“La peor de las democracias es mil veces preferible a la mejor de las dictaduras”. Ruy Barbosa de Oliveira (1849 – 1923) Escritor, jurista y político brasileño.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador se ha convertido en la mejor personificación de lo que tanto critica. Es la chachalaca del 2021, nada más que una, mucho más peligrosa.
Recordemos. En el 2006, el entonces candidato López Obrador enfático le externó a Vicente Fox Quesada, “cállese ciudadano presidente, deje de estar gritando como chachalaca”.
Molesto porque Fox insistía en su activismo verbal, polarización y alusiones contra López Obrador a la par que argumentaba que en una democracia no se vale callar a nadie, el entonces candidato opositor volvió a gritar: “cállate chachalaca”.
Los constantes señalamientos de la oposición, liderados por Andrés Manuel culminó en una reforma constitucional y electoral del 2007, que impide a los funcionarios públicos realizar propaganda política, difundir logros de su gobierno y que influyan en la contienda electoral.
Actualmente, López Obrador es una copia idéntica de Vicente Fox. Se ha convertido en la chachalaca que violenta los marcos constitucionales y legales, con singular cinismo e incongruencia.
El pasado viernes 16 de abril durante su mañanera, se puso a hablar de sus programas sociales y todos los días arremete contra sus opositores, en una evidente estrategia propagandística que lidera desde Palacio Nacional en favor de Morena y para mantener mayoría en la Cámara Federal de Diputados.
Al igual que Vicente Fox, ahora López Obrador argumenta: “es mi derecho de manifestación, es mi libertad y eso está por encima de cualquier otra disposición o de cualquier reglamento”.
Inaudito, pero no es todo. Tras la medida cautelar que emitió el Instituto Nacional Electoral (INE) para que retire de todas las plataformas de comunicación la “mañanera” del viernes 16 de abril y la invitación para que respete la veda electoral, fiel a su costumbre se victimizó. Señaló ufano que si el INE le baja otra conferencia matutina sería “un golpe de Estado técnico”.
El mandatario federal está convertido en la misma chachalaca que él denunció en el año 2006, nada más que es una chachalaca más peligrosa.
Los matices dictatoriales de Andrés Manuel López Obrador son evidentes desde los primeros días de su administración, pero se han agudizado.
Ataca constantemente a instituciones ciudadanas y con especial énfasis al INE, peor aún, lo hace sin argumentos y en una evidente contradicción de lo que él mismo exigió desde la oposición.
Defiende una ampliación de 2 años al mandato de Arturo Zaldívar en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que a todas luces es inconstitucional.
Está claro que López Obrador quiere todo el poder. No le basta con ser el presidente de México, quiere el control de los otros poderes y ser el árbitro de las elecciones. No tolera la crítica ni el debate, pretende que todo sea lisonja y aplausos.
Es una chachalaca más peligrosa, porque en la evidente violación a leyes que nos rigen y en su ataque constante a las instituciones, resulta inevitable percibir su intención de acumular todo el poder posible y destruir la democracia. ¡Cuidado!
Con la esperanza de que haya una próxima vez… me despido, gracias.