“Rompe el silencio. Cuando seas testigo de la violencia contra las mujeres, no te quedes de brazos cruzados. Actúa”. Ban Ki Moon (1944 – ¿?) Diplomático surcoreano, ex secretario de la ONU.
Diego Urik Mañón Melgoza finalmente fue condenado a 50 años en la cárcel tras haberlo encontrado culpable del feminicidio de Jessica González Villaseñor.
El juez Ariel Montoya Romero consideró que se aportaron pruebas suficientes para determinar la pena máxima por el crimen cometido el 21 de septiembre de 2020, así como el pago de 1 millón 246 mil 986 pesos en indemnización a la familia de la joven asesinada.
Fueron más de dos años del juicio oral y todavía no está dicha la última palabra. Seguramente la familia de Diego Urik apelará para intentar disminuir los años en prisión.
Para la familia de Jessica, como lo ha señalado reiteradamente su mamá, Verónica Villaseñor Ferreyra, no hay castigo suficiente que pueda mitigarles el dolor, por ello propone que pueda aplicarse en el país y Michoacán, la pena de muerte o prisión vitalicia. Y, eso tampoco sería suficiente.
Sentimientos de dolor, impotencia y frustración, entre otros, seguramente acompañarán a la familia de Jessica, pero sin duda, también a la de Diego.
Así que, ante semejante tragedia, tendríamos que aprender varias lecciones todos.
Los que tenemos la enorme dicha de ser padres debemos estar alertas de las actividades de nuestros hijos; estar al tanto de lo que hacen, quiénes son sus amigos, cómo se divierten, cuáles son sus frustraciones y desahogos.
Como sociedad debemos retomar e impulsar que se vivan valores, urge hacer lo correcto incluso cuando nadie nos observa, por más iluso que parezca. Debemos detener ese relativismo que se ha apoderado de la vida contemporánea.
La familia de Jessica González Villaseñor ha realizado, en medio de tanto dolor, una labor extraordinaria para visibilizar el feminicidio de su hija y hermana. Ayudemos ahora a que no se olvide, a que ya no haya feminicidios, de menos, a estar más alerta de nuestros hijos.
En un feminicidio nadie gana, aún si hay una pena máxima.
Con la esperanza de que haya una próxima vez… me despido, gracias.