quienes deben tener mucha claridad, pero principalmente seriedad y conocimiento sobre lo que es la violencia contra las mujeres, no sólo la política.
Me gustaría saber si estas dos instituciones en particular, más allá de formar parte de un observatorio de participación política en la entidad cuentan con personal altamente calificado con experiencia en el tema de violencia contra las mujeres o cuál es el mecanismo que deben implementar de ya, no sólo para supervisar que las mujeres que participen no sean violentadas sino que lleguen a la reparación del daño incluyendo la máxima difusión y que transforme de lleno esos ejercicios de
poder que limitan y ponen en riesgo a las mujeres, es decir, como ser preventivos y no reactivos.
Me preocupa porque si bien ha habido un gran número de actos y documentos que se han generado para prevenir la violencia política aún no está claro qué criterios serán los que guíen la interpretación de los hechos de violencia contra las mujeres, porque la subjetividad que aunada a la falta de reconocimiento y desestimación de la violencia pueden derivar en grandes injusticias, pero no sólo de quien es participe en este proceso electoral, me pregunto que quienes ejerciendo esta representación el cargo ha sido utilizado para violentar a las mujeres y que han sido omisas las autoridades ante ello, que decimos de estas personas que ejercen el cargo para incumplir, evadir y no hacer lo que deben sino lo que quieren, porque lo único que veo es que se escudan en el fuero, qué acaso eso no es violencia política.
Y es que en varias ocasiones he señalado que abordar sólo y exclusivamente la violencia política implica justamente reducir y minimizar un fenómeno que amerita su comprensión y reconocimiento más amplio, la violencia política tiene una estrecha relación con la violencia feminicida y con otras formas de violencia contra las mujeres como la coacción moral, ya que en estos procesos pesan fuertemente aspectos como: la discriminación, la vulnerabilidad y la desigualdad, porque en esos espacios no hay reforma alguna de grande calado como para poder realizar un ejercicio democrático paritario.
Más allá de las palabras y de los diversos actos públicos y posicionamientos políticos de diversos partidos políticos en los que sólo las mujeres se manifiestan, no veo que los hombres que forman parte de esos partidos salgan a posicionarse públicamente respecto de la violencia contra las mujeres, de sus compañeras en este proceso electoral que ya empezó, lo que nos hace pensar que es poco probable que avance una agenda de género en la cual ellos, los que detentan el poder, no se comprometen ni reconocen, luego entonces de que paridad y democracia estamos hablando, y mucho peor quienes serán nuestros interlocutores o interlocutoras; terrible panorama se avecina.